Guerra cada vez más cruenta

Según la revista norteamericana “Forbes”, el mexicano Joaquín Guzmán ocupa el puesto número 60 en la lista de las personas más poderosas del mundo, una nómina que encabeza el presidente chino Hu Jintao por encima de su homólogo estadounidense Barack Obama. Aunque para algunos la presencia de Guzmán en un ranking de este tipo resultará sorprendente, ya que se trata de un capo narcotraficante buscado por la ley, se justifica porque, a menos que lo capturen pronto, podría ayudar a hacer de México un “Estado fallido”, o sea, una inmensa zona liberada dominada por delincuentes tan brutales como los “señores de la guerra” de Somalia y los talibán de Afganistán, desastre que, huelga decirlo, significaría que Estados Unidos tuviera por vecino a un país de 110 millones de habitantes tan violento como Irak. Hasta ahora han fracasado todos los esfuerzos del gobierno mexicano por eliminar las bandas narcotraficantes por los medios que fueran. El diario “Reforma” acaba de estimar que, en lo que va del año, han muerto asesinadas por estas organizaciones criminales más de diez mil personas, la cifra más alta que se ha registrado desde que en el 2006 el presidente Felipe Calderón inició su gestión comprometiéndose a hacer cuanto resultara necesario para poner fin a un flagelo que, además de tener un costo humano muy alto, está incidiendo de manera sumamente negativa en el desarrollo económico. Tan grave es la amenaza planteada por los siete cárteles narcotraficantes mayores, los que en muchas partes del país han logrado convertir a los jefes policiales locales en cómplices, que Calderón ha tenido que movilizar al ejército para intentar destruirlos, pero todos los meses aumenta la cantidad de víctimas mortales, sobre todo en el estado de Chihuahua, en el norte del país, colindante con Estados Unidos. Aunque la mayoría abrumadora de los muertos son sicarios jóvenes, también murieron en los diez primeros meses de este año una cincuentena de militares y más de 600 policías, además de muchos “civiles” totalmente desvinculados del conflicto feroz que se ha desatado. Frente a este panorama escalofriante, es natural que muchos hayan llegado a la conclusión de que convendría legalizar el uso personal de drogas consideradas blandas, como la marihuana, para incrementar la oferta y de tal modo reducir las ganancias multimillonarias de los traficantes, pero otros, incluyendo a integrantes del gobierno mexicano, creen que sería contraproducente, ya que de aumentar el consumo en Estados Unidos, el mercado principal, los cárteles estarían en condiciones de aprovechar nuevas oportunidades para lucrar. Asimismo, aunque en Estados Unidos muchos creen que, dadas las circunstancias, la legalización sería la opción menos mala, ya que la “guerra contra la droga” impulsada por una serie de gobiernos norteamericanos ha tenido repercusiones nefastas no sólo en su propio país, donde está detrás de un aumento llamativo de la población carcelaria, sino también en América Latina y otras partes del mundo, la oposición a la alternativa así supuesta sigue siendo muy fuerte, razón por la que fue repudiada una propuesta para legalizar el consumo de marihuana en el referéndum que se celebró el martes pasado en California. La violencia que está desgarrando México ha hecho aún más difícil la relación con Estados Unidos, tanto por lo intolerable que le resultaría a la superpotencia tener que convivir con un gran vecino hundido en la anarquía como por los problemas planteados por la presencia de decenas de millones de ciudadanos de origen mexicano, además de una cantidad enorme de indocumentados, entre los cuales los narcotraficantes pueden encontrar colaboradores. Mientras que la mayoría de los norteamericanos –incluyendo a muchos “hispanos”– quiere frenar la inmigración desde el sur construyendo una especie de muro impenetrable, la violencia sanguinaria que se ha adueñado de México, más la sensación de que el país se dirige hacia una catástrofe, propende a aumentarla. Por lo demás, nadie ignora que si no fuera por el hecho de que Estados Unidos es un mercado de consumo de drogas al parecer insaciable y que exporta el grueso de las armas letales empleadas por los narcotraficantes, el problema enfrentado por el gobierno de Calderón sería más manejable.


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