Borgen: poder, mujeres y menopausia

La serie danesa que emite Netflix gira alrededor del descubrimiento de petróleo y es un apasionante y actual thriller político. Pero la subtrama se detiene en una mujer que ve cómo su poder se licua en manos de alguien más joven mientras atraviesa la menopausia.

“Borgen: Reino, poder y gloria”, la cuarta temporada de una exitosa serie danesa que ya puede verse en Netflix, gira alrededor del petróleo y del delgado límite de las convicciones políticas de los mandatarios cuando entran en juego los millones que acorralan al cambio climático. Pero por fuera de ese thriller político apasionante, la subtrama se detiene en una mujer que atraviesa la menopausia mientras ve cómo se diluye su poder en manos de alguien más joven.

La menopausia es un tema incómodo. Para quien la atraviesa, y para el resto. Es un tema del que no se habla, como si se pudiera ocultar ese calor abrasador que deja perlitas de agua en el labio superior, en la frente, en la axila, o como si fuera un asunto vergonzante, una condena.

Birgitte Nyborg fue y es la protagonista de la serie que inteligentemente delineó Adam Price. En las tres temporadas previas, emitidas 9 años atrás, Birgitte era pura confianza en sí misma, una primera ministra tan dura como carismática, que iba a trabajar en bicicleta a la casa de gobierno (a la que coloquialmente llaman Borgen y de ahí el nombre de la serie), capaz de negociar con la oposición, y de entender y manejar los hilos de la política sin enredarse ni perder el equilibrio.

Pero han pasado en su vida estos casi diez años y ahora ya no es Primera Ministra. Ese lugar lo ocupa ahora una mujer más joven, de la oposición. Una mujer que no siempre le juega limpio y a la que Birgitte le dedica una frase célebre de Madeleine Albright, la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria de Estado, en los Estados Unidos: “hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no se ayudan”.

Como sea, en este momento, Birgitte es ministra de Relaciones exteriores de Dinamarca. Tiene 53 años, sus hijos ya no viven con ella, su ex marido no sólo ha rearmado su vida sino que ha apretado el botón de reinicio y volverá a ser padre, y ella duerme sola.

No. Birgitte no es un alma en pena, ni se siente una perdedora. De hecho, es feliz de no rendirle cuentas a nadie y no siente culpa por no tener tiempo para comprarle un regalo a su rebelde hijo Magnus. Inteligente y sagaz, puede convertirse en un guerrera implacable cuando hace falta. Es ambiciosa y entiende rápido que si en estos tiempos la apariencia es más importante que el contenido, y que si una selfie es capaz de dar vuelta todo, ella puede y jugará ese partido.

Birgitte, junto a la más joven Primera ministra. Una relación tensa.


Pero hay algo en la serie de Netflix que se agradece. Así como exagera y hermosea los paisajes de Groenlandia, con todo ese hielo siempre cuidadosamente iluminado por un claro cielo celeste, el director y creador de “Borgen” no pone la lupa para sobrecargar las sensaciones físicas de la ministra Nyborg. Ni tiene ese mensaje machacón, edulcorado y excesivamente optimista de “la vida comienza a los cincuenta”, ni lo convierte en un drama mayúsculo.

Birgitte se acalora, necesita ir al baño a refrescarse la cara, las muñecas, el cuello antes de seguir con una reunión crucial en la que ella podría quedar a cargo del tema petróleo en Groenlandia. Es una escena de apenas unos minutos, en el primer capítulo de la serie, pero es una muestra perfecta: cuando Birgitte regresa a la mesa en la que se discute quién se hará cargo de la papa caliente, las cosas están resueltas. Aprovecharon su corta ausencia para arreglar las cosas de otro modo y recortarle el poder. Una imagen sencilla, honesta, verosimil.

Nada de Birgitte Nyborg (una excelente Sidse Babett Knudsen) parece exagerado. No hay punto de contacto entre este personaje y, por ejemplo, la primera dama y luego presidenta de los Estados Unidos que encarnó Robin Wright en House of Cards, tan perfecta como irreal, en esos trajes que jamas se manchaban ni se arrugaban. Birgitte tiene arrugas, a veces se muestra irritable, y otras muchas debe cambiarse la camisa que lleva porque se le empapa como consecuencia de los sofocos, sin que nada de eso oculte a la mujer real y política ambiciosa que es.

