Entrevista a Jorge Yoma: 2001 “Fue la implosión de la coalición gobernante”

Protagonista de las reuniones en las que se decidía una salida para el país, el exsenador cuenta los entretelones de aquellos días dentro del Congreso, con la presión de las protestas afuera. Además, da detalles de una reunión con los jueces de la Corte menemista en su propia casa.

Jorge Yoma vivió desde lo más cerca del poder el estallido de 2001. En reuniones a toda hora dentro del Congreso, en Olivos y hasta en su propia casa, el entonces senador peronista fue parte de las deliberaciones políticas para encontrar una salida institucional a la crisis. “El propio partido gobernante entregó a su presidente, en un acto de una irresponsabilidad pocas veces vista”, advierte.

En una charla con este medio, el riojano cuenta los entretelones de las discusiones dentro del PJ y con el radicalismo. Además, revela detalles de la “extorsión” de los jueces de la Corte Suprema menemista en una reunión donde él mismo hizo de anfitrión, y que terminó en una escapada insólita.

¿Qué recuerda de la antesala de la crisis?

Era un momento muy complicado. No recuerdo otro momento así para el sistema político. El pueblo rodeando el Congreso y pidiendo “que nos vayamos todos”, y nosotros dentro del Congreso sesionando y tratando de sacar adelante el país. Fue una crisis política, más que económica, porque fue la implosión de la coalición gobernante. A (Fernando) De la Rúa lo entregó el radicalismo. Primero fue la renuncia del vicepresidente denunciando al presidente de corrupción, y después, cuando De la Rúa anunció el “corralito” y se produjo la situación en las calles, dictó el estado de sitio y propuso al peronismo que lo acompañe en un gobierno de coalición para salir de la crisis, sin romper el esquema económico de la convertibilidad, lo que podía producir una escalada hiperinflacionaria.

¿Cómo reaccionaron a esa propuesta?

Estábamos en el Senado analizando la propuesta de De la Rúa junto a (Humberto) Roggero y vino Carlos Maestro, el presidente del bloque radical, a decirnos que el partido quería que De la Rúa se fuera y a pedirnos que no le aceptemos ninguna propuesta. El partido radical quería que De la Rúa se vaya. El propio partido gobernante entregó a su presidente, en un acto de una irresponsabilidad pocas veces vista. Es más: ellos acompañaron políticamente nuestra decisión de que (Ramón) Puerta fuera el presidente del Senado y (Eduardo) Camaño de Diputados. (Raúl) Alfonsín llamó a un par de colegas diciendo que ellos estaban para apoyar una gestión de transición del peronismo y que el partido le había perdido confianza al presidente. Definitivamente fue una crisis auto-infligida por la Alianza, que se podría haber salvado económicamente corrigiendo algunos aspectos. Lo que desató la indignación popular fue una medida equivocada, que fue limitar el retiro de efectivo a 250 pesos por semana. Lo que volcó a la gente a las calles fue la falta de efectivo.

¿El peronismo estaba dispuesto a acompañar?

Sí. Es más: De la Rúa nos había propuesto que el peronismo pusiera al jefe de Gabinete. Puerta hablaba con De la Rúa de manera directa y le manifestaba al presidente que el peronismo estaba para acompañar, no queríamos que se cayera el gobierno. Estábamos en el medio de las deliberaciones a ver si aceptábamos o no, cuando vinieron y nos dijeron eso. Finalmente Roggero salió a decir que no aceptábamos integrar un gobierno de coalición. El gobierno ya no tenía sustento político.

¿Cómo vivió esos días?

Mis hijas veían la televisión en mi casa de Belgrano y veían a la gente agolpada en el Congreso. En un momento me llamó mi mujer y me dijo que las chicas estaban impactadas con lo que estaba pasando. En la esquina de casa estaban las asambleas de ahorristas reunidas con las cacerolas. La gente rodeaba el Congreso y nosotros estábamos ahí adentro tratando de elegir un presidente. Así que le pedí a la policía del Congreso que me llevara a mi casa para que me vieran mis hijas. Salí acostado en el asiento de atrás de un patrullero que entró de culata por la entrada de Riobamba. Fui a mi casa, saludé a mis hijas y me volví al Senado de la misma manera.

