Plantas autóctonas: olivillo, charcao y la huella

En esta oportunidad, repasamos algunas especies autóctonas, con foco especial en aquellas que conocemos como “plantas grises”. Un repaso por cada una de estas variedades, de la mano de la profesora de Botánica, Adriana Bünzli.

En esta ocasión, el análisis de plantas autóctonas abarcará a las “plantas grises”. Estas presentan follaje de color gris debido a la gran proporción de pelos, tanto sobre las hojas como en los tallos. Algunos ejemplos de plantas de nuestra región son la zampa, el olivillo, el charcao y la huella.


Estas especies, conocidas como xerófitas, están provistas de dispositivos que impiden la pérdida excesiva de agua. Esas adaptaciones morfológicas también incluyen sistemas radicales muy profundos, hojas y tallos modificados en espinas, hojas reducidas o compuestas, plantas sin hojas, y órganos suculentos.

“Las xerófitas son plantas que pueden soportar grandes sequías, a veces de varios años; y suelen presentar una gran variedad de adaptaciones que les permiten sobrevivir en climas desérticos o lugares rocosos”, explica Adriana Bünzli, profesora de la cátedra de Botánica de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCo.

– El “olivillo” tiene de nombre científico Hyalis argentea, que proviene del griego y significa “transparente”, aludiendo al color de su follaje gris ceniciento; y, argentea del latín argentum, que significa plata. Se nombró así por ser de follaje plateado y por la suavidad de sus hojas.

El “olivillo” de la barda, del mismo modo que el “Botón de oro”, pertenece a la familia Asteraceae. La variedad de “olivillo” presente en nuestras bardas es común en los médanos del centro y este de la Argentina, llegando hasta el norte de Chubut. Ocupa suelos removidos, por lo que es frecuente observarla al costado de los caminos. Es un subarbusto, con largos tallos subterráneos horizontales u oblicuos, de 4 a 5 milímetros de diámetro. La presencia de estos órganos la convierte en una especie que se propaga con facilidad en suelos sueltos.

La “huella”, con una flor muy hermosa y característica.


Los tallos aéreos son ramosos, y sus hojas se muestran alternas (una por nudo), uniformemente distribuidas por todo el tallo, sésiles (sin pecíolo) y la forma de la lámina es lanceolada, con el ápice agudo. Las flores son rosado-violáceas que se agrupan en capítulos (inflorescencias parecidas a una margarita) numerosos y ubicados en el ápice del tallo floreciendo en noviembre.

– El “charcao”, cuyo nombre científico es Senecio filaginoides, deriva del latín senex (viejo), aludiendo quizás a los pelos blancos que acompañan el fruto de lagunas de sus especies; y filaginoides, por los pelos.

Es un arbusto hemisférico de 0,5 a 1 metro de alto, densamente ramoso y de color verde ceniciento. Según explica Bünzli, “los tallos cilíndricos son muy pilosos y hojosos hasta el ápice; y su follaje es muy atractivo”. Sus hojas son alternas, lineales, y pequeñas, cubiertas de pelos finos plateados por lo que pueden sentirse sedosas al tacto. En cuanto a las flores, se disponen en capítulos. Las flores amarillentas o rosadas florecen en verano, entre diciembre y febrero; y el fruto aparece entre febrero y marzo.

Según la experta, esta especie -como otros integrantes del género- presenta un fuerte aroma, producto de la presencia de aceites esenciales. La aromaticidad es un carácter que colabora para su reconocimiento Suele vegetar en sitios arenosos y áridos desde Tucumán a Santa Cruz y es muy común en los distritos occidental y central de la estepa. Se trata de una planta que coloniza rápidamente los suelos deteriorados, por el sobrepastoreo o por los procesos eólicos; y su fácil cultivo y adaptación la hacen ideal para jardines áridos. El humo producido por esta planta se usa para curar el moquillo a los caballos y para ahumar carne de potro.

El “charcao”, que llama la atención por sus colores.


– La “huella” -o “malvavisco”- es científicamente conocida como Sphaeralcea mendocina. Es un subarbusto de 20 a 40 centímetros de altura, de color grisáceo y con las hojas profundamente divididas y de flores de color rosado a malva. “Es una especie endémica de Argentina, y se la encuentra en las provincias de Mendoza, San Luis, Buenos Aires, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut. Es típica de la región del Monte y crece entre los 0 y 1500 metros sobre el nivel del mar, de manera frecuente en picadas y desmontes”, dice Bünzli.

Es importante recordar que existe una rama de la geografía llamada “fitogeografía” que da cuenta de la relación entre la vida vegetal y el medio terrestre. También se conoce como la ciencia que estudia el hábitat de las plantas en la superficie terrestre. La distribución de las plantas está relacionada con varios factores que se interrelacionan de maneras muy complejas, entre ellos se consideran los requerimientos que cada especie tiene de determinado tipo de suelo y clima. En este sentido se configuran mapas que dan cuenta de la distribución de las distintas especies y las áreas resultantes se denominan provincias fitogeográficas. La zona de nuestro país en la que está ubicado el Alto Valle de Río Negro y Neuquén corresponde la provincia fitogeográfica del Monte.


En esta ocasión, el análisis de plantas autóctonas abarcará a las “plantas grises”. Estas presentan follaje de color gris debido a la gran proporción de pelos, tanto sobre las hojas como en los tallos. Algunos ejemplos de plantas de nuestra región son la zampa, el olivillo, el charcao y la huella.

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