Inundaciones y mudanzas de pueblos

por Héctor Pérez Morando, especial para "Río Negro"

Desde hace más de doscientos treinta años la Norpatagonia ha sido noticia en cuanto a inundaciones o grandes desbordes de sus principales cursos fluviales. En algunos casos produjeron mudanzas de grupos humanos con aspiración a pueblos y de otros ya formados. En las últimas semanas organismos regionales dedicados a tareas de prevención de desastres, con el agua como principal actor, han informado –alerta silenciosa- sobre la gran cantidad de nieve acumulada en el tramo neuquino de la cordillera de los Andes. Factores climáticos como calores o lluvias podrían producir deshielos anticipados con desfavorables consecuencias que es de imaginar: inundaciones o desbordes de ríos y lagos, problemas con pobladores ribereños, aumento del nivel de capa freática, alteración en los caudales para el manejo normal de las represas y otros inconvenientes. Hasta que el Océano Atlántico reciba las aguas dulces y domadas… luego de la furia. Esperamos que la naturaleza se porte bien.

Páginas de historia patagónica relacionadas con el tema -dicen que es bueno no olvidar el pasado- recuerdan, por ejemplo, lo que escribiera el jesuita inglés Tomas Falkner en su conocido y tantas veces citado libro y mapa (A description of Patagonia, 1774) expresando del río Negro (de los Sauces) que «suele crecer mucho en tiempo de lluvias y de deshielos». Más adelante: «es muy rápido y las corrientes descomunales, cuando las lluvias y las nieves derretidas descargan sus aguas por la parte occidental… Son tan repentinas las crecidas del río cuyo estrepitoso ruido se oye desde muy larga distancia, que casi no les da tiempo a las chinas de desarmar los toldos y poner en salvo los aduares, ni a los indios de asegurar sus ganados cerro arriba, y eso que el oleaje baja bramando al batir contra los peñascos. Muchas son las desgracias que a veces acontecen a causa de estas grandes avenidas: se inunda todo el valle, y el descomunal torrente impetuoso arrastra toldos, ganados, y hasta mujeres y niños» (sic.). De la traducción.

Sin duda, Falkner obtuvo la información de los andariegos tehuelches que lo visitaban en su reducción del sur bonaerense. No pasaron muchos años y a los españoles fundadores les tocó vivir el desborde del río Negro cuando estaban edificando el Fuerte del Carmen en 1779, margen sur, hoy zona del Centro Cultural de Viedma. Fue el 13 de junio de aquel año y en nota al virrey, Francisco de Viedma le informaba: «Ocurrió una deforme marejada que impedía el curso del río. Esta se aumentó la noche del 13 a las 11, que era el punto de la pleamar con tanto ímpetu que rápidamente inundó toda la margen de la parte del S. dilatándose en parages más de una legua. La fortaleza llegó a inundarse como tres cuartas de alto». Tuvieron la suerte de salvar los víveres sin desembarcar, pero no «200 panes y 2 quintales de galleta que estaban en el horno, se perdieron, pues casi lo llegó a cubrir el agua». El español fundador tomó la decisión y en la misma nota comunicaba: «he determinado mudar la población a la parte del N. frente a la otra, en cuia margen solamente se encuentran sitios donde con seguridad se puede estar sin inundación alguna». Y así nació Carmen de Patagones. Primera mudanza.

El río Negro, con sus grandes tributarios, Limay y Neuquén y 636 kilómetros de recorrido, que algunos técnicos y autores lo compararon con el Nilo, tiene rica historia de enojos -naturales, por cierto- y que a lo mejor el hombre no ha comprendido, por insistir transitar contra natura. Después de aquella inundación, un estudioso del tema (Chanourdi, E., 1889) opinó que «ellas (las inundaciones) deben repetirse cada veinte a treinta años, pero debe tenerse presente que desde la tan mentada ocurrida en los años 1845-47 no se tiene noticias de otra inundación de importancia hasta la de 1879». Precisamente fue en aquel 1879 cuando Roca y sus uniformados habían llegado a Choele Choel y Manuel José Olascoaga dejaría anotado en el diario de marcha (Estudio Topográfico, 1880): «Haré conocer una circunstancia que invita a reflexionar respecto del nivel extraordinario a que tal vez en tiempos remotos han alcanzado las aguas de este río» (Negro). «El nombre Choele-Choel, no puede ser sino corrupción india de Cholov Chel que significa precisamente espantajos de cáscara de árbol»… «Abisma considerar la inmensidad de este río en la época de tales crecientes… Se comprende que abarcaría a lo menos cinco leguas de ancho con una profundidad de 15 brazas en los canales principales. El Paraná y Uruguay serían en su comparación caudales de tercero y cuarto orden». Y agregaba: «Espero que semejantes avenidas no se repetirán… De lo contrario es seguro que si no

llegamos al mar para banquete de los tiburones, quedaríamos enredados en los árboles de la isla, para aumento de los espantajos que justifican su nombre». Un cuadro bastante tétrico pintó Olascoaga del río Negro y algo hubo de cierto pues el inicial campamento militar tuvo que cambiar tres veces de lugar hasta llegar al asentamiento cívico militar que dio forma al actual emplazamiento de Choele Choel.

