Japoneses en shock: “Nunca vi algo así en mi vida”
reportaje
Son imágenes como después de una guerra. Muchas ciudades quedaron convertidas en escombros y numerosas casas desaparecieron bajo el mortal torrente de agua, con olas de hasta diez metros de altur a. Las olas de barro arrastraron casas, automóviles y todo tipo de escombros sobre los campos de cultivo de arroz. Y en las ciudades se podían ver densas columnas de humo por los incendios causados por la tragedia. El número de muertos superó los 1000 en las últimas estimaciones, y cientos de personas siguen desaparecidas. Mientras cientos de réplicas del sismo hacen crecer el miedo entre la población, las autoridades locales emitieron por su parte advertencias por peligro en las instalaciones nucleares. (ver aparte) La catástrofe en el país asiático, la tercera potencia mundial, se registró a las 14.45 hora local (2.45 de la Argentina). La tierra empezó a temblar con fuertes sacudidas. En la prefectura de Miyagi, una de las más afectadas en el noreste, una serie de olas de diez metros golpeó la costa, varias personas fueron arrastradas por la corriente junto a casas y vehículos. Montañas de escombros, autos y contenedores bloqueaban las calles y los puertos en las provincias del noreste más afectadas. En el barro flotaban casas, botes y coches, y las olas estrellaron embarcaciones contra el muro de los muelles. Colegios y gimnasios se convirtieron en improvisados lugares de acogida. “Es horroroso, horroroso”, contó en uno de ellos una mujer. “Me preocupa que mi casa se haya podido derrumbar”, dijo otra. El suministro eléctrico seguía interrumpido varias horas después del terremoto. “No tenemos informaciones”, se quejaba otra afectada en la televisión. Muchas de las víctimas son gente mayor, en los lugares de acogida muchos intentaban consolar a sus abuelos y abuelas, a los que envolvían en mantas. En la mayoría de lugares hacía mucho frío, en algunos había nevado. Las fuerzas de rescate intentaban poner a disposición rápidamente agua, alimentos y medicamentos. El gobierno de Tokio pidió a sus aliados de Estados Unidos que los apoyen con sus soldados desplazados en la zona. El primer ministro Naoto Kan pidió además calma a sus compatriotas y expresó su pésame a los afectados. El terremoto, el peor registrado en Japón tras el comienzo de las mediciones, mostró a la tercera potencia mundial lo vulnerable que puede ser. Los estantes se desplomaban uno tras otro en la capital, en muchos sitios se registraron incendios. La red eléctrica colapsó, los semáforos se apagaron y rápidamente se formaron grandes atascos en las calles. “No he visto algo así en mi vida: no hay trenes, no hay gas, no hay teléfono, no hay taxis, no hay alimentos en los supermercados”, contaba una ama de casa de 35 años en la capital. “Todos aquí en Tokio salieron a las calles tras el primer temblor, la gente va a pie a casa”. Pese a todo, miles de personas podían haber muerto si la catástrofe hubiese tenido lugar en Tokio. Aunque se supone que los rascacielos construidos a partir de 1981 son todos antisísmicos, la metrópoli con 23 millones de habitantes tiene suficiente material inflamable y explosivos: tubos de gas, estaciones de servicios, plantas químicas. En varias regiones vecinas se dio ese escenario. En la provincia de Chiba, por ejemplo, una refinería se incendió y explotó. Japón cuenta con un efectivo sistema de alerta temprana contra terremotos y tsunamis que, sin embargo, no puede dar siempre pronósticos fiables. Como en 1995, cuando un terremoto de magnitud 7,2 mató a 6.400 personas en Kobe, los japoneses se plantearán quizá nuevamente la interrogante de qué más pueden hacer para protegerse mejor de las catástrofes naturales. Posiblemente muy poco, excepto emigrar. No en vano el país asiático está en el “cinturón de fuego del Pacífico” una zona con gran actividad sísmica.
Lars Nicolaysen DPA
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