Golpear a la madre

Moyano tiene en mente sembrar el caos agitando sentimientos xenófobos y anticapitalistas. Un disparate.

Por fortuna, no es demasiado probable que el boicot a todas las sucursales locales de las empresas españolas que poseen inversiones en el país logre tener el impacto deseado por su impulsor principal, el camionero Hugo Moyano, y aunque resultara eficaz no contribuiría en absoluto a resolver los problemas ni de Aerolíneas Argentinas ni de la sociedad en su conjunto. Puesto que lo que más quiere la SEPI es deshacerse de Aerolíneas, estaría en condiciones de aprovechar cualquier conflicto político que se produzca para endurecerse todavía más, negándose a cooperar con la buena voluntad sin la cual sería casi imposible alcanzar una solución que fuera mutuamente satisfactoria. En cuanto a las empresas privadas españolas, ellas no tienen nada que ver con el asunto y si bien es de suponer que les complacería verlo resuelto muy pronto de la forma más amistosa posible, no están en condiciones de obligar a la SEPI a aceptar los planteos de los sindicalistas. Tampoco sería de su interés hacerlo porque, lo mismo que las muchas personas que se vieron demoradas o que tuvieron que cancelar un vuelo debido a los paros celebrados por los trabajadores de Aerolíneas, su papel es aquel del rehén pasivo que sólo puede rezar por que los secuestradores desistan de provocarle perjuicios irreparables.

A juicio de Moyano se resignarán mansamente al destino que les tiene preparado porque están ganando mucho dinero aquí, pero de difundirse la impresión de que los argentinos son tan xenófobos que no les gustan los capitales foráneos aunque procedan de la mismísima madre patria, sería lógico que el interés de las empresas extranjeras por invertir en nuestro país propendiera a reducirse.Después de todo, no es que les falten otras opciones. Aun cuando no se hayan equivocado por completo los sindicalistas al atribuir la condición actual de Aerolíneas a la mala gestión de ciertos gerentes españoles determinados y puede criticarse con legitimidad la actitud asumida por algunos integrantes del gobierno de José María Aznar, político célebre por su tozudez, convendría distinguir entre los presuntamente responsables del virtual colapso de una empresa que en teoría debería haber resultado viable y que, bien manejada, aún podría salvarse, y «España» o «los capitales españoles». Por muchos razones, nos sería contraproducente buscar un conflicto con el país europeo que más se ha comprometido con el futuro de la economía argentina en un momento en que abundan los «gurus»primermundistas que están aconsejando a sus clientes esperar a que nuestro país finalmente consiga superar sus muchos problemas»estructurales» políticos y económicos. La imagen colectiva de sus inversionistas tanto en la Argentina como en el resto de América Latina es un tema de importancia para los dirigentes  españoles. A la larga, dependerá de la conducta de los más eminentes. Por desgracia, en los años últimos algunas empresas españolas bien conocidas se han visto involucradas en episodios polémicos y en diversas ocasiones sus voceros han brindado una impresión, merecida o no, de prepotencia, pero puede que los errores de comunicación así supuestos se hayan debido no tanto a la falta de experiencia cuanto a que cualquier empresa heredera de un viejo monopolio estatal se hubiera visto en una situación nada cómoda debido a la necesidad de despedir a muchos trabajadores y de modificar hábitos laborales anticuados. Con todo, a los empresarios de la madre patria mismos podría resultarles positivos los difundidos sentimientos antiespañoles – mejor dicho, contrarios a quienes según varias publicaciones especializadas deberían llamarse «los nuevos conquistadores» -, que Moyano y otros sindicalistas se hayan propuesto aprovechar porque, al igual que sus equivalentes norteamericanos y británicos, habrán de cuidarse un poco más tomando en cuenta la susceptibilidad de sus anfitriones.  Siempre y cuando sólo se trate de amagos o de boicots meramente testimoniales,no tendrán motivos para preocuparse. En cambio, de modificarse el clima hasta tal grado que las empresas españolas se vieran seriamente afectadas, el país que más perdería sería con toda seguridad la Argentina porque, de producirse un contraboicot español, las consecuencias serían nefastas: menos inversiones, menos crecimiento y más desocupación.      


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