El nervio de la ciudad

Son cinco kilómetros desde la barda hasta el majestuoso fluir del río Limay.

Es “la avenida”. Así, sin más, aunque haya otras. La columna sobre la que se pensó y diseñó la ciudad desde su comienzo. En los primeros años había que delimitar un centro y para ello no se pensó en una tradicional plaza, sino en una arteria que reuniera la actividad administrativo-bancaria y de la que se despegaran cuatro diagonales hacia el norte y el sur de la ciudad. Esta arteria de casi cinco kilómetros adopta el nombre de Argentina hacia el norte y Olascoaga hacia el sur. Y tiene su hito, en el centro de todo, que es el monumento a San Martín, a pasos apenas de su catedral. Fue construido en 1954 e inaugurado en ocasión de los primeros 50 años de la ciudad, cuando todavía era impensado que su futuro sería el de blanco canalizador de las broncas populares, núcleo de manifestaciones o lugar de reunión de adolescentes inquietos. El recorrido por esta avenida ofrece paisajes diferentes según el horario o día de la semana en que se la transite. De lunes a viernes, por la mañana, es el movimiento bancario, judicial, administrativo, en el Alto. Buena suerte si alguien anda apurado, porque pasar al de adelante, y al de más adelante, y a otro más, va a ser más que una odisea. Casi cotidianamente, también, esta avenida es testigo de alguna marcha o manifestación y su correlato en vecinos molestos, bocinas, embotellamientos y trabajadores de prensa cumpliendo su tarea entre la multitud. Por la tarde el panorama es otro. Como si le hicieran borrón y cuenta nueva para que aparezcan los jóvenes sentados en las escalinatas del Libertador, mate en el pasto y alguna patineta, mientras los más buscavidas hacen malabares en algún semáforo por una moneda. Los fines de semana, en cambio, deriva casi en peatonal para recibir la Feria de Artesanos desde hace más de 33 años. En el Bajo mañana y tarde casi no se distinguen. Una vez que se cruzan las vías el paisaje cambia. Es todo compras, es todo venta, quioscos y taxis. Eso hasta que se sigue descendiendo y ahí espera el río. Aquí ya es otro Neuquén, que no tiene nada que ver con el que cruza la transitada multitrocha, o el que desemboca, arriba, en las tres banderas de la plaza que regaló el centenario de la ciudad. Pero antes del ansiado encuentro con el agua están las casas soñadas, los clubes deportivos, lugares para comer, y un boliche. Y ahí sí, al final de todo, nos recibe el Limay. La avenida Argentina-Olascoaga es una avenida entre otras. Pero tiene esa particularidad de atravesar la ciudad de norte a sur y conectar sus tesoros naturales: la barda y el río. Y a la vez ofrecer un vistazo de todo lo demás.

Cae la tarde y el tránsito sigue, implacable. Los autos se cruzan en el Bajo con los micros del servicio de transporte urbano e interurbano.

Fotos Matías Subat

Fotos Matías Subat


Exit mobile version