El retorno a una ciudad que fuera esquiva

No es la primera vez que el renombrado dramaturgo César Brie visita Bariloche. En esta oportunidad el recibimiento distó mucho de la apatía experimentada un día de 1988.

ESPECTÁCULOS

Por Teresita Méndez

Capacidad colmada del salón de actos de la histórica Escuela 16 Francisco Pascasio Moreno para la primera función ofrecida por el actor, docente y creador César Brie. Respuesta que pareciera compensar el frío recibimiento que le dispensara la ciudad en 1988 cuando llegó evaluando la posibilidad de instalar aquí un teatro que luego fundara en Bolivia.

La puesta de su unipersonal “120 kilos de jazz”, había recibido muestras de beneplácito mucho antes de que el sonido de los aplausos colmara el recinto. Sonrisas y carcajadas acompañaron situaciones relatadas; escogidos asistentes y referencias locales, incluyendo nombres propios, invitaron a la participación.

Residente en Italia y fundador del Teatro de Los Andes en Bolivia, no le resultan ajenos los paisajes patagónicos. Los años de la primera infancia transcurridos en Ushuaia, Tierra del Fuego, habrán entrenado los ojos claros en tan imponentes paisajes como Bahía Lapataia o el cercano canal de Beagle. Y en 1988, San Carlos de Bariloche durante un gris día lluvioso.

Habiendo accedido amablemente a mantener un diálogo tras la función del viernes, evaluó la reciente experiencia de haber dictado aquí un taller intensivo de entrenamiento corporal durante tres días, actividad enmarcada en el noveno Circuito Nacional organizado por el Instituto Nacional del Teatro.

“Fue muy, muy lindo para mí. Todas las personas con las que trabajé estaban muy bien formadas desde el punto de vista físico, con mucha mayor capacidad que la media que encuentro cuando voy a dictar talleres. Fueron pocos días durante los que trabajamos cosas muy puntuales, sobre todo improvisar y relatar. Y después, sobre el trabajo físico del actor. Nos quedó en el tintero la creación de imágenes”, describió.

El actor trabaja “con su cuerpo, con su voz y con su alma. Lo que tiene que tener como punto de partida es calma, precisión y capacidad. Tiene que saber estar presente en el lugar que representa y usar sus medios expresivos. El problema es que como toda técnica que se aplica a un ser humano, las técnicas teatrales tienen una doble función. Por un lado, enseñan, son positivas, crean capacidades. Por otra, son negativas porque tienen que remover obstáculos, los que hacen que una persona no esté calma en escena, exagere o mienta demasiado. Lo que trato de enseñar es estar en la escena de modo sincero, calmo, disponible. Más logra esa calma, el actor más se tranquiliza, mejor trabaja, más se le cree”.

La inhibición podría constituir uno de esos obstáculos. La tarea, definió, “está orientada a tratar de conservar el pudor, que es una campana que sirve para decir qué es lícito y qué no, y destruir la timidez, que es lo que nos impide expresarnos. Eso es lo que buscamos”.

¿Fue logrado?

Creo que empezamos a hacerlo, si. Durante esos tres días el trabajo de improvisación creció mucho. Fueron entendiendo. Hay un error que se comete muy seguido y es obligar al cuerpo a hacer lo que la cabeza ha decidido, mientras que lo que yo trato de enseñar es a escuchar lo que el cuerpo quiere hacer. Busco los paradigmas y trato de combatir los clichés.

¿Por qué dice que en esta obra el proceso creativo fue distinto al habitual en usted?

En las dos obras que presento aquí (el sábado, “Sólo los giles mueren de amor”) primero surgió el texto y luego la obra, que es el procedimiento normal. Pero muchas veces creo las imágenes y en ellas baso los textos, voy haciendo ambos en paralelo. Puedo elegir un tema. Incluso cuando hice La Odisea o la Ilíada, fui adaptando el texto a medida que iba creando las imágenes para cada escena. Sabíamos a donde íbamos porque había un texto precedente pero fue usado el construido para llenar las acciones, las imágenes que íbamos creando provocadas por el texto de Homero. Para estas obras monté, puse en escena, los textos. Ese procedimiento que es normal en los artistas, no lo es en mí.

-Conoció San Carlos de Bariloche en 1988…

-Cuando estaba buscando un lugar para fundar mi teatro, que terminé creando en Bolivia, este fue uno de los primeros lugares a los que vine en Argentina. Pero me encontré con una lluvia que duró un día entero y mi contacto no apareció. Entonces no fue.

-¿Nos perdimos la oportunidad?

-Si, o tal vez… no era el momento. Nunca se sabe.

-Reside en Italia pero ha manifestado su intención de volver al país…

-Estoy intentando hacer todo para en un año y medio estar aquí.

-¿Dónde, puede ser aquí?

-Estoy buscando. Bueno, esta vez fue mejor que en la anterior oportunidad…

Aunque la lluvia con que inició el sábado dispare reminiscencias de aquel frustrado intento, como Aquellas pequeñas cosas de las que habla Joan Manuel Serrat “uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia pero su tren vendió boleto de ida y vuelta…”

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