Entrevista con Paz Martínez: «Crecí entre Beatles y Chalchaleros»

El exitoso músico y cantante, autor de decenas de éxitos, celebrará sus 50 años como artista con un show que podrá seguirse por streaming, el próximo sábado a las 21.

Enrollado en una frazada, tirado sobre el piso de baldosas de su casa en el pueblo de Ezeiza, Beto Gurvich escuchó por primera vez a Los Beatles. Todavía faltaba mucho tiempo para que conociera a Paz Martínez. 

Norberto Gurvich nació en San Miguel de Tucumán en 1948, pero a los seis años, se mudó con su padre, el “Ruso” David, su madre, Fortuna Martínez Paz, y su hermano a una zona rural de Ezeiza, no muy lejos del aeropuerto internacional.  

Allí pasó su infancia y encontró la vocación que le dio una vida: la música. Autor y compositor, músico y cantante, por estos días celebra 50 años de aquella vocación que lo convirtió en uno de los artistas populares más destacados de su tiempo. Parte de esos años son de Norberto Gurvich y parte, de Paz Martínez.  

La celebración incluye un concierto desde el escenario de “El Templo” Espacio Cultural, que podrá verse, en vivo, el próximo sábado a través de la plataforma Ticket Hoy. Allí presentará “Ciclos”, su más reciente disco, junto a un repertorio de clásicos de su autoría y un momento a la carta donde tocará todo lo que le pidan.  

Los Beatles y Led Zeppelin, la década de oro del folclore, Palito Ortega, Violeta Rivas y el Club del Clan, la guitarra de David y Fortuna, Cosquín, Sandro, Madonna, las telenovelas, Rodrigo, Mercedes Sosa, amores piratas y una capacidad inexplicable, pero infalible hicieron de este artista una máquina de hacer hits para todo público, canciones que son parte definitiva del inconsciente colectivo argentino. 

¿Madonna? Sí, porque en 1995 Paz Martínez tradujo al español la canción “You’ll see” a pedido de la propia Madonna, por cierto, quien la incluyó en ediciones latinoamericanas del disco “Something to Remember”.  

En una extensa entrevista telefónica con Río Negro, Paz Martínez repasó su vida desde su llegada a Ezeiza hasta estos días en los que celebra medio siglo de música. 

P: Nació en Tucumán, pero casi toda su vida la pasó en el Gran Buenos Aires.  

R: A los 6 años me vine a Buenos Aires porque mi padre, David Gurvich, era porteño. Llegó a San Miguel y conoció a mi mamá Fortuna Martínez Paz. Nos vinimos a vivir al pueblo de Ezeiza, primero al barrio Justicialista, un barrio de chalecitos muy bonitos antes de llegar al aeropuerto. Después, mi viejo consiguió una casa en el pueblo de Ezeiza propiamente dicho, en un lugar que se llama Villa Guillermina. Ahí viví hasta los 19 años, pasé toda mi infancia y adolescencia en un lugar con callecita de tierra donde jugábamos hasta el cuerpo aguantaba. La casa que alquilaban mis viejos estaba ubicada en una manzana cuya mitad era una alameda y en la otra mitad había dos casas de fin de semana; más allá había un arroyito y nada más. Todo lo demás era campo. Me pregunto qué dirían mis viejos si lo vieran hoy al lugar: ¡se perderían! (risas). 

P: ¿Cómo eran sus padres y su vida en aquel tiempo? 

R: Mi viejo era gráfico, se iba a as 4:20 y volvía a las 8 de la noche. Tenía que tomar varios transportes para llegar porque laburaba ¡en Beccar! De Ezeiza a Beccar todos los días, imaginate. Y mi vieja se tenía que arreglar para manejar esa casa. Yo tenía un hermano mayor, no teníamos nada que ver salvo el fútbol porque nos encantaba jugar a la pelota. Una pelota Pulpo que no había regalado un vecino que venía los fines de semana a unas de esas casas. En lo demás no coincidíamos en nada: el de Boca, yo de River; él jugaba de arquero, incluso llegó hasta la cuarta de Ferro, yo era mediocampo para arriba, a mí me gustaba la música y a mi hermano no. El practicaba boxeo… con mi nariz. Me ponía un cabezal relleno de pasto seco (risas). 

P: ¿Cuándo aparece la música en su vida? 

R: La música apareció en mi vida a los 14 años por mi viejo David. Mi mamá cantaba maravillosamente bien y en mi casa la radio sonaba todo el día, no teníamos televisión. Mi viejo cantaba mal, pero le ponía entusiasmo, digamos (risas). Sin embargo, el disparador de todo lo que tuvo que ver con la música fue mi viejo porque me regaló una guitarra a los 14 años. Yo quería un piano, pero qué piano iba a tener. Como me dijo Javier Martínez, de Manal: “Te regalaron el piano de los pobres” (risas) Era así, tener un piano en la casa era casi imposible. Nunca vi un piano en la casa de nadie en aquella época, en la de ningún amigo, nadie tenía. Con esa guitarra me abracé a la música para siempre.  

