Grietas que amenazan la unidad y la integración europea

El año que recién se inicia promete ser difícil para la unidad e integración europeas, que lucen amenazadas por diversas circunstancias. Todas graves, por cierto. En primer lugar, por las consecuencias de la guerra civil siria, que ha generado una gigantesca ola de seres humanos desesperados que, huyendo comprensiblemente de la violencia, se ha abalanzado –inesperada y masivamente– sobre la vieja Europa. Como pocas veces en la historia. Como consecuencia de ello, la Europa sin fronteras –que no estaba lista para esa emergencia–, y más concretamente la llamada “zona Schengen”, el ejemplo más evidente del milagro de la libertad de circulación en el interior de Europa, está ahora en peligro de desaparecer. Lo que sería un retroceso. A lo que se suma el terror de muchos por ser ahora blanco primario del terrorismo islámico, lo que ha provocado una sensación de inseguridad personal como nunca hasta ahora. Angela Merkel, que era la garantía de unidad y el seguro de un rumbo europeo común, está ella misma debilitada como consecuencia de su actitud –abierta y generosa– frente a la crisis migratoria, ahora cuestionada políticamente –por soñadora– por propios y extraños. En segundo lugar, la integración se ve amenazada por Gran Bretaña –siempre estuvo algo incómoda en la Unión Europea–, que hoy va camino a un referendo que tendrá lugar este mismo año y como resultado del cual ese país podría de pronto ser el primero en dejar atrás el bloque europeo hoy integrado por 28 países. La fisura que provocaría el abandono británico podría luego transformarse en una grieta de buen porte por la que otros pudieran también querer alejarse del esfuerzo común. La crisis europea sería entonces de naturaleza existencial. En tercer lugar, por el violento conflicto en Ucrania que, con Rusia enfrente, aún no se ha resuelto. Vladimir Putin sigue amenazando –de muy distintas y constantes maneras– la integridad territorial ucraniana, luego de haberla lastimado profundamente al apoderarse ilegalmente –y por la fuerza– de la península de Crimea y la ciudad de Sebastopol, que fueron incorporadas enseguida a la Federación Rusa. Cuarto, porque en materia económica Europa no se ha recuperado aún de la crisis del 2008. Sigue con un bajo nivel de actividad y altas tasas de desocupación. Las deudas públicas son, en general, elevadas y algunos de los sistemas financieros nacionales (como el griego) están muy lejos del nivel de sanidad necesario para proyectar confianza. Buena parte de la juventud está, por esto, desesperanzada y duda seriamente acerca de su futuro. Por ello políticamente crecen los extremismos y los nacionalismos. Y los partidos tradicionales están severamente cuestionados y, por ende, envueltos en una atmósfera de fragilidad hasta ahora desconocida. Europa sabe que este año deberá capear tormentas domésticas de magnitud. A lo que se suman las amenazas externas, como la de Estado Islámico, respecto de las cuales no puede tampoco distraerse. (*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

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Emilio Cárdenas – Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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