El sueño del bailarín de malambo

“Una historia sencilla” de Leila Guerriero es un estremecedor relato acerca de la vida y la obra de los mejores bailarines de malambo del país.

Lo que hace Guerriero en este nuevo libro es contarnos además, y por sobre todo, lo que hay detrás de la figura del bailarín.

Para que una vida se vuelva sencilla requiere, esta, de un largo camino de esfuerzos. Que algo sea simple no quiere decir que resulte fácil. Como un artesano pule la superficie de un anillo hasta volverla inmaculada, un bailarín de folclore repasa sus mudanzas con un grado de obsesión que raya en la locura. En lo inexplicable. “Una historia sencilla” (Anagrama) de Leila Guerriero cuenta la singular vida y obra de los mejores bailarines de malambo de la Argentina a través de una superlativa crónica periodística que comenzó a gestarse en 2010 y concluyó en 2013.

No es la primera vez que esta periodista se sumerge en los extremos. En los espacios marginales, no tanto por marginales en sí sino por lo alejado de los centros en que estos se encuentran, para contar de modo lúcido el destino de las personas que los habitan. En “Los suicidas del fin del mundo” (Tusquets) Guerriero viajó hasta la localidad de Las Heras, al interior de Santa Cruz, con el propósito de relatar la trama secreta de los numerosos suicidios adolescentes que se registraron allí entre 1997 y 1999. Pero aquella era una historia trágica, en cambio, la de los bailarines del Festival Nacional de Malambo de Laborte aunque no es trágica si es definitiva.

Guerriero se sintió atraída por el compromiso de estos hombres virtuosos que en el mismo momento en que son capaces de alcanzar el pico más alto de su arte se ven obligados a abandonarlo para siempre jamás. “En el mes de enero de 2011 fui a ese pueblo con la idea –simple– de contar la historia del festival y tratar de entender por qué esa gente quería hacer tamaña cosa: alzarse para sucumbir”, escribe la periodista en su libro. Es que los ganadores de Laborde cumplen con la tácita promesa de no volver a competir en ningún otro festival como una forma de no desmerecer el premio que han obtenido. Laborde es el festival por excelencia de malambo pero su aura misteriosa y exclusiva lo convierte en un espacio reducido, para pocos. Quienes triunfan allí son elegidos por los sabios del baile tradicional: otros campeones, especialistas e historiadores de la danza folclórica.

Guerriero hace lo que esperamos de una gran periodista, va hacia el fondo del asunto. Se mete en los camerinos, habla con los bailarines, con sus familias, con la gente, con los organizadores, duerme donde los demás duermen y come fideos en salas comunitarias. Observa con disciplina para que nosotros tengamos luego en su libro la oportunidad de ver también. Sus ojos serán finalmente los nuestros. Lo sabe. Lo quiere. Pero cuando Guerriero se encuentra con el bailarín Rodolfo González Alcántara la periodista comete la osadía de viajar tan lejos como se puede. En su reportaje anterior dedicado a los suicidas santacruceños la cronista había logrado un efecto similar. Es una cuestión sutil pero que convierte a Leila Guerriero en una periodista verdaderamente única. Es el instante a partir del cual ella empieza a revelarnos su compasión ante lo que presencia. Nos comparte su empatía, su humanidad frágil impactada por la humanidad de los otros. González Alcantara es retratado con tal precisión por Guerriero que uno siente estar tomando con él sus mates amargos o acompañándolo en sus titánicos esfuerzos por convertirse en campeón del arte que le otorga sentido a su existencia.

Lo que hace Guerriero es contarnos además y por sobre todo, lo que hay detrás de la figura del bailarín. De pronto González Alcantara, al que podemos ver en youtube en la edición de Laborde 2012 (es decir, la que vio con sus ojos la periodista), es también un joven dueño de un increíble tesón que lo ha llevado a superar la pobreza, la soledad y el miedo. Para cuando llegamos a las últimas páginas del libro necesitamos, queremos con toda el alma, que ese chico se lleve el premio. Que todos sus sueños sean coronados aquella noche igual a ninguna.

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar


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