El conjunto con el que Norberto Gurvich grabó el himno a Cosquín

P: ¿Qué se escuchaba en esa radio que sonaba todo el tiempo? 

R: Se escuchaba el Club del Clan, Violeta Rivas, Palito Ortega, Donald con “Las olas y el viento”. Pero yo soy absolutamente fanático de Los Beatles. Recuerdo cuando escuché por primera vez “Love me do”: estaba tirado en una frazada en el piso de baldosas. Y escuché eso en la radio. Pero, ¿qué es eso?, me pregunté. Me llamó poderosamente la atención esa canción. Después, con los años y con el conocimiento de la música que tuve, me di cuenta por qué me había llamado la atención. Lennon, McCartney y todos allá en Liverpool eran fanáticos del blues. Lennnon y McCartney quisieron componer un blues en “Love me do”, ese tipo de música yo no había escuchado nunca en la radio. Y puedo decir que fue un momento fundacional para mí. 

Pero también estaba el auge del folclore argentino. Yo me crié entre Los Beatles y Los Chalchaleros. Yo creo que la razón de ese auge, o al menos una de ellas, fue cuando nuestros grandes poetas se pusieron al servicio de la canción popular. Y allí salieron obras cumbres del folclore argentino. En todas las casas, si no había un bombo o una guitarra, había una mesa y eso nos servía para golpear y tocar “Zamba de mi esperanza”. El folclore fue una influencia muy fuerte también. 

P: Volvamos a aquella guitarra, ¿qué pasó allí? 

R: Había una razón para el regalo del viejo David. En el colegio secundario, mis compañeras leían la revista Para ti que tenía una página de enseñanza de guitarra y eso me llamó la atención. Entonces, una vez, agarré la revista para ver qué era eso de la enseñanza de guitarra y me encontré con dos zambas, “Alma de nogal” y “La atardecida”. La primera estaba en do mayor y la otra en mi menor. Estaba la letra de la canción y, debajo de cada sílaba, un acorde. Y al costado, dibujado, cómo era el acorde, cómo era la posición de los dedos en el mango de la guitarra. Me fui a mi casa, agarré una madera y dibujé seis líneas, que eran las cuerdas. Mi viejo me vio practicando los tonos en esa madera. Para mi cumpleaños me regalaron la guitarra. ¡Listo! Al año ya estaba tocando más que todos mis amigos que tocaban. Me encantaba, me pasaba todo el día con la guitarra. Fue un universo. 

P: ¿Cuál fue su primer repertorio de canciones? 

R: Como yo cantaba y éramos un grupo de amigos que tocábamos la guitarra enseguida armábamos conjuntos vocales. Yo me daba cuenta cómo se podían armonizar los grupos vocales para hacer diferentes voces. Folclore, todo folclore. Una sola vez tuvimos un grupo de música pop, pero hasta ahí nomás porque también a veces le metíamos un paso doble (risas). En los carnavales de aquella época había deferentes pistas para bailar, una de tango, otra para el folclore y había siempre un grupo de jazz, acordeones, guitarras eléctricas. Fue ahí donde vi por primera vez una guitarra eléctrica.  

Trío San Javier, el primer gran exitoso d quien luego sería Paz Martínez.

P: Tocaban folclore, pero no todo fue folclore, ¿o sí? 

R: Tocábamos folclore, pero… allá en Ezeiza había una carnicería donde mi madre siempre me mandaba a comprar. Y uno de los hijos del carnicero estaba siempre tocando la guitarra con un papel adelante. Era una partitura, leía música. Ese chico, hijo del carnicero, era Paco Vilar, mi gran amigo. Con él hacíamos las canciones de moda, las del Club del Clan. 

Armamos un grupo de pop que se llamaba Cosa Nostra y yo veía fotos nuestras y qué Cosa Nostra, unos nenes éramos (risas) Pero nos pusimos Cosa Nostra. Grabamos un disco para la Polygram, pero no pasó nada. Lo googlee por todos lados y con el nombre Cosa Nostra nunca apareció nada de aquel grupo, eran todos mafiosos los que aparecían (risas). 

P: ¿En qué momento se dio cuenta de que iba a pasar algo con la música? 

R: Éramos tres amigos de Villa Guillermina: Paco Vilar, Roberto Rodríguez y un muchacho de Monte Grande que se llamaba Héctor Quattromano. Con ellos armamos un conjunto para grabar un himno para el festival de Cosquín que habían escrito Waldo Belloso y su esposa Zulema Alcayaga. Héctor nos cuenta de esta oferta y nos ponemos a ensayar.  

