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Felipe Pigna explica el origen de los nombres de las calles

Siempre embarcado en temas fascinantes, Felipe Pigna promociona por estos días dos libros que escribió durante la pandemia: una investigación exhaustiva sobre Gardel y otra sobre personajes del pasado que dieron nombre a las calles de la Argentina.

Felipe Pigna (62) es historiador y probablemente el divulgador más famoso de la Argentina. Fana del Rojo, del prócer Juan José Castelli, de Juana Azurduy, de John Lennon, admite que puede ser un poco impaciente pero, ante todo, un tipo con “buena onda”.


Si bien nunca abandonó la docencia formal (actualmente dirige la Diplomatura de Historia Argentina del Siglo XIX de la UCES, destinada a docentes de todo el país), en las dos últimas décadas se entregó de lleno a la divulgación. Condujo junto con Mario Pergolini el famoso ciclo “Algo habrán hecho”, inspirado en sus libros Los mitos de la historia argentina (Telefe/Canal13), que obtuvo los premios Martín Fierro 2006 y 2007 al mejor programa cultural. También fue conductor de “Historia Confidencial”, por Radio Mitre, y de “Lo pasado pensado”, en la Rock & Pop, que ganó el premio Éter 2008 al mejor programa cultural de radio de la Argentina.

En la actualidad sigue al frente de la centenaria revista Caras y Caretas, escribe en Viva, conduce el programa “Historias de nuestra historia”, por Radio Nacional, y participa como columnista en las emisiones de Reynaldo Sietecase (Radio con Vos) y Gisela Busaniche (Radio Nacional). Y como si fuera poco, por estos días anda celebrando la publicación de dos libros editados por Planeta: “Calles para perderse y encontrarse en la historia argentina”, que nos lleva tras los pasos de los personajes célebres que inspiraron el trazado urbano; y “Gardel”, fascinante investigación que recorre la vida del Zorzal Criollo y que en pocos días presentará en Madrid.

P – ¿Dos libros juntos publicaste?
R –
Son las cosas raras de la pandemia. En realidad, el que se publicó ahora es Calles, pero también estoy en plena difusión de Gardel, un libro que trabajé durante estos dos años de encierro y que si bien salió hace casi un año, por la cuarentena casi pasó inadvertido.

P – ¿Calles aborda el detrás de escena de personajes que dieron nombre al trazado urbano de Buenos Aires o de todo el país?
R –
No se trata de una selección unitaria o porteñocéntrica de calles. El 70 por ciento de los actores históricos que desarrollo son de las provincias. El libro trata sobre personajes de nuestra historia y calles que están en todas las ciudades del país: Av. San Martín, Alvear, Belgrano, General Paz… Por la magnitud de la investigación, que supone un relevamiento de 2.050 calles, se puede armar un resumen de la historia argentina.

“El libro ‘Calles…’ trata sobre los personajes de nuestra historia que han dado nombre al trazado urbano del país”, aseguró sobre los actores históricos de este libro, que en un 70% eran del interior.


P – El espacio urbano parece un tópico que te interesa mucho. Tu libro sobre Gardel comienza precisamente con unas caminatas tuyas por Toulouse, tratando de imaginar cómo sería esa ciudad francesa cuando nació Carlitos, en 1890. ¿Qué viste poniéndote tus anteojos mágicos de historiador?
R –
Es cierto, me doy cuenta de que necesito conocer los lugares por donde pasaron las personas de las que hablo. Estuve en muchos sitios gardelianos, en Nueva York, Medellín, Uruguay, París, Madrid, Barcelona… Pero Toulouse fue especial. Me lo imaginaba a Carlitos siendo un bebé, y lo fuerte que debe haber sido remontar esa historia de abandono al volver a Francia como adulto. Quedan en pie el hospital La Greve, donde Berta lo dio a luz, y la casa adonde fueron a vivir apenas nació. A este edificio lo compró una empresa que alquila por AirBNB; se llama “Departamentos Gardel”. En Toulouse hay dos monumentos y dos calles que homenajean a Gardel.

P – ¿Cómo contrastaba esa Toulouse que expulsó a Berta Gardes por ser madre soltera, con la Buenos Aires que la recibiría junto a Carlitos poco después?
R –
Gardel tenía una famosa frase: “Nací en Buenos Aires a los dos años y medio…”. Porque evidentemente sentía que su vida comenzó en la Argentina. La Toulouse de entonces era una ciudad de provincias, con todos los resquemores patriarcales imaginables, que llevaron a que se condenara brutalmente a una chica embarazada y abandonada por su pareja. Berta tenía una conocida viviendo en Buenos Aires, que le aseguraba que allá había mucho trabajo para las planchadoras francesas. Berta cruzó el océano con su hijo y se instalaron en un modesto conventillo de la zona porteña de Tribunales, en la calle Uruguay. Ahí comenzó la historia de Gardel.

Ya siendo un chico, empieza a patear el barrio repartiendo las camisas de su madre. La clientela de Berta trabajaba o vivía en la zona de los espectáculos -la Corrientes Angosta-, donde se concentraban los teatros, las redacciones de diarios y los cafés literarios. Carlitos fue empapándose de ese ambiente cultural, pero en sus andanzas también se fue desplazando hacia el otro foco potente de aquella Buenos Aires de comienzos de siglo: el Mercado de Abasto.

En una época de mucha movilidad interna de la Argentina, el Abasto se había convertido en un gran mercado concentrador de productos que venían de todo el país, y naturalmente se organizaban peñas de gente de todas partes que cantaba milongas, chacareras y zambas. En esa Babel popular confluían los inmigrantes europeos de sectores populares y quienes migraban desde las provincias.