Otra poderosa de la ficción que mojó apenas los pies en el tema de la menopausia fue Selina Meyer (la genial Julia Louis-Dreyfus) en la sitcom Veep, donde encarnaba primero a la vicepresidenta y luego a la presidenta de los Estados Unidos. La mujer siente un dolor en el pecho y entonces una amiga le aconseja que vaya a un médico porque puede ser un síntoma temprano de la menopausia. Como no hay nada que Selina odie más que una condición femenina interponiéndose en su camino, acusa a su amiga de sexista. Y después, cuando se resigna a vestirse en una marca de ropa de talles grandes, comprar pastillas con hormonas y lubricante, el médico le dice que en realidad tuvo un pequeño ataque al corazón. El chiste, en Veep, es que eso es mucho mejor que la menopausia.

Es cierto que no es el más apasionante de los temas, pero con la gracia de Veep o la naturalidad de Borgen, deja al menos de ser un secreto vergonzante.

Los sofocos irrumpen en medio de medio de reuniones fundamentales.

El 77% no sabe nada sobre menopausia


El 77% de las personas no sabe nada sobre la menopausia, reveló un informe de la organización argentina “No Pausa” publicado en octubre del año pasado.

El Informe sobre climaterio concentra datos reveladores que reflejan la necesidad de hablar sobre menopausia para terminar con los tabúes, estereotipos, prejuicios sociales, desinformación, dudas y miedos que carga una etapa que abarca “un tercio de la vida”, precisaron desde la organización.
El informe reveló que “la menopausia es en realidad un solo día de la vida, el de la última menstruación. Pero el 77% de las personas declaró no conocer el correcto uso de la palabra”. “La menopausia es parte de algo más grande que es el climaterio, alrededor de 10 años de la vida que abarcan el antes, el durante y el después de esa última menstruación. Una etapa que en silencio y entre secretos, se suele relacionar con la finitud, la vejez y el fin de la sexualidad”, explicaron.

El Informe, realizado a partir del relevamiento de encuestas en Instagram a lo largo del 2020 y 2021, contiene datos reveladores y está disponible en las redes de “No Pausa”. Entre los datos se observa que el 51% de las personas no recuerda cuándo escuchó hablar de menopausia/climaterio por primera vez y más del 40% no relaciona los síntomas de esta etapa con cambios hormonales.

Birgitte recibe a una doctora y le pide pastillas para tolerar mejor la menopausia. Se las niegan, aunque deba cambiarse la camisa.

El informe reveló, además, la cantidad de síntomas que la mayoría de las personas no saben que están asociados al climaterio. Este es el caso de las lagunas mentales, las migrañas y la hinchazón, entre muchos otros.

Además, incluye distintos temas relacionados a la sexualidad durante el climaterio, como el uso de anticonceptivos, lubricantes e hidratantes vulvo-vaginales, pero también sobre las experiencias ya que más del 85% de la comunidad entrevistada manifestó haber experimentado cambios en la forma de vivenciar su sexualidad en esta etapa.

“Los datos nos permiten dimensionar el desconocimiento, la desinformación y poner sobre la mesa, problematizar para convocar e impulsar un verdadero cambio a partir, por ejemplo, de la política pública y es por eso que decidieron llevar a cabo el primer Informe sobre Climaterio y, así, dar puntapié al primer Observatorio de Datos sobre Climaterio y Menopausia de América Latina”, explica Milagros Kirpach, una de las iniciadoras de “No Pausa”.

Desde la organización indicaron que están trabajando para acabar con un estereotipo de “mujer menopáusica” que estigmatiza y no representa a la mujer del siglo XXI y “poder hablar sin límites, sin tabúes, sin miedos desde una mirada contemporánea, intergeneracional y con perspectiva de género”.
Para que esto cambie, se propone como misión lograr para el climaterio/menopausia lo que la sociedad, los estados y la industria de la salud han ignorado: visibilizar, informar, acompañar y mejorar la calidad de vida de las personas que van a dejar de menstruar.


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