El mito griego escondido en el cómic 01-12-03
"Hulk", una soberbia obra del director
La escena remite al mito griego. La daga del cómic hundiéndose sin piedad en el corazón de la tragedia. Un padre. Su hijo. Un conflicto tan viejo como el pensamiento. Uno de ellos, el hijo, tiene el poder cultivado que una vez le otorgó el otro, el padre. Es la vida misma y el extraño algo que la rodea, energía. El resto, el deseo del procreador, del pequeño dios científico, es ambición. Pura, simple y terrible ambición. Esa es «la» escena de «Hulk», el filme de Ang Lee.
La película del director de «El tigre y el dragón» es una reflexión filosófica acerca de los sentimientos más profundos y problemáticos de la condición humana. Ya lo había contado Nick Nolte en una entrevista días atrás, Lee no quería hacer sólo un filme de ciencia ficción, quería hacer una película intimista que hablara entre muchas otras cosas de la relación padre-hijo. Un drama existencial, en definitiva. La contraposición entre el ser verde que protagoniza la película, a todas luces un personaje de cómic, y las acciones a las que somete a la realidad circundante -una realidad manifiesta en objetos que no son creados por una computadora- ofrece otra dimensión estética, más clara y sintética, de la lucha entre el bien y el mal, el amor y el desamor, la locura y el fanatismo. Su brutalidad en pixes expone el escenario de los hechos y las emociones de sus habitantes. El monstruo verde aparece en un balance como un ser mucho menos peligroso que los militares que pretenden atesorar la seguridad del mundo y los científicos que buscan formas paralelas de superar esa forma de poder afincado en la violencia. El discurso del padre, furioso y desatado, frente a la «cáscara» de un hombre que contiene a su hijo, es deslumbrante y explica el punto de vista del director, a la vez que nos introduce de cabeza a los últimos 50 años de historia de la civilización.
La obra de Lee recuerda las viejas y populares trampas a la «corriente principal», ésa que de todos modos rige a los grandes estudios, de Tim Burton. Con un producto pensado típicamente desde Hollywood, el director oriental ha ido más lejos. Mucho más. Esta obra puede ser vista como una producción made in Hollywood, si se quiere, si no queda más remedio, pero hay varias opciones latiendo en la paleta de colores de Lee. Su argumento crece sobre el cómic y la pretensión de otro gran hit taquillero, como una plaga que cura el pensamiento y lo pervierte.
Lee disfruta de su silla. Utiliza los más variados, raros, obtusos, intrincados y fantásticos recursos narrativos. Pantallas dobles, múltiples. Cierres propios de los 50. Fundidos en negro. Encuadres originales y nostálgicos. Aperturas violentas antecediendo a cierres sutiles, delicados y perfectos (como una gota que sirve de nexo entre una escena y otra). La cacería a través del desierto, en la que el monstruo verde hace uso de su mayor potencial físico, es una joya de la ciencia ficción tanto como la persecución automovilística de «Matrix: revoluciones».
El «Hulk» de Lee no es «King Kong», la fiera calmada por la piel desnuda de la belleza de turno. Este es un «bicho» complejo con un entorno donde la bondad y la crueldad se tocan las narices. Al final -como siempre, como nunca- ganan los buenos. Aunque uno no termine de estar seguro de quién es quién.
Claudio Andrade
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