Ideología, acción política y desarrollo económico

Pablo Benítez Jaccod*


La Argentina se ha convertido en un país con escasa capacidad de capitalizar errores. Ser portador de un innumerable repertorio de crisis de por sí no enseña nada.


La República Argentina se caracteriza por su bostezante recurrencia a apegarse a prácticas políticas e ideas que han evidenciado en el tiempo su fracaso. La vigencia en el tiempo de éstas implica la existencia de un fuerte aval de gran parte de la sociedad. Cualquier fuerza política que busque realizar cambios, se encontrará al poco tiempo con resistencias muy arraigadas. Incluso en las coaliciones de gobierno de carácter republicano existen sectores que consideran impopular plantearlos, lo cual demuestra una falta de convencimiento que hará inviable cualquier intento de cambio. Es cierto que muchas veces esos cambios tocan intereses y es casi seguro que quien los plantee será hostigado por quienes se vean perjudicados. El sistema educativo juega un rol central. Sobre esto Carlos Escudé señala en su libro “El fracaso del proyecto argentino. Educación e ideología”, la relación existente entre educación y desarrollo: “Lo que se le enseña a la gente y es debidamente internalizado tiene un impacto sobre lo que la gente piensa, percibe, y esto incide sobre los comportamientos individuales y colectivos, sobre las políticas internas y externas de los Estados, e impone límites al tipo de políticas que pueden implementarse con éxito en una sociedad determinada”.

Analizando las ideas preponderantes en la dirigencia política vernácula se observa, aun en pleno Siglo XXI, una adhesión al tronco de ideas autárquicas surgidas entre la post crisis del 30 y la Segunda Guerra Mundial. La idea de que el motor del progreso reside en un mayor gasto público, que el proteccionismo industrial fomenta el desarrollo, que las empresas del Estado generan innovación tanto o más que el sector privado, que la emisión monetaria equivale a la generación de ahorro para otorgar créditos, o que los controles de precios combaten la inflación etc, ha sido el sustento principal de una especie de “proyecto económico político argentino” que ha sido adoptado casi sin reformas desde 1940 en adelante. Esto no fue gratis para la Argentina. El descenso al subdesarrollo, la consecuencia.

La Argentina se ha convertido en un país con escasa capacidad de capitalizar errores. Ser portador de un innumerable repertorio de crisis de por sí no enseña nada. Si no están comprendidas y disponibles las ideas adecuadas, ante las esperanzas de huir a la situación crítica, la población avalará dirigentes con ideas nuevamente equivocadas. El punto es que si no se tiene la menor noción de los nexos causales que provocan las crisis, los pasos a tomar nuevamente se encaminarán hacia el despeñadero, y así sucesivamente.

En el debate político, los argumentos morales difusos prevalecen, la idea de que “la necesidad crea derechos”, es decir que la necesidad habilita a demandar bienes que el conjunto de la sociedad debe financiar

Ahora, muchos países en situación similar han capitalizado estas vivencias y el punto de inflexión solo fue posible hasta que nuevas ideas frenan la caída libre para convertirlos en resurgimiento. Lo sucedido con Alemania o la conformación de la Unión Europea luego de la Segunda Guerra o el caso japonés, no fueron “milagros económicos”, sino la comprensión de los efectos de anclarse a las instituciones de la libertad. Desde Konrad Adenauer y Ludwig Erhard en Alemania, Jacques Rueff en Francia y Luigi Einaudi en Italia, encontramos casos que no solo ejercieron cargos de gobierno en sus países, también tuvieron un rol “docente” por décadas explicando la superioridad de las ideas del liberalismo sobre las ideas de planificación socialistas.

Los principios que se desprenden de las ideas, sirven para unir los distintos pasos en un rumbo consistente y firme; es decir, las acciones más adecuadas para el largo plazo. Es vital comprender que la importancia de las ideas radica en que son un elemento central en la defensa de la República. Lo que ha prevalecido en Argentina es la anti-ideología, la cual consiste en un intento de reducir nuestros pensamientos a lo inmediato, sin referencias al pasado o al futuro, sin contexto ni memoria. Es una de las tantas trampas de la cultura populista, tal vez la más difusa, y esto ha condenado al debate político nacional a el coyunturalismo, esa presunción de que las soluciones, las expectativas de desarrollo de la población, pueden tener carácter inmediato.

Tal como aconsejaba el teórico marxista Gramsci lo que posibilitaría esto, es la toma del sistema educativo. Él entendía perfectamente que se debían “tomar las casamatas de la cultura y el resto se dará por añadidura”. Es decir que la captura del sistema educativo en todos los niveles actuará como un efecto dominó hasta alcanzar la opinión pública.

En el debate político, los argumentos morales difusos prevalecen, la idea de que “la necesidad crea derechos”, es decir que la necesidad habilita a demandar bienes que el conjunto de la sociedad debe financiar o la expresión “justicia social”, la cual más allá de las buenas intenciones de quienes la invocan, implica un trato desigual ante la ley facultando a los gobiernos a despojar coactivamente a unos lo que en justicia les pertenece, para darles a otros lo que en justicia no les pertenece, abundan. El sistema educativo altamente politizado por los gremios y el Estado bajo argumentos hegelianos como “los intereses superiores del Estado” ha bloqueado cualquier intento de reforma. Los valores del capitalismo, República, libre comercio e innovación no aparecen o son ridiculizados.

La importancia de la ideología radica en que ésta es un conjunto de principios que busca mantener o establecer un sistema político económico. Es un plan estratégico de acción, no un juego de “filósofos”, como explicaba Alberdi cuando le presentó sus ideas a Urquiza; “Mi libro de las bases es una obra de acción”. Claramente la Argentina necesita retomar estas ideas y pasar a la acción.

* Magister en economía política. Fundación Progreso y Libertad (Neuquén)


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