Esa canción, que es “Cosquín empieza a cantar”, es una obra que tiene la particularidad de incluir diferentes ritmos del folclore argentino, que empieza como una baguala, pero es muy extensa y va cambiando de ritmos. Esa versión que grabamos de “Cosquín empieza a cantar” se pasó durante 35 años en el festival y no teníamos nombre. Nos pusimos Los Cantores del Rosario porque uno de los chicos del grupo tenía un rosario colgado. Se pasó esa versión original de Los Cantores del Rosario, con Waldo Belloso, Domingo Cura en percusión. En ese momento me di cuenta de que ese era el camino, el camino de la música. 

P: ¿Qué pasó después? 

R: Me separé del grupo, pero seguimos en contacto porque éramos amigos. Me reemplazaron por otro queridísimo amigo, Oscar Cacho Wooley. Empecé a cantar en festivales, con Waldo Belloso hacíamos un espectáculo que se llamaba Música América. Ahí me empezó a verme gente de otros conjuntos folclóricos, pero yo no quería cantar, quería ser músico. Hasta que un día vino a mi casa, un sábado a la tarde, un músico que cantaba maravillosamente bien, el mejor registro bajo que yo haya escuchado en conjuntos vocales, mi querido amigo Pedro Favini, para proponerme armar un trío, junto a su cuñado José Ragone. Y armamos el Trío San Javier.  

Éramos todos tucumanos, pero ellos se enteraron después que yo también lo era porque fueron a mi casa de Ezeiza donde yo vivía desde hacía años. Ese conjunto vocal de tucumanos se formó en el Gran Buenos Aires (risas). 

Fue un éxito, le cantábamos a la familia, sonábamos en las fiestas familiares. Ellos, Pedro y José, eran de descendencia italiana y estaban muy acostumbrados a ese tipo de fiestas familiares, a comer, divertirse y cantar. Estuve ocho años en el trío hasta que, en 1982, llevé cuatro canciones inéditas mías a la discográfica en la que grabábamos con la ilusión de que las grabase Sandro. Me acuerdo que la directora artística me miró y me dijo por qué mejor no las grababa yo. “Porque formo parte del Trío San Javier”, le respondí. E inmediatamente me propone una carrera solista. Ahí nace Paz Martínez.  

P: ¿Cómo fue que tomó los apellidos de su madre para su nombre artístico? 

R: ¡Pura casualidad! Empezamos a probar nombres y entre ellos se me ocurrió dar vuelta el orden de los apellidos de mi madre. Y funcionó. 


«Qué par de pájaros» (1985) y «Amor pirata» (1987), los discos que lanzaron la carrera solista de Paz Martínez.

P: ¿Cómo fue tomar la decisión de abandonar un grupo tan exitoso como era el Trío San javier para largarse a una carrera solista? 

R: Fue muy difícil. Yo estaba casado y ya tenía dos hijos chiquitos. Peo siempre digo que mi carrera se explica por las condiciones que tengo desde lo musical, pero también por la familia que siempre tuve detrás, especialmente mi mujer.  Irte de un grupo en esa época era muy peligroso porque no funcionaba. El que se iba de un conjunto, fracasaba. Pero mi mujer fue muy clara, nosotros te vamos a acompañar, me dijo. Grabé y durante un año y medio nos comimos todos los ahorros. Sin trabajar, sin nada. Hasta que una canción mía aparece en un concurso, aclaro que nunca me gustaron los concursos porque nunca gana la mejor canción, pero tuve que participar porque me lo pidió la gente de la discográfica con una canción con la seguridad de que iba a ganar. Y ganó, pero cuando dieron el nombre del ganador, la canción perdió. Era “Que par de pájaros”. Todos me habían dicho que había ganado, los músicos, todos, y cuando dijeron otro nombre… qué pasó, dije. Pero mi canción sonó en todo el país porque el concurso se pasó por tevé para todo el país y, aunque no ganó, “Que par de pájaros” se hizo popular. Después de eso vino “Amor pirata”. 

P: Dos canciones que son parte de una misma historia contada desde los dos lados. Y a partir de esas canciones despega Paz Martínez. ¿Por qué funcionan sus canciones? 

R: La música es algo maravilloso y va al centro emocional de la gente y ese centro emocional no analiza. Los artistas no sabemos por qué funcionan determinadas canciones. Con los años supe que se necesitan tres cosas: un artista inspirado, una buena canción que sea el resultado de esa inspiración y apoyo. Ahora, solo con marketing no alcanza. Si no hay talento, las cosas no van a funcionar. O, en todo caso, no van a durar. 

P: ¿Cómo fue cosntruyendo ese camino como intérprete de sus propias composiciones, pero también como compositor para otros intérpretes? 

