Cuánta agua conviene tomar si tenés hígado graso y por qué es tan importante hidratarse
La hidratación adecuada puede colaborar en la mejora del funcionamiento hepático y en la eliminación de toxinas. Cuánto líquido se necesita por día y qué otros hábitos ayudan a revertir esta condición.
El hígado graso no alcohólico se ha convertido en una de las enfermedades hepáticas más frecuentes a nivel global. Se trata de una acumulación de grasa en las células del hígado que puede provocar inflamación y, si no se trata a tiempo, derivar en fibrosis o incluso cirrosis. Aunque muchas veces no presenta síntomas, su progresión puede comprometer seriamente la salud. Frente a este escenario, algo tan sencillo como tomar agua adquiere un rol fundamental.
Los especialistas coinciden en que mantenerse bien hidratado ayuda a mejorar la función hepática, favorece la eliminación de toxinas y puede colaborar en la reducción de molestias asociadas a esta condición.
El rol del agua en el funcionamiento del hígado
Tomar agua no solo permite regular funciones básicas del organismo, sino que también contribuye al trabajo que realiza el hígado como principal filtro de toxinas. Cuando una persona se mantiene bien hidratada, el cuerpo produce más bilis y esta tiene una mejor consistencia, lo que facilita el proceso digestivo y la eliminación de sustancias de desecho. En cambio, si el cuerpo está deshidratado, las células hepáticas pueden sufrir un mayor nivel de estrés, afectando su rendimiento.
Diversas investigaciones han demostrado que las personas que consumen mayores cantidades de agua tienen menos probabilidades de desarrollar hígado graso, especialmente cuando este hábito se combina con otros cuidados como una alimentación equilibrada y la práctica regular de actividad física.
¿Cuánta agua conviene tomar por día?
La cantidad de agua que necesita cada persona varía según múltiples factores: edad, nivel de actividad física, condiciones climáticas y estado general de salud. Pero en líneas generales, se recomienda tomar entre 6 y 8 vasos diarios, lo que equivale a unos 1,5 a 2 litros de agua. Esta recomendación es válida para la mayoría de los adultos y puede ajustarse en función de las necesidades individuales.
También es importante escuchar al cuerpo: la sensación de sed es una señal de alerta y no debería ignorarse. Las personas con enfermedades metabólicas, como obesidad o diabetes —dos de las principales causas del hígado graso—, deben prestar aún más atención a su nivel de hidratación.
Cinco hábitos que ayudan a revertir el hígado graso
Además de incorporar agua en la rutina diaria, hay otros cambios que pueden marcar una diferencia importante:
- Reducir el consumo de grasas saturadas y azúcares simples.
- Evitar las comidas copiosas por la noche y optar por cenas livianas.
- Aumentar la ingesta de vegetales y fibra.
- Limitar o eliminar el consumo de alcohol y tabaco.
- Hacer ejercicio físico de forma regular, al menos tres veces por semana.
Acompañamiento profesional
Como ocurre con cualquier enfermedad crónica, el acompañamiento médico es esencial. En el caso del hígado graso, una nutricionista o hepatóloga puede guiar al paciente para adaptar la dieta y los hábitos diarios, con el objetivo de mejorar los síntomas y evitar complicaciones.
Entre las señales de alerta más frecuentes se encuentran el cansancio persistente, la pérdida de apetito y las molestias abdominales. Si aparecen estos síntomas, es clave realizar una consulta para recibir diagnóstico y tratamiento oportuno.
El hígado graso no alcohólico se ha convertido en una de las enfermedades hepáticas más frecuentes a nivel global. Se trata de una acumulación de grasa en las células del hígado que puede provocar inflamación y, si no se trata a tiempo, derivar en fibrosis o incluso cirrosis. Aunque muchas veces no presenta síntomas, su progresión puede comprometer seriamente la salud. Frente a este escenario, algo tan sencillo como tomar agua adquiere un rol fundamental.
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