Llegamos a la ya famosa inundación o desborde de 1899 que hemos narrado con más detalles en otras oportunidades («Río Negro» 18/7/93 y 23/6/99). Sintéticamente recordamos que el entonces gobernador del territorio nacional del Río Negro, Eugenio Tello, debió afrontar la grave situación. El río Negro desbordó en todo el trayecto. La comitiva presidida por el presidente Roca que en trenes especiales se dirigía al Alto Valle para inaugurar la línea férrea Bahía Blanca-Confluencia no pudo pasar de Chimpay. Los civiles y militares de Fuerte Roca se mudaron al actual emplazamiento roquense. El Negro estaba incontenible. Tello y vecinos de Viedma -hasta presos de la cárcel pública- debieron cruzar el río y ubicarse en Carmen de Patagones. Fuerte Roca y la capital rionegrina arrasados por el desborde. También hubo cambios para los vecindarios de Guardia Mitre y General Conesa. Inundada la parte baja de Carmen de Patagones. La gobernación rionegrina se mudó a Choele Choel y finalmente volvió a Viedma con tareas de reconstrucción. Edificios salesianos en Roca y Viedma casi únicos «sobrevivientes» de la catástrofe.

Por su parte el ingeniero César Cipolletti en su trabajo más conocido (Estudios, 1899) también se refirió al tema: «En cuanto a las crecientes del río Negro… las aguas empiezan a moverse o repuntar a fines de septiembre y primeros días de octubre, y siguen oscilando hasta los primeros días de noviembre; empezando en esta época la verdadera creciente de verano, que aumenta hasta fin de diciembre». Además, el ingeniero italiano opinó utilizar «la cuenca de Vidal (lago Pellegrini) como depósito de las crecientes del Neuquén», algo en lo que también se piensa actualmente en caso de emergencia utilizando el desviador que cortaría la ruta 151. Tuvo noticias que «una abra o una serie de abras ponen a la cuenca en comunicación con una gran cañada, que desciende al río Negro en Chichinales».

El ingeniero Gunardo Lange -segundo de Cipolletti en su equipo de 1899- y con importante actuación en la zona y después jefe de la Sección Hidrométrica de la Oficina Meteorológica Argentina, en su publicación («Río Negro», 1904) se ocupó de diversos aspectos de la hidrografía del río Negro y mencionó las mediciones que se hacían en distintos puntos de su recorrido iniciándose en el actual puente ferroviario del río Neuquén y «Paso Pizarro», cercanías de Cipolletti, coincidentes más o menos con los picos anuales de crecientes del Negro, -informe Cipolletti- y también mencionó la creciente de 1904. Debemos incluir en este inventario de aguas fluviales salidas de madre a aquella inundación de 1915, con el Colorado principal protagonista -debido a rotura en el lago Carri Lauquén (río Barrancas)- casi simultáneo con desbordes de los ríos de la Confluencia. Afectada resultó Buena Parada-Río Colorado.

Lo precedente tiene solamente como fin historiar lo ocurrido -en algunos años- con los bravos ríos norpatagónicos y a interesante artículo del diario «La Nación» de hace pocas semanas (Enfoques, 9/10/05) titulado «Catástrofes naturales – la amenaza latente» que mostró mapas del país con zonas inundables, en lo que se señala nítidamente el curso del río Negro, los valles inferiores del Limay y el Neuquén y la mitad sud de la cordillera neuquina, con un agregado: «y en cuanto a las inundaciones, las obras de infraestructura no pueden garantizar un freno eficaz para el avance del agua», pronosticando «para los próximos años el aumento de las tormentas severas, así como una mayor intensidad y recurrencia de crecidas e inundaciones».

¿Al calentamiento global y el cambio climático que nos están probando a los humanos, se agregarán a aquellos cíclicos fenómenos naturales que hemos recordado? Habrá que esperar.

 

Bibliografía principal: Falkner, T. Descripción, 1774, traduc. 1910. Olascoaga, M. J. Estudio, 1880, 3ra. 1974. Extraigas, R. A. El Fuerte, 1886. Cipolletti, C. Estudios de Irrigación, 1899. Lange, G. Río Negro, Bs. As. 1904. Revista «Hidronor», N° 14. Chanourdi, E. Las inundaciones, BIGA, 1899. Pérez Morando, H. Varios. Diario «La Nación», octubre 2005 y otros.


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