“Familia Haltrich: una ‘dulce’ familia arraigada”

La foto del lector

A través de estos escritos rendimos homenaje a mujeres y hombres que poblaron estas medanosas tierras. Sus recuerdos son tesoros de cada hogar que visitamos, permanecen agazapados en cada charla con sus descendientes, en cada relato que nos brindan hijos y nietos orgullosos de pertenecer a su estirpe, y cobran vida en la remembranza de la tierra que dejaron y a la que nunca más regresaron.

Tal es el caso de la familia de don Rolando Haltrich, hijo de Gustavo Haltrich y María Bajtos. Nacido el 15 de abril de 1910 en Bräd, localidad que pertenecía a Hungría. En su pueblo natal, don Gustavo trabajaba con su esposa María en una pastelería: él creaba todo tipo de dulzuras y ella atendía el mostrador. Este oficio fue transmitido de generación en generación y traído a la Patagonia en la década del 30, escapando de los horrores de la Primera Guerra Mundial y de la complicada economía del continente europeo de entre guerras.

La primera parada de la familia en nuestro país fue Buenos Aires. Allí, Rolando trabajó en la confitería del Jockey Club. Él era un niño de once años que disfrutaba recorrer la inmensa ciudad. Posteriormente, luego de un breve período en Bahía Blanca, Rolando y su padre recalaron en un Neuquén pequeño y polvoriento. Apenas llegaron, don Gustavo fue contratado por la panadería de Serrano. Luego se independizaría para desplegar su arte de la confitería, repostería, panadería y decoración de tortas. Abrió su primer local en calle Láinez y luego en la San Martín. La especialidad de los Haltrich era la pastelería europea; también hacían unos exquisitos bombones.

Cuando falleció don Gustavo, su hijo Rolando continuó con la tarea. Atesoraba las recetas y secretos que luego tendría que poner en práctica. En la primera cuadra de la calle San Martín estaba la confitería: atrás trabajaban los hombres y adelante las mujeres. Cada uno tenía su rol en esta empresa familiar: don Rolando hizo de este oficio un arte.

De manera paralela al arte de las confituras, desplegó una gran tarea como pintor de cuadros. Plasmó grandes paisajes neuquinos. Además de la plástica, le gustaba la música y era un gran lector de los griegos clásicos. En Bahía Blanca realizó cursos de dibujo y pintura.

En la década del 40, Rolando formó su familia con doña María Borja, hija de los españoles José Borja y Fermina Gómez. Tuvieron cuatro hijos: Elena, Matilde, Teresa y Gustavo.

Su hija Teresa recuerda a su padre como “un hombre íntegro y sensible que hacía magia con sus manos laboriosas, de las que salían rosas de mazapán, dibujos y diseños innovadores, sus célebres panes dulces, frutas confitadas y todas las exquisiteces. Era un creativo y un perfeccionista. Correcto y honesto, para él la palabra era un documento firmado”.

Don Rolando fue un hacedor de vida sobria, digna y austera. Participó en actividades sociales para perfilar la ciudad neuquina e impulsó con otros destacados vecinos la actividad en la biblioteca Alberdi. Fundó el Círculo de Ajedrez y formó parte de esos primeros plásticos neuquinos que pintaron la ciudad con su paleta de colores. Entre sus obras destacadas se encuentran el óleo “Rancho de la familia Ríos”, donado al Municipio, y el óleo de la Avenida Olascoaga.

Rolando, desde su exquisito oficio de pastelero, hizo un canto de amor a la madre, a la quinceañera, a los novios y en los días patrios a la Argentinidad. Realizó la torta del 75º aniversario de la ciudad con la réplica del monolito fundacional, pintó con chocolate la obra “Cabildo abierto” para un 25 de mayo; todo en deliciosas y cuidadas tortas.

Verdaderamente, era un artista en todo lo que emprendía.

Don Rolando falleció el 26 de julio de 1980. Teresa, la tercera hija del matrimonio Haltrich-Borja, es la heredera de aquel aroma a agua de azahar, vainilla y canela que caracteriza a la pastelería de su padre y abuelo.

Ésta es la historia de una familia de inmigrantes que con su tesonera labor, continuada por sus hijos, le imprimió a la ciudad exquisitos momentos de historia.

Beatriz Carolina Chávez

DNI 6.251.256

Rolando, desde su oficio de pastelero, hizo un canto de amor a la quinceañera, a la madre, a los novios y en los días patrios a la Argentinidad.

Beatriz Carolina Chávez

DNI 6.251.256

Datos

Rolando, desde su oficio de pastelero, hizo un canto de amor a la quinceañera, a la madre, a los novios y en los días patrios a la Argentinidad.

Exit mobile version