R: No cabe duda de que voy a caballo de mis canciones. Y el éxito de mis canciones tiene que ver con que mi manera de componer, de escribir, coincide con el gusto popular. Eso siempre lo he pensado. Y nunca fui egoísta. Me preguntan si no me molesta que una canción mía la cante otro ysea un éxito y si no pienso por qué no me la dejé para mí? No, porque no la escribí para mí, la escribí para ese artista. Hace poco me llamaron los muchachos de los Palmeras y me pidieron que les escriba una canción y lo hice. Me mostraron los demos y me pidieron mi opinión; y qué les iba a decir si son un grupo exitosísimo.  

P: Todo aquello que usted escuchó desde chico alimentó al compositor que es.  

R: Para que te des una idea: yo tenía 22, 23 años y escuchaba todo el día Led Zeppelin. 

P: ¿Cómo es escribir para otros? 

R: Es un juego y un desafío. Me pongo en el lugar de ese artista, me meto en el espíritu de ese artista y algo de eso queda en la canción. Pero suceden cosas que uno no maneja ni imagina.  

P: Como con la canción que le compuso a Mercedes Sosa. 

R: En el caso de Mercedes Sosa, ella me pidió una canción. Una vez nos encontramos en unos premios que daba la gobernación de Tucumán para tucumanos destacados. Había artistas, deportista, periodistas, etcétera. Estaba Mercedes y fui a saludarla. “Hola chiquito”, me dijo con tanto afecto. “¿Cómo nunca me escribiste una canción a mí?, me dijo. “Mercedes, yo no escribo canciones para que grabes vos”, le respondí. Imaginate a Mercedes cantando “prohibido nuestro amor…” (risas) No va.  

Fue uno de los desafíos hacerle más grandes porque Mercedes es alcanzar el cielo con las manos. Ella cantaba canciones del folclore profundo nuestro y después cantaba canciones con un claro mensaje ideológico. Yo tengo mi ideología, por supuesto, como diría Lerner, buena o mala, pero mía. Pero no escribo nada que tenga que ver con eso. Cómo escribirle a Mercedes y no traicionar mi manera de escribo, bueno, todo un desafío realmente. Entonces escribo la canción “Agua, fuego, tierra y viento”, grabada en “Cantora I” a dúo con Soledad Pastorutti. Allí utilizo todos los elementos y toda la naturaleza en función del amor. Una parte dice “Cuando yo te abrazo, no te abrazo solo, te abraza conmigo una eternidad, te abrazan los valles, las montañas y los vientos, la flor del campo y el olor del pan”. En un libro, Mercedes dijo: “Paz Martínez me trajo una canción de amor y yo la transformé en una canción para Latinoamérica”.  

Con Mercedes me pasó algo que no me había pasado con ningún artista que haya grabado canciones mías. Mercedes me llamó por teléfono para pedirme si podía ir a su casa porque estaba ensayando la canción con su pianista y su guitarrista y quería saber si la estaba cantando bien. Por supuesto que dejé todo lo que estaba haciendo y fui a su casa. Y recuerdo que me hizo sentar al lado de ella en un silloncito colorado. Hablé con los músicos sobre la canción, les sugerí un par de cambios y escuché la versión de Mercedes sentado a su lado. Cuando hay una parte del estribillo que dice “Cuando yo te abrazo no te abrazo sola”, yo escribí “no te abrazo solo”, yo hablaba de una pareja, y ella me dice, vos escribís sobre una pareja acá Paz, pero cuando yo la canto abro los brazos y pienso en mi patria tan postergada. Cuando em dijo eso, la canción tomó otro vuelo.  

P: La canción toma otro significado cuando la canta un intérprete. 

R: Absolutamente otro significado y es maravilloso. Otro ejemplo, pero de una canción no escrita para un intérprete pero que ese interprete la hizo suya de un modo particular. Hace muchos años Rodrigo estaba cantando en Mar de la Plata ante más de 100 mil personas en la avenida marítima. Y yo estaba con mi hijo Mariano, que siempre me dice Beto. En un momento me dice, “Che, Beto, ¿eso que está cantando Rodrigo no es tuyo?” Era un cuarteto pero sí era una canción mía. Rodrigo había agarrado una canción que estaba perdida, ¡perdida! en un disco mío y que, grabada por mí, se llamaba “Con él, conmigo” pero que él la rebautizó “Qué ironía”. Realmente el que le puso el título, el mejor título, fue Rodrigo. Incluso en Sadaic le agregué como subtítulo “Qué ironía! Porque como cuarteto queda mejor, es más linda. 

P: ¿Qué cree que buscan en usted cuando le piden una canción? 

R: Cuando piden una canción mía, de Paz Martínez, están buscando un éxito. Es tan simple como eso. Y lo digo sin pedantería. Cuando uno busca una canción de otro es porque está buscando una canción importante. No hay otra razón.  Y claro que hay una presión porque uno no quiere fallarle a ese artista. Y nunca fallé.  


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