¿Fin de las escuelas especiales?

Una serie de reflexiones y debates en la Comisión de Educación de la Legislatura porteña con pedagogos, ONG, padres, directivos y credos respecto del futuro de las escuelas de educación especial tomó cuerpo por estas horas y vaticina que, a pesar de algunas diferencias de opiniones, esa modalidad iría en camino a su disolución y su reconversión dentro de la enseñanza común.

COLUMNISTAS

La presidenta de la Comisión de Educación y profesora de enseñanza especial Victoria Morales Gorleri, quien organizó los encuentros, había vaticinado semanas atrás que «es probable que en 50 años no existan más las escuelas de modalidad especial en el sistema educativo, que se tendrá que adaptar a todo tipo de diversidad».

Hoy la «tendencia», tras la aceptación en los 90 de la gradual inclusión de alumnos con alguna discapacidad en la escuela común, es escuchar también la voz de los padres sobre su preferencia de que su hijo comparta asignaturas, talleres o recreo con sus compañeros de un establecimiento «normal» en el marco de la supresión de posibles estigmatizaciones.

Tal vez pensar en cinco décadas suene a «mucho», pero en educación puede ser parte de un período que demande aplicar una reforma de este tipo que aún no logra despejar algunas dudas respecto de qué grado de inclusión tendrán niños y jóvenes con discapacidad o enfermedad severa, como las neurológicas, que pueda afectar la movilidad total, el habla o el entendimiento.

A pesar de estar saldada la vieja discusión de los años 90 respecto del inicio de la «inclusión» de alumnos con problemas «leves» de la educación especial a la común, el debate se encamina a acordar el marco o esquema que tendrá la inclusión total de niños con discapacidades a la escuela común.

Tal vez el mayor problema que enfrenta la inclusión es que no existe una planificación que hoy le dé sustento o estructura y que además garantice la «calidad» en la educación de los niños y jóvenes que van a ser integrados.

Otro de los puntos que aún no logran aunar opiniones reside en las diferentes interpretaciones del artículo 24 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Morales Gorleri explicó que con padres y especialistas «no llegamos a qué grado de inclusión puede haber para los alumnos, por eso hay que apelar a nuevos paradigmas más específicos respecto de desafíos que generar posturas antagónicas». Otra de las opiniones en el ciclo de debates la expresó el presidente de la Asociación Síndrome de Down (Asdra), Gustavo Martín: «A nosotros no nos van a encontrar en la pelea de escuela común versus escuela especial: tenemos que replantear el sistema educativo para que no reproduzca la inequidad social; los niños con discapacidad merecen ser recibidos por la puerta grande, abierta de par en par en la escuela a la que asisten sus vecinos y amigos del barrio», consideró.

Rosa Ana Núñez, dirigente del Grupo de Establecimientos de Educación Especial de Buenos Aires (Geeba), que nuclea a más de 31 escuelas, manifestó que «es responsabilidad de la escuela especial que los chicos aprendan junto al otro; creemos que es fundamental plantearse una inclusión de calidad dentro del sistema educativo. Para ello, las diferentes modalidades se apoyarán en una acción transversal». Otras visiones más tajantes sobre el futuro de la modalidad fue la de Gabriela Santucciones, del grupo Artículo 24, que nuclea a 147 organizaciones de la sociedad civil, para quien «la educación inclusiva sólo puede darse en escuelas comunes».

Desde un extremo del abanico de opiniones en el debate algunos sostienen que las escuelas especiales segregan y estigmatizan a lo largo de la vida del niño o joven y del otro también defienden el derecho de los niños a elegir con la obligación de elegir sólo para ellos una escuela común.

El debate está abierto y tal vez esté saldado en menos de cinco décadas. Lo importante también será diseñar un fuerte seguimiento de resultados y fallas, para el beneficio de estos niños y jóvenes que merecen un acceso a educación de calidad.

(*) Analista de educación. DyN

laura hojman (*)


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