Está bueno volver

El arribo a Zapala tiene un ritual ineludible. Ver el Michacheo, imponente para los nativos, pero risueño para los de afuera, significa un “ya está, llegamos”. A partir de ahí y de acuerdo al barrio de cada uno, aparecen puntos estratégicos que no se pueden obviar. Los mirás sí o sí. Solo o acompañado, en el auto con los mates ya lavados o en El Petróleo luego de un viaje interminable, el trayecto entre el Michacheo y la rotonda “más larga del mundo” (lo será hasta que los bueyes terminen de cruzarla) entrega un sinfín de recuerdos ideal para entrar en clima. La excasa de la Flaca sobre la calle Namuncurá, la mirada clavada en Garayta al 80 para ver si está el auto del Petiso (él ya no está pero girar la cabeza es una costumbre), el baldío en el que soñábamos jugar como local con el equipo del barrio, el taller de César y al final, antes de bajar para la avenida, la rotonda. Zapala puede cambiar, puede mejorar o quedarse en el tiempo. Puede pasar de ser la segunda ciudad de la provincia a quedar quinta, pero no importa. Zapala, a pesar de sus vaivenes, se mantiene viva. Su gente genuina la mantiene viva y por eso siempre está bueno volver.

Cristian Helou Editor de Deportes de “Río Negro”. Nació en Zapala en 1972


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