Un bálsamo para Kurt Cobain: historia del exquisito MTV Unplugged de Nirvana

El 18 de noviembre de 1993, la banda de Seattle grabó su participación en el programa estrella de aquellos años. Y lo que estaba destinado a ser un desastre total, resultó ser una de mejores presentaciones del grupo y uno de los mejores que haya hecho la cadena televisiva en ese formato.

El día de la grabación del MTV Unplugged, a Kurt Cobain le había vuelto a doler el estómago, y estaba vomitando bilis y sangre. Así lo consigna, Charles Cross en “Heavier Than Heaven”, su muy recomendable biografía del líder de Nirvana.


Las horas previas al show (no tan, pero sí lo suficiente) acústico de la célebre banda de Seattle fueron de total incertidumbre y, por qué no, inevitablemente pesimistas porque, a sus insoportables dolores físicos producidos por una afección que nunca llegó a tener un diagnóstico preciso, Cobain le sumó un inquietante -para los demás- estado de abstinencia. Es decir: estaba en pleno mono.
Y como si todo esto no bastara, Cobain se sentía particularmente inseguro con lo que estaba a punto de hacer: llevar sus canciones y su propia interpretación a un nivel desconocido por él y por todos. Cómo sonaría la música de Nirvana en modo acústico fue la pregunta que todo el mundo se hizo y las respuestas preliminares eran, en el mejor de los casos… pesimistas.


Nirvana nunca pudo ensayar el show completo y así fue como se presentó en el set de Sony Music Studios, en Nueva York, el 18 de noviembre de 1993. Un día antes, Cobain, disconforme con las condiciones de la por entonces poderosísima MTV, había dicho que no tocarían. Los peores presagios de una noche desastrosa parecían empezar a cumplirse, pero no: Nirvana dio uno de sus mejores shows en vivo.
Su música recorrió otras texturas, la banda mostró una sensibilidad interpretativa que dejaban lugar a nuevas posibilidades futuras, que el suicidio de Cobain, acontecido apenas cinco meses después del set neoyorquino, dejaron truncos para siempre. ¿Hacia dónde pudo haber ido la música de Nirvana tras la experiencia unplugged? ¿Cómo habría capitalizado aquellas novedosas sonoridades y modos de tocar? Nunca lo sabremos.

Kurt Cobain lució desarreglado y desmejorado aquella noche neoyorquina, padecía de una fuerte abstinencia y agudos dolores de estomago; sin embargo el tiempo en que estuvo en escena tocando como lo hizo fue un bálsamo para su frágil salud física y mental.


Volvamos al Sony Music Studios. A la expectativa por saber cómo sonaría Nirvana fuera de su rango habitual y sin antecedentes similares en su haber, se sumó el enojo de parte de la MTV por un setlist casi sin hits: apenas “Come As You Are”. El resto fueron temas de sus dos primeros discos “Bleach” y “Nevermind” y ninguno de su por entonces recientemente editado “In Utero”. La lista incluyó ocho temas de la banda y seis covers, entre ellos, una versión que para muchos es la definitiva, de “The Man Who Sold The World”, de David Bowie.


El show abrió con “About a girl”, al que le siguió una gran versión de la mencionada “Come as you are”; luego, “Jesus Doesn’t Want Me for a Sunbeam”, de The Vaselines; el cover de Bowie; “Pennyroyal Tea”; “Dumb”; “Polly”; “On a Plain”; “Something In The Way”; tres covers seguidos de “Meat Puppets” con sus miembros principales, los hermanos Cris y Curt Kirkwood en escena, “Plateau”, “Oh,me” y “Lake of Fire”; otra versión definitiva, pero de un tema propio, “All apologies”; y “Where Did You Sleep Last Night”, de Leadbelly. Fueron 66 minutos y medios reales de música ya que se filmó en una sola toma, algo inédito para el ciclo.


Contra todos los pronósticos y suposiciones, todo resultó de maravillas. Cobain, junto al bajista Krist Novoselic, ahora en modo guitarrista; y Dave Grohl en batería ofrecieron acaso uno de los mejores unpluggeds de toda la historia del ciclo.
Porque, aunque Cobain lo haya hecho atravesado por todos sus dolores, físicos y espirituales, y bajo un insoportable estado de abstinencia, la banda y sus invitados hayan llegado al set sin ensayos satisfactorios que justificaran una buena performance y ante la sospecha generalizada sobre si sus canciones y el modo en que eran tocadas en vivo tuvieran algún éxito bajo ese formato, fue justamente ese formato, el “desenchufado” el que puso de manifiesto las virtudes de la banda, su capacidad para ampliar su rango interpretativo (por caso, Novoselic tocando el acordeón en “Jesus Doesn’t Want Me for a Sunbeam”) y habitar otros universos estéticos, más allá del cliché grunge que la industria se obstinaba en pegarles en su frente.


Una de las características del MTV Unplugged era la decoración del set que cada banda o músico proponía. En el caso de Nirvana fue, a pedido de Cobain, fueron cortinajes, un candelabro colgado desde el techo, lirios blancos y velas oscuras dispersas entre los músicos, entre los cuales hay que mencionar a Pat Smear como tercera guitarra y la brillante cellista Lory Goldston.
Grabado hace exactamente 29 años, el disco “Nirvana Unplugged in New York” fue editado recién un año después, el 1 de noviembre de 1994. Y fue el primero de Nirvana en editarse tras el suicidio de Cobain. Y fue un éxito inmediato. Pero para entonces Krist Novoselic se había alejado de la música y Dave Grohl atravesaba el duelo haciendo canciones que irían a parar al primer disco de Foo Fighters.


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