Los «Cuentos escogidos», de Shirley Jackson, la escritora acusada de malvada bruja

De a poco, la escritora norteamericana empieza a tener más presencia en las librerías, por suerte para nosotros. Editorial Minúscula acaba de publicar cuentos indispensables.

Si hubiera que usar un solo adjetivo para definir la literatura de Shirley Jackson, quizás habría que usar la palabra inquietante. Pero reducir a alguien o a su obra a un sólo término siempre resulta injusto. Los “ Cuentos escogidos” de Shirley Jackson, editados por Minúscula, con traducción de Paula Kuffer, vienen a saldar a una larga deuda con una autora que, aunque murió a los 48 años, dejó textos que se volvieron clásicos y que lamentablemente estaban algo ocultos. Cada vez menos, por suerte.


En su corta vida, Shirley Jackson escribió seis novelas, más de cien relatos, dos libros autobiográficos, y varios ensayos.
Entre los cuentos reunidos en el libro que llegó este mes, figura el que la hizo más famosa: “La lotería”.


La periodista y escritora Mariana Enríquez, que viene hablando de Shirley Jackson desde mucho antes de que estuviera traducida al español, explica el pertubador efecto de este cuento que ahora figura en todas las antologías de cuentos norteamericanos, pero que el día que fue publicado por primera vez, causó horror entre los lectores de la prestigiosa revista The New Yorker, donde salió por primera vez, en 1948.


“Jackson les da a los lectores pistas de que esta lotería no es muy inocente, pero el brutal remate igual es impactante. Y no se trata apenas de un muy bien ejecutado relato con final sorpresa porque Shirley Jackson le aporta una densidad monstruosa: el horror de “La lotería” es la ambigüedad de la naturaleza humana, su capacidad camaleónica para el Mal. Los que se juntan en esa plaza, al inicio del relato, son un ejemplo de camaradería y afabilidad. Y de pronto, por un rito cuyo sentido han olvidado, se convierten en asesinos. Son los vecinos linchadores que por la mañana compran milonguitas, el ferretero que le pide a Dios el regreso de los militares, el cantante popular que exige un paredón de fusilamiento para los chorros”, escribió sobre ella Enríquez.


Hay además en el libro un ensayo sobre este mismo cuento que no es más que el relato de Jackson en primera persona de lo que vivió a raíz de la publicación de ese cuento. Suena extraño visto desde hoy, pero justamente, visto desde hoy sería equiparable a todo el odio que se vuelca en las redes contra alguien.


En el momento en que salió publicado, los suscriptores de la revista The New Yorker se mostraron indignados con “La lotería”. Más que eso, muchos cancelaron la suscripción. Peor que eso: le escribieron cartas (recibía diez o doce al día), que ella leía en su casa de la pequeña localidad de Vermont, en la que los lectores se despachaban con todo el odio del que eran capaces. “Malvada bruja del Este”, fue lo más apacible que le dijeron.


La escritora Joyce Carol Oates, que prologó y recopiló la obra de Jackson, dijo sobre ese hecho: “‘La lotería’ no es muy diferente de cuentos perturbadores y brillantes como ‘El corazón delator’ de Poe, por ejemplo. Pero se publicó en The New Yorker, en ese momento mucho más que ahora un bastión de los valores de la clase media caucásica americana. La revista solía ser prolija, puritana, autorreferencial y su tono era irritante, arcaico. El cuento de Jackson sugiere que los americanos comunes, de hecho, los lectores de The New Yorker, no tienen una mentalidad tan diferente a los linchadores nazis”. Eso es justamente lo más perturbador de ese cuento: la maldad anida en los aparentemente buenos corazones.


Y ahí estaba Shirley Jackson, leyendo esas cartas, en su casa, mientras criaba a cuatro niños y escribía para ganarse la vida.


Shirley Jackson fue una ama de casa y escritora peculiar. Por toda la casa, en los muebles, en la heladera, en cualquier lugar, ella pegaba notas con ideas para sus cuentos. Como recuerdan sus hijos, se pasaba el día escribiendo, aprovechando todos los minutos que le dejaban el cuidado de la casa y la familia, y lo hacía sin descanso, hasta altas horas de la madrugada. No tenía, por supuesto, nada de malvada del Este. Era una mujer comprometida y convencida de su vocación. Pero muchos biógrafos hicieron de ella un retrato parcial. Quizás porque en sus últimos años desarrolló una agorafobia que la mantuvo bastante aislada del mundo. A esa altura de su vida, Jackson era obesa, adicta a las anfetaminas y los tranquilizantes, y estaba enferma del corazón. Pero hasta aquel entonces, ella y su marido (también escritor) recibían en su casa a algunos de los mejores escritores de aquella generación, desde Salinger a Dylan Thomas.


Los cuentos ecogidos



Por suerte, ahora además de “La lotería”, ese cuento que se encuentra más o menos de modo sencillo en muchas antologías, Minúscula seleccionó otros seis, y tres conferencias que completan el libro.
Abre el libro “El amante demoníaco”, que cuenta la historia de una mujer que espera a que su prometido venga a buscarla para casarse. Es el gran día, y ella se levanta con tiempo de sobra para todos los preparativos. Pero algo ocurre, y ella lo cuenta con una ferocidad que a veces resulta graciosa en su patetismo, y la mayor parte del tiempo, perturbadora.
“La bruja”, “Después de usted, mi querido Alphonse” y “Charles” giran en torno a la figura del niño. Niños inquietantes, que desconciertan a sus padres.


Y luego está “Siete tipos de ambigüedad” que es la crueldad más sutil hecha cuento, la muestra más brutal de cómo un buen gesto no siempre recibe otro buen gesto como recompensa sino todo, todo, lo contrario.

Entre los ensayos, además de “Biografía de una historia” en la que narra lo que le ocurrió con “La Lotería”, figuran “Experiencia y ficción y “Notas para un joven escritor” en los que Jackson comparte experiencias y consejos sobre el arte de escribir. El último, que en verdad está dedicado a su hija menor, que también quería dedicarse a la ficción, es un placer y bien podría leerse en talleres de escritura.


Stephen King la admiraba profundamente, al punto de que a ella le dedicó su libro de 1986, “Ojos de Fuego”: “A Shirley Jackson, que nunca necesitó levantar la voz. La maldición de Hill House. La Lotería. Siempre hemos vivido en un castillo”, decía y enumeraba sutilmente el maestro del terror, para que sus lectores más despiertos anoten todo lo que les esperaba si buscaban en las librerías las obras de Jakcson.


Ahora, esa deuda se está saldando también para los lectores en castellano. Y es una suerte porque la pluma de Shirley, aunque ella misma no haya tenido nada de malvada bruja del este, produce un hechizo hipnótico, perturbador, inolvidable.


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