Pigna está difundiendo estos días dos nuevos libros editados por Planeta: “Calles para perderse y encontrarse en la historia argentina” y “Gardel”.


P – Aunque Gardel es un personaje paradigmático del Río de la Plata y de “la porteñidad”, el folclore es lo que alumbra sus raíces musicales. ¿Cómo era su vínculo con las culturas de nuestras provincias?
R –
Carlos fue esencialmente un cantante folclórico hasta 1917, cuando se animó a grabar el tango “Mi noche triste”. Hasta sus 27 años, todo su repertorio era de cifras, milongas, valsecitos… Escuchaba atentamente a los payadores, que ya empezaban a incluir temáticas urbanas en sus improvisaciones. Carlos nunca abandonó sus raíces; siempre mantuvo la parte folclórica de sus conciertos. Al público le encantaba.

P – En el libro contás un episodio memorable que hoy se convertiría en videito viral: un duelo de payadores entre Gardel y el guitarrista uruguayo José Razzano, cuando apenas se conocían y aún no habían conformado su famoso dúo.
R –
Fue en 1911. La payada era muy común en esa época, como las batallas de rap de ahora. Se hacía en la calle, en bares o en alguna casa particular. Invitaban a dos para que payaran y así se pasaba el rato. Esa vez juntaron a Carlitos y a Razzano, que no se conocían y, por lo tanto, no habían conformado aún su dúo famoso. El Oriental y El Morocho.

Dicen que ese día estaba presente un payador célebre, José Betinotti, que después al escuchar a Gardel lo bautizó en el acto “El Zorzal criollo”. Sin saberlo, todos ellos estaban protagonizando un fenómeno cultural trascendente: la paulatina desaparición del payador rural para dar paso al cantor popular, que fue antecedente del cantor de tangos. Hay una famosa payada de Gabino Ezeiza que duró más de dos días. También eran muy conocidas las payadoras anarquistas, un grupo de mujeres que difundía sus reivindicaciones improvisando a pedido del público.

P – ¿Qué simpatías políticas tenía Gardel? En el libro señalás que cantó varias veces en actos del partido conservador, pero que también tuvo una activa participación en la primera organización gremial de músicos de la Argentina.
R –
A Gardel no le interesaba la política pero tenía un fuerte compromiso social. Era muy generoso, tenía muchos amigos en el partido socialista. Por eso no hay contradicción. Pero son ciertas esas actuaciones que hizo para los caudillos conservadores, aunque fueron siempre a cambio de favores, por conveniencia. Incluso llegó a hacer una gira apoyándolos en 1916, con miras a las presidenciales donde finalmente gana Hipólito Yrigoyen.

“Carlos Gardel fue esencialmente un cantante folclórico hasta 1917, cuando se animó a grabar un tango por primera vez”, explicó Felipe Pigna, historiador, escritor y uno de los divulgadores más famosos.


P – ¿Y vos qué pensás sobre esas tensiones que pueden darse a partir del posicionamiento político de una figura pública, y los efectos de esto sobre su actividad? ¿Es compleja la búsqueda de la objetividad, como historiador, teniendo una postura política asumida?
R –
El tema pasa por la honestidad. La objetividad es una pretensión ajena a la humanidad. Ni los jueces logran ser objetivos, así que un historiador tampoco. Me refiero a que, si voy a hablar del peronismo, definitivamente tengo que contar lo bueno y lo malo. No puedo meter bajo la alfombra un hecho porque me caiga mejor o peor el personaje. Pongo como ejemplo un caso histórico que me pegó fuerte: Hipólito Bouchard. Un tipo que luchó a las órdenes de San Martín y que tuvo una vida impresionante en defensa de la libertad. Pero… Bouchard terminó muerto en Perú a manos de sus esclavos, a quienes maltrataba. Por más fascinación que me provoque la figura de Bouchard, semejante dato no se puede soslayar.

P – ¿Hay recelo en el ámbito académico hacia quienes se dedican a la divulgación?
R –
Claro que existe, pero me parece un error de parte de ellos. Hay algo endogámico en muchos historiadores, como si nuestra disciplina consistiera en debates internos que puertas afuera no pueden comprenderse. Igual voy notando cambios, supongo que a partir del trabajo de quienes hacemos divulgación.


P – ¿Qué lectura hacés de este tiempo que nos toca vivir, a todas luces excepcional? Una pospandemia mundial, crisis energética y ambiental, una nueva guerra que hace tambalear la economía en todo el planeta… ¿Se puede hacer un análisis histórico en tiempo real?
R –
Existe una disciplina actual que se llama “historia inmediata”. De hecho, semanas antes de que estallara el conflicto Rusia-Ucrania, el gran historiador israelí Harari había augurado:”Ya no habrá más guerras”. Lo respeto muchísimo a Harari, pero el mundo está tan complejo, que mejor no profetizar.

Me apena ver imágenes del siglo XX en la segunda década del XXI, ¡parecen de la Segunda Guerra! Lo concreto es que el mundo entero está afectado por una guerra que es una locura de responsabilidades compartidas, tanto por la violencia de Putin como de la OTAN y EE.UU., que también muestra su crueldad y ambición aprovechando la coyuntura para vender gas un 60% más caro a países en emergencia. También se están vendiendo armamentos, en volúmenes nunca vistos, para la llamada “guerra preventiva”. Salvo la pobre gente de Ucrania, no hay buenos en esta guerra. Y además esta la alarma ecológica extrema que nadie escucha… Hay un proverbio mapuche que tengo siempre presente: “Al mundo nos lo dan nuestros hijos para que lo usemos y lo dejemos mejor de como lo encontramos”.

Por Ximena Pascutti.-


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