Falleció «Tito» Lectoure, un creador de campeones
Durante treinta años hizo un gran aporte al pugilismo argentino.
BUENOS AIRES (DyN).- A los sesenta y cinco años, como consecuencia de una afección pulmonar, dejó de existir ayer a la madrugada en su casa de Palermo el ex promotor de boxeo Juan Carlos «Tito» Lectoure, quien durante treinta años prestigió el pugilismo argentino.
Geminiano, sanguíneo, soltero, ciclotímico y amigo de sus amigos, «Tito» Lectoure era muy joven cuando irrumpió en el mundo del boxeo para dejar una huella que terminó en el hall de la fama de Canastota, Nueva York, donde vivió su gran momento y donde dejó como recuerdo la campana que se usó en el Luna Park.
Luego de la desaparición de su tío José y de Ismael Pace, a partir de 1957, «Tito» se convirtió en el promotor del «Palacio de los Deportes». Fue el gran gestor de aquella época de oro del boxeo en que se consagraron mundialmente Horacio Accavallo, Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor E. Galíndez, Miguel Castellini, Hugo Corro, Sergio Palma, Santos Laciar, Gustavo Ballas, Ubaldo Sacco, Juan Martín Coggi y Pedro Décima, sus doce campeones.
No había cumplido todavía treinta años cuando ya había ganado su primer gran desafío en el «Martial Arts Hall» de Tokio, hace exactamente treinta y seis años -el 1 de marzo de 1966-, donde Accavallo recuperara la corona de «Pascualito» Pérez frente a Katsuyoshi Takayama.
Casi veinticinco años más tarde, en el Great Western Forum de Los Angeles, lograba su monarca número doce cuando el tucumano Pedro Décima masacró en cuatro vueltas al estadounidense Paul Banke.
«Confieso que esto me halaga y reconozco que no lo esperaba. Después de todo, hace ya muchos años que no estoy en el boxeo. Ya no soy noticia por este deporte, pero debo confesar que me pone contento», manifestó emocionado Lectoure en la cena de agasajo que el año anterior le brindara la UPERBOX, en reconocimiento a su trayectoria.
El «Tordo» Paladino, Jorge Morales, Ernesto Cherquis Bialo, José Bonavena, Horacio Pagani, Accavallo y el inolvidable Luis F. Thompson fueron algunos de los importantes nombres que compartieron vivencias en la ruta de vuelo del empresario. De allí es que desgranaron esa noche nostálgicas anécdotas. Tal vez fue el último gran homenaje en vida que le brindara la familia del boxeo.
«Tito» siempre evocaba con cariño el momento en que hizo de spárring del legendario Archie Moore, cuando el astro visitó Argentina.
Lectoure fue un hombre de temperamento y de una imagen que infundía respeto. De allí que lo llamaran «El Gigante».
Sólo «Tito» podía conseguir que, después de que lo invadiera una multitud, se despejara aquel ring de Johannesburgo para que continuara el histórico combate en el cual Galíndez noqueó en los últimos segundos a Richie Kates. La camisa del árbitro Stan Christodoulou cubierta de sangre del boxeador argentino es hoy una pieza de museo.
Sólo «Tito» era capaz de llevarse a Galíndez del ring, con el estadio lleno, en Las Vegas, sin que el combate de revancha ante Mike Rossman se realizara, al confirmar que, contra los reglamentos de la AMB, los jurados designados eran todos del estado de Nevada, algo sin precedentes.
«Ya estoy mejor, recuperándome y acompañado de amigos, no fue nada grave y espero estar en casa en un par de días», es lo que había manifestado Lectoure, desde la Clínica Suizo-Argentina, donde le habían realizado fines de diciembre último una limpieza de by-pass. Su salud estaba quebrantada, pero no se entregaba.
Ese mítico estadio que albergó a tantos jóvenes con anhelos que con el tiempo iban a convertirse en figuras es el lugar donde ayer se le dio el adiós al hombre que fue su alma. El Luna Park ya nunca podrá ser el mismo sin Lectoure.
La «unión» con el Luna Park
BUENOS AIRES (Télam) – El empresario y promotor boxístico Juan Carlos «Tito» Lectoure había nacido en Buenos Aires el 10 de junio de 1936, en el barrio porteño de Balvanera. Practicó boxeo desde los 14 años en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, donde era socio vitalicio, y Bruno Alcalá, quien fuera un importante juez de boxeo, llegó a ser su mánager.
La unión entre «Tito» y el Luna Park se debió a que su tío José Lectoure, quien fue el primer campeón argentino liviano profesional y murió en 1950, era dueño del lugar junto a Ismael Pace.
En 1956 falleció Pace y «Tito», en ese entonces tenía 19 años, ingresó al Luna para trabajar como ayudante de Juan Manuel Morales, quien se ocupaba de la promoción del cotizado escenario.
Posteriormente, Morales se enfermó y el tío José le ofreció a su sobrino Juan Carlos «hacerse cargo de todo», pese a la sorpresa e incredulidad que los managers de la época demostraron al saber que un muchacho de sólo 20 años haría lo mismo que ellos.
Pese a tener cuatro hermanos, Lectoure fue el elegido para comandar el Luna Park, propiedad de Ernestina, viuda de José Lectoure, porque era el único apasionado por el boxeo.
Después de cumplir con el servicio militar, postergó para siempre la idea de boxear profesionalmente, en parte a raíz de que a su madre María Celia Naredo no le agradaba la idea de que su hijo apareciera con la cara lastimada y «un ojo en compota».
Bajo la conducción de Lectoure el Luna Park se dedicó al boxeo exclusivamente hasta 1956. Luego ofreció bailes de carnaval o espectáculos como «Los seis días en bicicleta» y, después de una serie de reformas, el famoso estadio fue utilizado para ballets, circos, eventos de patinaje sobre hielo e -inclusive- recitales de rock.
El Luna recibió entre otros al Circo de Moscú, el festival San Remo de la canción, al bailarín ruso Rudolph Nureyev, al cantante lírico Luciano Pavaroti, Joan Manuel Serrat y al mismísimo Frank Sinatra.
Lectoure, quien nunca se casó (siempre expresó «en realidad no soy soltero, me casé con el Luna Park») y descartó desde joven manejar un auto.
Hizo un culto al trabajo y era capaz de quedarse en el Luna Park durante doce o catorce horas por día, sin pensar en descansar en sábado y domingo.
Llegaron al título por sus gestiones
BUENOS AIRES (Télam) – Amante de los relojes, los trajes y las corbatas, Juan C. Lecture tuvo éxito como promotor y fue clave para la gloria del boxeo argentino, ya que gracias a sus gestiones muchos pugilistas alcanzaron la posibilidad de pelear por el título y muchos, se consagraron campeones mundiales.
Hombre de cábalas, simpre vistió una campera negra, la misma que usó cuando Lo- cche ganó el título mundial en 1968, en Tokio, ante Paul Fuji y la usó siempre, pese a que se volvió vieja y descolorida.
Para «Tito», la cosa fue simple a la hora de citar a «sus» campeones, señalando que «Acavallo fue mi primer campeón, la gran alegría me la dio Locche porque nadie creía en él, Monzón fue mi número uno y Galíndez, el primero en ganar en Argentina… ojo, los quiero a todos».
Finalmente, el 17 de octubre de 1987 Lectoure decidió que el Luna Park no fuera más centro de actividades boxísiticas. Esa noche, en el escenario de Corrientes y Bouchard, pelearon Adolfo Arce Rossi y Ramón G. Abeldaño, por la categoría wélter.
Comentarios