Psicopedagogía: El peso de poder reconocernos

Para reconocer al otro como tal, primero es necesario conocernos nosotros mismos. Pero, ¿estamos acostumbrados a este ejercicio?

Tal vez puedan coincidir conmigo que hay palabras o hechos que marcan un quiebre en alguna forma de pensar o actuar, que transforman vidas o acompañan a modificar algún aspecto de nuestra experiencia humana.


Puedo relatar miles de momentos en primera persona, hoy quiero hacer hincapié en una en particular. Fue cuando comprendí cómo se utiliza la fuerza en las artes marciales. Una de las herramientas es utilizar la fuerza del otro. Es decir, no se va contra el otro, por el contrario, es utilizada a favor propio. Escuchar esto y vivenciarlo me ayudó a enlazar algunos conceptos. Violencia, reacción, actitud, el otro, yo.

Empezaré de atrás hacia adelante: Yo. Dos letras, complejidad absoluta. Construirnos como personas puede llevarnos varias vidas. Desde el nacimiento comenzamos este proceso de individuación con sus grandes dificultades. Una de ellas es mirarnos en otro espejo.

Espejo. Una actividad recomendada por varios investigadores es poder mirarse en él. Desde pequeños, desde bebés. Reconocerse. Observarse. Jugar con la propia imagen. Allí también nos lleva el teatro. Cuando nos dicen que practiquemos gestos frente al espejo. Solo con la intención de experimentación. Ni más ni menos.

¿Cuánto tiempo podemos dedicar a reconocernos? Es un ejercicio diario ya que somos diferentes cada día. En general no le dedicamos mucho espacio a esta práctica. Hacemos y cumplimos. Nos alejamos de nuestras emociones, de nuestro ser. Terminamos siendo seres consumistas sin originalidad, aunque eso dice nuestra huella digital, que no hay uno igual a otro.

Elegir ser padre o madre es un acto de amor insuperable, mirar a un ser diferente a mí.


Hablemos del otro. Ese ser diferente a mí. Para reconocerlo como tal es indispensable reconocerme a mi mismo. Suena obvio, ¿verdad? No lo es. Por lo menos no en los hechos.

Porque en este mecanismo de acción y reacción se observa claramente que, al no estar centrados en uno mismo, nos dejamos llevar por la fuerza del otro. Si estuviese frente al público, en este momento dejaría un espacio de silencio para dejar que nuestro espíritu nos lleve a todos esos ámbitos donde reaccionamos desde otro. Intentaré ejemplificar: reaccionamos por ejemplo ante un insulto, “HDP, correte de ahí”. Esta supuesta provocación puede dar como resultado una reacción violenta. Ahora, con mi introducción asocio lo siguiente; si yo sé que no soy HDP (con toda la carga que lleva ese insulto) y logro centrarme en mi ser, en mi yo, único e irrepetible, podría simplemente hacer caso omiso a esa expresión, desarmo de tal forma la aparente provocación. De este modo logro reconocer que la fuerza del otro no me pertenece, buena o mala.

Si puedo asentarme en mi propio ser, entonces podré actuar en consecuencia para tener una vida más saludable conmigo y para con el resto.

Es bastante sencillo si podemos mirarnos en el espejo. Mirar sin juzgar. Evitar esos comentarios comerciales del lindo o feo, gordo o flaco, me parezco a tal o cuántas cosas. Solo mirarnos. Reconocernos. Que el pensamiento entre en silencio, un rato.


Nacimos y aunque nos pudieron ayudar a respirar, el aire que ingresa a nuestro cuerpo es nuestro, el último suspiro también. Que sea también nuestro todo lo que transcurra en el mientras tanto.

Animarse a sanar heridas del pasado es un ejercicio recomendable. Seguir cargando con mandatos y frustraciones es ir en contra de nuestra fuerza. Es engancharnos en la pelea que tal vez sea de otro.

¿Cuál es nuestra elección de vida? Probablemente sea lo que podamos en cada instante. Y es muchísimo.

Elegir ser padre o madre. Mirar a un ser diferente a mí, es un acto de amor insuperable. Ejercerlo desde el amor que permita respirar, en la comprensión y respeto es un ejercicio diario. Implica todo lo expuesto anteriormente. Conocer mis frustraciones, mis limitaciones, entender que el otro, mi hijo es ser diferente a mí. Puedo y debo acompañar y para no repetir heridas, es necesario mirar las propias, sanarlas. De este modo los seres tan amados por nosotros podrán tener su propia fuerza. Única, irrepetible.

Por Laura Collavini (laucollavini@gmail.com).


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios