ENTREVISTA::ENRIQUE CARPINTERO, PSICOANALISTA, DIRECTOR DE LA REVISTA “TOPÍA”: «La fragmentación social es el signo dominante»
Con el segundo tomo de "Historia del psicoanálisis en la Argentina", Enrique Carpintero se inscribe entre quienes sostienen que las mutaciones del espacio urbano se han transformado en tensos y propensos campos para desarticular la vida de relación.
– La Argentina del pensamiento, de la reflexión, tuvo este año una inmensa pérdida: Silvia Bleichmar, a quien usted conoció mucho…
– Una pérdida muy dura, un talento muy singular…
– En un artículo escrito por ella para «Topía», titulado»la difícil tarea de ser joven», Bleichmar sostenía que en este país los jóvenes son algo así como carne descartable, están reducidos a la inmediatez de la búsqueda de trabajo o inmersos en procura de un lugar en el sistema educativo que no siempre les da cabida; nada les permite predecir que el tiempo, su dialéctica, les abra un futuro positivo. Los pibes de hoy son el país del mañana. ¿Cuál es el signo en el que se están creando, formando?
– Se puede abordar el tema desde distintos ángulos… Tomo uno que a mí me parece muy singular: la fragmentación social que expresa el despliegue o desarrollo urbano. En el 2007 se dio un hecho que expresa un dato muy inquietante si lo referenciamos hacia futuro: por primera vez vive más gente en las ciudades que en el campo, pero no son espacios urbanos que integran, que posibiliten al recién llegado un marco de movilidad social, de crecimiento. Son espacios tensos, que segregan, donde la sospecha sobre el otro prima en el vínculo cotidiano…
– Ciudades donde apareció el «habitante indeseable» -el cartonero, por ejemplo-, dice la antropóloga María Carman…
El distinto… Yo no estoy en un todo de acuerdo con Paul Virilo, especialmente porque desde su visión eurocéntrica, bueno, al hablar de Latinoamérica, suele comparar muy ligeramente. Pero Virilo habla de «ciudad pánico» al referirse a las mudanzas que se están dando en el mundo urbano a escala mundial.
– ¿Qué alcance darle al término pánico para el caso? ¿Ciudades sin certezas?
– En todo caso con la certeza de la tensión, del miedo, del individualismo desenfrenado, de la inseguridad, por supuesto… La certeza de un consumo que por parte de algunos sectores orilla lo agresivo, lo ostentoso, ante otros sectores que quedan de lado para siempre, fuera del sistema. Todo esto está presente en términos muy palmarios en nuestra realidad.
– Para quienes están dentro de ese espacio, ¿qué refleja o cómo se asume esa fragmentación?
– Bueno, como expresión social esa fragmentación muestra lo que se instala simbólicamente en la subjetividad de quienes habitan ese espacio y…
– ¿Hay que hablar entonces de una subjetividad inyectada por violencia?
– Veamos: por lo pronto es un tema que hace al poder, a ejercicios, contenidos objetivos del poder. Yo he escrito que es desde ahí donde se «genera esta violencia simbólica que enmarca nuestra identidad y legitima nuestras conductas en la afirmación individual, no como una posible autonomía, sino como un yo hermético».
– ¿Un yo donde sólo cuenta el yo? ¿Un yo llevado a extremo en materia de singularidad de su conducta?
– Yo hablo de un yo sin fronteras, en cuya esfera no ingresa nadie más. Hay mucho de encierro narcisista en ese yo. Ante esto, el yo-soporte (decimos en «Topía») es dominado por las pulsiones destructivas y autodestructivas que tanto definen a nuestro tiempo. Es conveniente que aclaremos qué queremos decir con «yo-soporte». Recuerdo que en medio de la crisis del 2000/2002, trabajamos mucho en lo concerniente a qué estaba sucediendo con el yo en tanto ojo del huracán que se abatía sobre los argentinos. Hablamos del «yo- soporte» en el marco de una clínica con lo negativo que marcaba el momento. En un documento dejamos plasmado que el yo es el resultado de elecciones de objeto que llevan a identificaciones que permiten soportar la emergencia de lo pulsional. Ese yo es el «yo-soporte». Funge como una garantía del proceso de estructuración-desestructuración del interjuego entre las pulsiones de vida y muerte. Por ello, en el caso de una estasis pulsional, el yo desaparece en su función soporte al quedar atravesado por los efectos de la pulsión de muerte.
– Pero en «La medicalización de la vida cotidiana» usted parece plantear una diferencia entre la consistencia del yo de la modernidad y lo que es este otro yo más de estos tiempos, ese sin fronteras, más individual. ¿Uno es más fuerte que otro?
– No sé si evaluarlo desde el lado de las consistencias…Yo coincido con Remo Bodei, especialmente en lo que dice sobre este tema en un libro muy interesante: «Destinos personales. La era de la colonización de las conciencias». El yo de estos tiempos es más plástico que el yo de la modernidad, que estaba -digamos- forjado en acero y cemento, dice Bodei. El de hoy es un yo video-tape, fluctuante, se modifica según la situación, las circunstancias. En lo que él llama «la era de la dominación de las conciencias», está, claro, como eje fundamental a tener siempre en cuenta a la hora de la reflexión, cómo opera el poder en tanto disciplinador de la subjetividad. Hablo del poder del sistema, cuando nos alienta al consumo, cómo lo hace, consumo del más variado… bueno, siempre termina dañando nuestra subjetividad.
– ¿Cómo engarza, si es que engarza, ese deterioro de la subjetividad en el campo del consumo de fármacos?
– Bueno, soy de los que sostienen que la evolución a la que asistimos en el campo de la biotecnología, la farmacología, las neurociencias -avances destinados a mejorar las condiciones de las personas, de la libertad de la persona-, bueno… el sistema las usa para encuadrar al sujeto en el marco de esa dependencia que termina afectando la subjetividad del mismo. Entonces, en relación con su pregunta, el medicamento que está destinado a curar, hoy emerge como medio para soportar este presente tan cargado de mucha negatividad, incertidumbres, imposibilidad de visualizar el futuro si no es en términos muy duros.
– En los últimos meses, usted se ha puesto a denunciar lo que define como la «medicalización» de la vida cotidiana…
– Medicar es un acto médico. En cambio la medicalización alude a los factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y venta de las grandes industrias de tecnología médica y farmacológica. Es así como las grandes industrias redefinen la salud humana acorde a la subjetividad sometida a los valores de la cultura dominante.
Muchos procesos normales como el nacimiento, la adolescencia, la vejez, la sexualidad, el dolor y la muerte se presentan como patológicos, a los cuales se les puede aplicar un remedio para su solución. Al dar una resignificación médica a circunstancias de la vida cotidiana, el sujeto no sólo se convierte en un objeto pasible de enfermedad, sino también culpable por padecerla.
Espíritu inquieto
Con algo más de 60 años, Enrique Carpintero tiene una intensa vida profesional fundada en un espíritu inquieto, pasión que lo llevó a impulsar Editorial Topía y la revista del mismo nombre, puntos de encuentro destinados a enriquecer visiones sobre la vida. Carpintero es psicoanalista, escritor, editor. Es coautor junto a Alejandro Vainer de “Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los ’60 y ’70” Tomo I (1957-1969), Tomo II (1970-1983) Su último libro publicado es “La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud”, segunda edición corregida y aumentada, editorial Topía, Buenos Aires 2007.
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
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