El verdadero significado de «Shangay»

La sobresaliente obra se presentó en Roca en tres funciones repletas.

ROCA.- ¿Alguna vez fue a China? ¿Cuál es la diferencia entre un chino y un japonés? ¿Qué es una geisha? Ahora bien, una cosa es Shanghai y otra el juego sonoro que transporta a las obvias connotaciones homosexuales. Gays.

Como sea, hay miles de preguntas que surgen de «Shangay» y que no van a ser respondidas por la obra. Son vividas por el espectador.

«Buenas noches, bienvenidos a Shangay», afirman los musculosos «recepcionistas» de este extraño restaurante. Allí comienza la locura de la que todos son parte. Así empieza esta obra de José María Muscari en un espacio diferente, una «Casa de la Cultura oriental» y que, durante un rato, mantendrá a los espectadores en el límite entre la carcajada estruendosa y la angustia.

En una mesa iluminada sólo por dos velas, tomando té verde y comiendo maní japonés que acercan las geishas porteñas, uno se siente el protagonista de la historia. Pero no lo es. De repente se descubre otro mundo. El del amor despreciado, no correspondido. La ruptura. Nadie puede negar que se enterneció, y hasta identificó, con el sufrimiento de Lucas, con su afán de conservar la relación que tenía con Alejo. Ese cotidiano dolor ante el amor que se va, ante ese darse cuenta de que todo se termina y hombres y mujeres se separan sin que nada ni nadie, ni siquiera una lágrima, puedan cambiar el inevitable final.

Pero la angustiosa espera por una resolución tuvo otros condimentos. Ocho escenas cargadas de glamour oriental y de ¿altanería? porteña.

Una madre posesiva y obsesionada por una gata muerta mete sus narices en las relaciones, ejemplificando los consejos con sus propias vivencias. Finalmente terminará descubriendo que puede sentirse atraída por técnicas y hombres extranjeros, pero también con mujeres de su propia ciudad.

No hay dudas de que, además de esa pareja protagonista, la atención se la robó en muchos momentos ese trío de bellas «mozas». Personajes que van creciendo con el correr de las escenas hasta ser las «directoras» de cada hecho que ocurre en ese espacio. Nuria, Atila y Mora se meten, interrumpen y hasta se atreven a opinar y tomar partido por uno de los comensales. Pero con su irrespetuosa seducción logran ganarse el cariño de esos dos personajes que luchan por un amor terminado.

Alejo y Lucas plantean estereotipos de una ruptura. El macho decidido a encarar nuevos rumbos y a terminar con esa relación que lo limita. Pero llega a quebrarse ante el sufrimiento de Lucas. Este, personaje tragicómico, recuerda, llora, ríe. Ruega por ese cariño que ve cada vez más lejos pero no olvida mirar alrededor y reírse con una mala actuación o deleitarse con un concierto de piano. Simplemente vive.

El sexo y la seducción son la clave y espina dorsal de la obra. Aunque es la temática central de una escena, es recurrente la mención de viejas experiencias y nuevas. De repente aparecen geishas desnudas, en un rincón se ven dos hombres apasionados. Miradas, piel, labios.

Ahora sí, responda: ¿cuál es la diferencia? ¿Es lo mismo decir «Shangay» que Shanghai?

María Elena Larroulet

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