Blonde, la película en la que un feto atormenta a Marilyn Monroe

Polémica, la película que estrenó Netflix y en la que Ana de Armas logra recrear casi a la perfección a la actriz ícono de Hollywood, es un retrato lloroso y sufriente de Marilyn, con escenas que parecen sacadas de una campaña antiaborto.

Miren bien esa preciosa sonrisa que abre Blonde, el nuevo y polémico filme de Andrew Dominik, que se basa en el libro de Joyce Carol Oates para acercarse a la figura de Marilyn Monroe. Mirenla bien. Es apenas una de las seis veces que la verán sonreír en una película de dos horas y cuarenta y siete minutos.


La versión de Marilyn en este filme que estrenó Netflix este mes y que ha calcado físicamente casi a la perfección a la mujer ícono de Hollywood gracias al trabajo de la actriz Ana de Armas, es la de una mujer triste, tristísima, con una soledad más grande que su fama, sin un solo amigo o amiga en el que apoyarse o confiar, y sobre todo es la versión insistente y redundante de una víctima mayúscula que fue acosada, ultrajada, violentada, violada, abandonada, golpeada, engañada, usada y todos los otros ada posibles, sin que jamás en sus cortos 36 años tuviera una rienda de su vida ni disfrutara de aquello por lo que aún hoy sigue siendo lo que es. Es el cuento un tanto remanido de la Marilyn que brillaba para las cámaras y de la Norma Jean Baker que se apagaba, adicta a antidepresivos y abusada siempre, detrás de escena.


Vean aquella sonrisa, porque el resto de las dos horas 47 minutos verán a Ana de Armas llorar. A veces mucho y a los gritos, a veces con sutileza, pero siempre con lágrimas en los ojos, sumergida en una tristeza que opaca hasta las situaciones que deben haber sido bienvenidas.
Y aún así, las lágrimas permanentes en los ojos de Marilyn no son lo peor que se ve en la película del director australiano. El momento más incómodo y sobre todo más reaccionario, es la presencia de un feto que le habla a Marilyn, que la culpa por haber abortado la primera vez para cuidar su carrera y que la atormenta ahora, desde el útero, haciéndola sentir una completa inutil, una desalmada. La presencia del feto hablandole a Marilyn, con una voz que parece sacada de una película de terror, es lo más parecido a un campaña anti aborto (y aunque el director haya querido mostrar el poco control que Marilyn tenía sobre su cuerpo, ¿qué lectura puede hacerse de eso en el año en el que Roe Vs Wade fue revocado?)

El bebé le dice Mami a Marilyn y le recrimina sus abortos.


No es la única imagen polémica. Las tomas de la vagina de Marilyn al momento de hacerle alguno de los abortos, o la toma en primerísimo primer plano de la actriz practicando una felatio al entonces presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy mientras él mira misiles por tevé (¡tan obvio!), le suman más morbo que arte a un filme que por ficcional que sea, recrea muchos momentos reales.

De la película se ha hablado mucho, incluso mientras se filmaba. De hecho, Netflix parecía tener dudas sobre estrenarla de manera completa. Pero la escritora, dramaturga, cuentista y ensayista Joyce Carol Oates, eterna candidata al Nobel de Literatura, y en definitiva la autora del libro de 783 páginas en el que se basa el filme, salió a defender al director. A través de Twitter, Oates opinó que Blonde “es una brillante obra de arte cinematográfica”, y que “obviamente no es para todo el mundo”. “Sorprende que en la era posMeToo la cruda exposición de la depredación sexual en Hollywood sea vista como ‘explotación’. Seguramente Andrew Dominik haya querido contar la historia de Norma Jeane con sinceridad”.

“No es para los débiles de corazón”, nos avisa Oates. Tiene razón, pero quizás por otros motivos.

El trabajo que hizo el periodista inglés Anthony Summers para escribir “Diosa” y luego hacer el documental “El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas”, que también puede verse en Netflix; el trabajo que hizo su biógrafo Donald Spoto; su “autobiografía” escrita por Ben Hecht y publicada diez años después de su muerte, e incluso «Marilyn Monroe, confidencial», escrita por quien fuera su mucama, Lena Pepitone, han hecho hincapie en la soledad y la tristeza de su malograda y breve vida. Pero esta nueva versión de Dominik parece regodearse exclusivamente en la tierra arrasada, sin matices. Y además de eterna abusada, hasta la hace ver poco inteligente -o más bien, la filma con los mismos prejuicios que tuvieron quienes la encajaron en el prototipo de la rubia tarada- cuando ella se despacha, siempre en susurros, nombrando a los autores que leía, como Chejov, o Dostoievski.

Además de las lágrimas, hay dos tópicos que se repiten todo el tiempo en el filme: un teléfono que suena y que muchas veces nadie contesta, y el apelativo «daddy» (papi), con el que ella, hija de un padre al que nunca conoció y siempre buscó, llama a todos sus amores. Los dos recursos se vuelven machacones de tanto oírlos.

Es cierto que el libro de Joyce Carol Oates es ficcional, y está lleno de distorsiones históricas, y rumores, como imaginarla viviendo un poliamor con los hijos de Charlie Chaplin y Edward G. Robinson Jr (Xavier Samuel y Evan Williams) antes de llegar a la cima. Pero también tiene momentos verídicos, como los que exponen su infancia miserable. Vemos cómo la pequeña Norma Jeane Baker (interpretada de niña por Lily Fisher) quedó profundamente traumatizada por el abuso de su inestable madre, Gladys (Julianne Nicholson, magnífica) que cuando no está llevándola en auto a través de los incendios forestales o tratando de ahogarla en la bañadera, está tratando de convencerla de que una estrella de cine sin nombre es su padre ausente (supuestamente, la verdadera Monroe pensó que Clark Gable era su padre).

Ficcionalizada o no, después de dos horas cuarenta y siete minutos de película, aquella sonrisa inicial de Marilyn queda sepultada por tanto sufrimiento, abuso y llanto. Y de este lado, en lugar de conmovernos por esa «adorable criatura» de la que escribió mucho mejor Truman Capote, quedamos sumergidos en el más profundo tedio, con una mezcla de rabia y confusión.


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