Ese hombre detrás del dato
Una personalidad excepcional fue la que ayudó a construir "La Opinión". Periodista polémico, de libreta de apuntes en el bolsillo.
Culto.
Agresivo. Soberbio. Dotado de una concepción del ejercicio del poder que hacía incluso de la humillación un estilo habitual.
Periodista de raza.
Periodista de libreta en el bolsillo trasero del pantalón. Y de pasar madrugadas enteras en una mesa de políticos o en la sordidez de un lugar clandestino o la penumbra nauseabunda de una morgue con tal de lograr el dato.
El inefable dato que da vida al periodismo. «El dato que es poder… porque la información es poder» , le dijo un día del '71 a un grupo de jóvenes en la primera redacción que tuvo «La Opinión», en la calle Reconquista.
Así era como periodista Jacobo Timerman. Periodista sin pruritos a la hora de buscar y lograr la información.
Una estirpe que se extingue de la mano de quienes en este oficio dividen al mundo en buenos y malos. Y desde ahí, pontifican. Entonces, desde esa cultura, rechazan este contacto o desdeñan aquel reportaje. «Un periodismo imbécil», se le escuchó decir tiempo atrás.
Contradictorio y valiente.
Avanzó hasta algo más que el aliento al golpe del '76 y luego hizo de la defensa de los derechos humanos una de sus causas.
Y la dictadura lo envió a la tortura. Luego, el destierro.
Con Natalio Botana comparte el muy reducido elenco de editores argentinos que hicieron de la inteligencia un paradigma para armar sus redacciones. Ambitos donde la escasez de talento era partida de defunción. Jacobo Timerman hacía de la economía de palabras una exigencia inevitable para trabajar con él.
Cuando montó «Primera Plana» -1962- la revista sedujo rápidamente por la calidad de la información. E incrementó su atracción cuando – como lo señala Carlos Ulanovsky en «Paren las rotativas»- se evidenció una textura de redacción precisa y no exenta de humor. «Se soslayaban los lugares comunes propios de los diarios pero se advertía cierto regodeo en utilizar sustantivos pintorescos, giros insólitos o adjetivos originados en rasgos físicos o psicológicos: 'la resbaladiza Marta Minujin'; 'el hepático Gómez Machado'; 'el omnímodo Vicente Saadi'».
A Timerman se le adjudicaron frases célebres que, propias o no, marcaron al periodismo argentino, como aquella que definía a «La Opinión»: «liberal en lo económico, centrista en lo político, izquierdista en lo cultural».
Muchos años después del apogeo profesional de Timerman, Jorge Lanata, un periodista de 26 años, fundó un diario que algunos no dudaron en comparar con «La Opinión». Se equivocaban, entre otros motivos porque «Página/12» tenía, y tiene, en la imagen uno de sus recursos más desarrollados. «La Opinión», al igual que «Le Monde», había marcado una severa distancia con la fotografía.
Lo curioso es que el propio Lanata tomó uno de los conceptos más célebres de Timerman. «Diez noticias en un día son útiles y comprensibles; cien, soportables; mil abrumadoras e innecesarias». Así se justificó el tamaño de «La Opinión» y el de «Página/12» el día de su lanzamiento.
El diario de Timerman rompía con los modelos de diseño tradicional de su época y aun hoy resultaría extraño en el contexto nacional. Las dibujos de Sabat eran la excepción entre enormes mares de palabras.
Las notas en general iban firmadas y llevaban la impronta de su autor.
«La Opinión» desarrolló en sus diversas secciones un periodismo de altura. La fórmula, en su momento, no fue sólo contratar firmas importantes, sino a una generación de periodistas jóvenes y desacralizadores que aparecían como las promesas del futuro. Un columnista talentoso como Luis Guagnini, por ejem-plo, se dio el lujo de hacer una extensísima contratapa en la que ironizaba sobre un discurso del líder radical Ricardo Balbín.
El gran capitán de esa tripulación intelectual y aguerrida era Timerman.
Intenso y dueño de un aplomo que no devenía exclusivamente del poder económico. En rigor, la influencia de «La Opinión» no pasaba por la cantidad de ejemplares en la calle. Nunca pasó la barrera de los 50.000.
Abrasha Rotenberg lo recuerda de joven en su libro «Historia confidencial de La Opinión».
Timerman destacaba en las reuniones del movimiento Haschomer Hatzair cuando aparecían las polémicas que generalmente eran provocadas por él: «…poseía un talento singular para descubrir las debilidades del adversario y una innata habilidad para el ataque: usaba su poderosa artillería dialéctica para arrinconar al contrincante y no cesaba de hostigarlo hasta que lo vencía».
Producción:
Carlos Torrengo, Claudio Andrade y Hugo Alonso.
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