Lecturas: “El tercer paraíso”, de Cristian Alarcón

Ganador del Premio Alfaguara a la novela 2022, el periodista Cristian Alarcón debuta en la ficción con un libro que entrecruza la historia personal y familiar, con la botánica. Un libro, que aunque narra distintas formas de violencia, es luminoso y esperanzador.

Cristian Alarcón es periodista, es el creador de la revista Anfibia y, desde hace muy poco, es además el ganador del premio Alfaguara de Novela 2022 por su debut literario con “El tercer Paraíso”. 
Aunque el Covid-19 no es un tema central en la trama, su novela le debe mucho a la pandemia. Fue en ese tiempo de encierro que Alarcón decidió dejarse llevar por la narración. El resultado es un libro que indaga en su propia vida, aunque nunca lo aclare, y en la posibilidad de la reparación, y que aunque abra y cierre con un entierro, es luminoso, apela a la esperanza, al amor, y a ese paraíso que, en definitiva, nos salva. Porque además de dos entierros, uno al principio, y otro al final, y muy por encima de ellos, hay jardines que desbordan, como “una ola inesperada”, y que así, cubriéndolo todo, nos acercan a la felicidad.
El libro se llama “El Tercer paraíso” y está estructurado en breves capítulos numerados que funcionan como capas que se superponen.


Por un lado, transcurre la historia del hoy y el ahora del escritor (sin nombre), al que la cuarentena encontró en un terreno comprado al sur de la ciudad de Buenos Aires. Allí adaptó un container como casa y tiene un terreno que ha decidido sembrar, con flores y verduras, como un modo de trazar el surco que lo conducirá a sus ancestros, y especialmente al jardín que tanto cuidaba su abuela. 


Por otro lado, el libro nos lleva hasta los primeros botánicos y exploradores, de distintos momentos históricos, como Alexander Von Humboldt, Carlos Linneo o Cayo Plinio, o los paisajistas Gilles Clement o Gerturde Jekyll (la hermana del Dr. Jekyll de Stevenson), hombres que comienzan a nombrar el mundo desde su raíz.


Y por último, cuenta la historia de un niño criado en un pueblo del sur de Chile, de precioso nombre sonoro, Duglipulli.
Esta historia se unirá a la del hoy y ahora porque ese niño, marcado sobre todo por la abuela y la madre, es el narrador. Y esa historia estará poblada por algunos jardines que vuelven a la memoria, pero también por algunas violencias puertas adentro, por una sexualidad que se define contra los deseos maternos; por una dictadura que los hará emigrar a la Argentina, más precisamente al Alto Valle de Río Negro.


Y es interesante cómo ese lugar, ese tajo en el desierto que es el Valle, resulta tan hostil y a la vez tan fundamental en el texto. El Valle es el lugar del destierro, con todo el peso que tiene esa palabra en el libro.


El Valle es el lugar de la pobreza. Hay escenas conmovedoras que transcurren en este lugar. Como esta: “Cada detalle de esa nueva vida le parecía asqueroso, sobre todo la letrina hedionda a la que debían ir en el fondo del terreno. Para el niño nada de eso tenía explicación. El niño repetía una pregunta: mamá, ¿por qué estamos tan pobres?”.


El Valle es, también, el lugar del dolor: el de una madre que en cierto modo debió hacerse sola, y que orilla la locura; y la del hijo, que sufría castigos, incluidas las inyecciones que pretendían arrancarle su homosexualidad.


El verde y la naturaleza que tanto se expande en su Chile natal, en su terreno de Buenos Aires o en las expediciones de los botánicos, es aquí, en este valle, un grupo de cactus con espinas que se clavan a la piel, o florcitas plantadas en macetas, cuidadas, sí, pero nunca desbordantes.


En palabras de Cristian Alarcón, en una entrevista con Hinde Pomeraniec para su programa “Vidas prestadas”, el autor definió “El tercer Paraíso” así: «La novela es sobre la búsqueda de la felicidad, no es otra cosa. Es una novela sobre esta contemporánea búsqueda de la felicidad en medio del éxito, el dinero, las posiciones, las carreras, el trepa, el arribista, el traidor, el que abusa, el que antes que al otro siempre pone lo propio, e incluso antes que el otro también pone la causa. La novela es la retracción al espacio privado, íntimo, del jardín pero también es el reconocimiento de esa ancestralidad en la que se sobrevivió a cosas peores”.


Si algo consigue Alarcón, como narrador y quizás protagonista de esta novela, es encontrar esa felicidad.
Para muchos, la pandemia fue sinónimo de huerta y de jardines. Para Cristian Alarcón, parece, fue además una suerte de ejercicio fértil, de sembrar memoria para cosechar esperanza, y perdón.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios