Mariana Enríquez, la «rock star» del periodismo cultural

Mientras sube a escena en un teatro porteño y la reconocen en Estados Unidos por su novela “Nuestra parte de la noche”, es fundamental leer sus crónicas reunidas en “En el otro lado”.

Mariana Enríquez es periodista, un oficio que transita tiempos extraños y difíciles. Y para ser más precisos es, sobre todo, periodista cultural, un rubro no muy visible en tiempos de redes sociales y algoritmos caprichosos. Y sin embargo, Mariana Enríquez produce un hechizo en quienes la leen, tiene fans que no sólo devoran cada uno de sus trabajos, sino que ahora la seguirán hasta un teatro donde ella misma, en escena, leerá fragmentos de sus obras en una puesta que se llama “No traigan flores”.


Mariana Enríquez, claro, también es escritora. Para ser precisos, debutó primero como escritora, con “Bajar es lo peor”, un libro que ella dice que fue una suerte de reescritura de esa gran película de Gus Van Sant, “Mi mundo privado”, mezclada con “Entrevista con el vampiro”, de Anne Rice. Tenía apenas 19 años y quería contar lo que nadie contaba sobre su mundo privado, un espíritu de época impregnado de desconcierto adolescente, drogas, alcohol, desazón y rock en la compleja Argentina de los años ochenta y noventa.


En ese germen literario hay mucho de lo que Mariana Enríquez significa para el periodismo, y para sus seguidores. Por un lado, ella misma asegura que por ese libro -que recibió malas críticas aunque se vendió como pan caliente- le llegaron cartas de fans. Y, por otro, no lo dice ella misma, pero ya se intuye en ese texto, Enríquez creó una voz potente, salvaje, autorizada y por sobre todas las cosas, la voz de alguien que nos quiere hacer parte de algo, con un entusiasmo contagioso y erudito.


Es eso lo que Enríquez insufla en cada una de sus crónicas, por fuera de sus producciones literarias, y como subeditora del suplemento Radar de Página/ 12. Es alguien que nos enseña sin sonar pedagógica, que nos impulsa a buscar autores, músicos, series, géneros literarios sin subirse a un púlpito ni darnos cátedra de buen gusto o sabiduría. Es alguien que, en definitiva, hace lo mejor que se puede hacer desde el periodismo cultural: ser una especie de faro que ilumina zonas a veces ocultas del panorama literario, musical, cinematográfico. Alguien que nos impulsa a ser curiosos y que a la vez nos cuenta una época, la nuestra.


En 2021, Anagrama reeditó “El otro lado”, un voluminoso libro de 812 páginas que recoge buena parte de la obra periodística de Enríquez, con edición de Leila Guerriero. Son 135 crónicas que recorren más de 15 años de trabajo periodístico. Un libro que ojalá formara parte de las carreras de periodismo del país, sobre todo ahora que el oficio corre detrás de clics basura. “Mis estudiantes de periodismo se deprimen por no tener clics y no hay nada que decirles”, dijo Enríquez justamente en una entrevista sobre este libro. “Me preocupa la no distinción entre el periodismo hecho de calidad y el mercenario”, agregó.
Su libro serviría de muestra de lo que es -o debería ser- el periodismo cultural de calidad.


El orden de “El otro lado” no responde a la cronología, sino al particular abanico de intereses de la periodista. El índice salta del Mundo privado de Enríquez, a “Peregrinación y devoción”, donde se mete con el mundo del rock de la mano de su respetadísimo Bruce Springsteen, por ejemplo, en un profundo perfil titulado “El llanero solitario”; o el mundo del cine, donde narra la hermosa desdicha de ese malogrado actor que fue River Phoenix, muerto de una sobredosis , por citar apenas dos ejemplos.


Mariana Enríquez, del mundo privado a sus fetichismos y descubrimientos


El eje “Mundo privado”, tiene siete partes intercaladas entre otros capítulos del libro y hacen pie en los temas que le son propios. Puede ser la crónica de las noche salvajes y de ese mediodía, en un tugurio, en el que dejó de tomar cocaína: “No pienso en el sol de ese día como una especie de llamado a la vida: el sol mata, es desierto, es deshidratación, es una estrella cercana que va a morirse y matarnos, es la crueldad del verano con sus olores, es la migraña y la ceguera. No fue eso: es que me di cuenta de que era tarde. Que no quería pasar otro mediodía en un baño con cocaína color rosa dentro del papel de celofán de los cigarrillos. Que ya estaba bien de estar triste y aburrida, que era vanidoso y obsceno estar tan obsesionada conmigo misma”, escribe.


Pueden ser también crónicas sobre sus padres, sobre la primera vez que le dijeron señora, sobre el ronquido o sobre el aterrador Ouija al que jugaba -o a veces aún juega- invocando fantasmas. Porque -se sabe- los fantasmas y el terror forman el ADN de Mariana Enríquez antes, durante y después del periodismo.


Otros ejes en los que organizó Guerriero las crónicas de Enríquez son “Dioses oscuros”, “El odio”, “Alma rollinga”, “Clásicos”, “Iluminaciones, descubrimientos, revelaciones”, “fetichismos”, “Retratos a mano alzada”, “Desobedientes” y “Despedidas”. Ahí hay retratos de Werner Herzog, de Robert De Niro, una crónica sobre el final de la magia de los Rolling Stones; un delicioso perfil de Mark Ruffalo, y por supuesto, varias notas sobre sus dioses oscuros, empezando por Stephen King , pasando por Bram Stroker, y Mary Shelley y Lovecraft.


Los artículos recogidos por Guerriero fueron publicados en revistas como TXT, La mujer de mi vida, el Guardián, Anfibia, Rolling Stone y la chilena Dossier de la Universidad Diego Portales (que publicó la primera edición de este libro en el sello homónimo).
Agrupados todos en este voluminoso e imprescindible libro, resultan un paseo por una época y por un estado general de eso que se llama cultura.


Mientras tanto, Enríquez ensaya la puesta en escena de su obra “No traigan flores”, que se estrenará el 16 de marzo en el teatro Coliseo de Buenos Aires. Y por supuesto, también de los elogios que recibió en estos últimos días, de diarios como el Washington Post, The New York Times y la revista The New Yorker por la publicación, en inglés de “Nuestra parte de noche”, que relata la historia de un padre y un hijo que cruzan la Argentina por ruta, en la época de la dictadura militar, sumado a una estremecedora sociedad secreta que atraviesa sus vidas. The Washington Post dijo que es “una obra maestra del terror sobrenatural”, y The New York Times, definió a la autora como “una estrella del rock de la literatura”. De la literatura y del periodismo cultural.


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