Gelman y la poesía de pie «contra la muerte»

El poeta argentino recibió ayer el premio Cervantes. Habló de la memoria y la justicia. Ver discurso completo

ALCALÁ DE HENARES (Madrid) (Télam).- El poeta Juan Gelman defendió el valor de la poesía, que está «de pie contra la muerte» en estos tiempos «mezquinos» y «de penuria», tras recibir de mano de los Reyes de España el Premio Cervantes 2007, en una gala celebrada en la Universidad de Alcalá.

En su discurso, Gelman, de 77 años, cuya vida estuvo marcada por la última dictadura militar, recordó el exilio y a los 30.000 desaparecidos, y reivindicó la «memoria histórica», como único remedio contra el olvido.

El acto de entrega del prestigioso galardón contó con la presencia de los Reyes, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el ministro de Cultura español, César Antonio Molina.

El poeta recibió el premio en compañía de su esposa y cuatro nietos, visiblemente emocionados.»Se premia a la poesía que es una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa para Don Quijote. Doncella que, dice Cervantes, puede pintar en la mitad del día la noche y en la noche más oscura el alba bella que perlas cría», afirmó Gelman al inicio de su intervención. «Y es algo verdaderamente admirable, en estos tiempos mezquinos, tiempos de penuria, como los calificaba Holderlin, preguntándose: ¿para qué poetas?», añadió.

«Qué hubiera dicho hoy en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza. Cuantos habrán fallecido, pienso, desde que comencé a decir estas palabras», prosiguió. «Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte».

Gelman destacó el «significado particular» que para él tuvo la obra de Santa Teresa y San Juan de la Cruz durante los años de «exilio obligado». «Su lectura me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron», dijo Gelman, y añadió que, al igual que Santa Teresa, él moría «muchas veces» con «cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido, que agrandaba la pérdida de lo amado».

Gelman recordó que «la dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas, pero cabe señalar que la palabra desaparecido es una sola, aunque encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanos y ciudadanas inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en el suelo ignoto».

«En esa situación, en esas condiciones, el Quijote me abría manantiales de consuelo», afirmó el poeta. Para Gelman, Cervantes inventó «la primera novela moderna que contiene y es madre de todas las novedades posteriores, de Kafka a Joyce». Su «moder

nidad no se limita a un singular universo literario. La más humana es un espejo en el que podemos aún mirarnos sin deformaciones en este siglo XXI», aseguró.

«Don Quijote' destaca un hecho que ha modificado por completo la concepción de la muerte en Occidente, que es la aparición de la muerte a distancia, cada vez más segura para el que mata y más terrible para el que muere». En ese sentido, Gelman alzó la voz para recordar la bomba de Hiroshima, cuando el coronel Paul Tobbets apretó un botón y «aniquiló a 200.000 civiles». «La muerte se ha vuelto anónima y hay algo peor, hoy mismo centenares de miles de seres humanos son privados de la muerte propia en Irak», señaló.

«Hoy celebro una España que no acepta las aventuras bélicas y rompe clausuras sociales que hieren en la intimidad de las personas. Hoy celebro una España empeñada en rescatar su memoria histórica como único camino para construir una conciencia cívica sólida que abra las puertas al futuro».

«Ya no vivimos en la Grecia del siglo V antes de de Cristo en que los ciudadanos obligados a olvidar por decreto. Esa clase de olvido es imposible. Bien lo sabemos en el Cono Sur», añadió.

Para San Agustín, recordó, «la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llaman los recuerdos», pero «hay recuerdos que no necesitan ser llamados, siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Esos rostros de los seres amados que la dictadura desapareció. Pesa en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas sin cesar, ¿Cómo murieron? ¿Quiénes los mataron? ¿Por que? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento, la de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes, y la convierten en impunidad dos veces. Por eso, dijo, «están muy equivocados» quienes dicen que «no hay que remover el pasado».

«Las heridas que aún no están cerradas, laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad y luego la justicia, sólo así es posible el olvido verdadero», apuntó.

«La memoria es memoria si es presente y así como Don Quijote limpiaba sus armas hay que limpiar el pasado para que entren en su pasado. Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad procuran la destitución de su pasado en particular».

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