¿Cómo se negoció la designación de presidentes?

Se mezclaba la crisis con las especulaciones políticas. Una de las reuniones se hizo en mi despacho, y en la primera instancia le pedimos a (Eduardo) Duhalde que asumiera. Él había ganado, era senador y era el candidato presidencial del peronismo. Y Duhalde nos respondió “tengo problemas con la Chiche, la Chiche no quiere” (risas). Entonces llamó (José Manuel) De la Sota, llamó (Carlos) Ruckauf, llamó (Néstor) Kirchner. Todos querían asumir, pero hasta completar el mandato. Ninguno quería asumir para llamar a elecciones, que era la decisión del peronismo. En el Senado, Puerta comenzó a preguntar quién se hacía cargo, y Kirchner dijo “hay uno que quiere ser”. Era Adolfo Rodríguez Saá. Entonces Adolfo pronunció una frase histórica: “Yo voy por una hora, por un mes, por una semana, por dos días. Yo me hago cargo”. Lo que pasó fue que luego comenzó a producir hechos que indicaban que no había asumido para llamar a elecciones, sino que quería quedarse, rompiendo el pacto implícito entre gobernadores peronistas. Ahí se produjo la segunda crisis. Se tuvo que hacer cargo Camaño y convocar a la Asamblea Legislativa. Fuimos a verlo a Duhalde y le dijimos “tenés que ser vos”. Su nombramiento produjo una tranquilidad política, pero había que resolver el tema del “corralito”. Fueron meses de un estado deliberativo permanente, de una angustia muy grande. Volvíamos a nuestras casas y estaban los ahorristas en las puertas.

¿Recuerda algún episodio en particular?

Una vez tuve mucho miedo. Duhalde me pidió que intercediera ante la Corte Suprema de (Carlos) Menem, que estaba presionándolo: o les levantaban todos los pedidos de juicio político que tenían en el Congreso, o ellos volteaban la pesificación, lo que significaba una guerra civil. Hicimos una reunión en mi casa: fueron (Julio) Nazareno, (Eduardo) Moliné O’Connor, todos los jueces, y yo con Camaño y Roggero, mientras estaban las cacerolas en la esquina. Fue una reunión tensa, porque a ellos no les interesaba nada lo que estaba pasando a la vuelta, lo único que querían era que les levantáramos las causas. Mi mujer me retaba, me decía “para qué traés a estos tipos acá” (risas). Entonces primero salió Roggero por la cochera, y a los cinco minutos me llamó y me dijo que estaba Crónica en la puerta de mi edificio… Yo tenía una camioneta Van, le dije a mi chofer “sacálos de acá”. El garaje estaba en el subsuelo. Se metieron adentro de la Van. Fue lo más bizarro que vi en mi vida: el presidente de la Corte sentado en las rodillas del vicepresidente de la Corte, todos adentro de la Van. Se abrió el portón y salieron. Y me llamó mi chofer para decirme que no había nadie. Había sido una broma de Roggero (risas).

Usted compartió el Senado en aquel momento con Cristina Kirchner…

Sí. Habíamos formado un mini bloque dentro del PJ, con Cristina, (Jorge) Busti, (Liliana) Negre de Alonso, otros senadores y yo. Cuando se votó la salida de la convertibilidad, Cristina fue la única que no la votó, y viéndolo en perspectiva, tenía razón, porque la salida de la convertibilidad significaba un proceso inflacionario y ella lo dijo con números. Pero estábamos en medio de la crisis, el presidente nos pedía eso y era el presidente que habíamos elegido nosotros, así que votamos la derogación y Cristina se abstuvo.


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