Joyce según la mirada de Joyce

"Mi hermano James Joyce" (editado por Adriana Hidalgo) es una de las más esclarecedoras biografías del autor de "Ulises". El libro se basa en los minuciosos recuerdos de Stanislaus Joyce apoyados en un diario que llevó durante toda su vida.

Pocos retratos del escritor irlandés James Joyce han resultado tan esclarecedores como el que traza su hermano menor, Stanislaus, en una biografía que se acaba de reeditar en la Argentina.

«Mi hermano James Joyce», obra lanzada al mercado por el sello Adriana Hidalgo, testimonia la nobleza con que su autor sobrellevó el estigma de ser hermano de uno de los mejores escritores de la literatura universal.

«Fue uno de los primeros en reconocer el genio de James Joyce, pero su carácter le resultaba «muy difícil» y su obra final un despilfarro. A pesar de estas reservas, vivió una vida en gran parte moldeada por la de su hermano, combatió con ferocidad el derecho de los demás de criticar a James y en el momento de su muerte había escrito una parte sustancial de las memorias en común», relata en la introducción Richard Ellmann, tal vez el más célebre biógrafo del escritor. Con casi tres años menos que su hermano, Stanislaus Joyce (1884-1955) siguió el mandato intelectual de James en muchos aspectos, pero a menudo fue más lejos.

«Mi hermano James Joyce» se basa en los minuciosos recuerdos de Stanislaus, apoyados en un diario que llevó fielmente durante toda su vida y donde anotaba las conversaciones entre ambos, las agudas observaciones de James y acontecimientos de la trágica vida familiar. Stanislaus mantuvo el humor y las finanzas del autor de «Retrato del artista adolescente» y le dio ánimo cada vez que los editores rechazaron algunos de sus originales. Su exilio de irlanda fue mucho más severo que el de su hermano, ya que durante 49 años no volvió a entrar en un país de habla inglesa. Al comienzo, en Trieste, la Universidad lo ignoró, pero después de un tiempo se convirtió en un profesor reconocido y popular. Su oposición al régimen de Mussolini le valió la destitución y la expulsión, en 1936. Tiempo después, gracias a la destitución de un amigo, en Roma, recuperó su posición en Trieste.

Los Joyce se encontraron solamente tres veces después de 1920, con un saldo doloroso para el autor de este libro. Sin embargo, continuaron escribiéndose hasta la muerte de James -ocurrida en Zurich en 1941-, quien le dedicó sus últimas palabras.

La noticia de la muerte de su hermano lo afectó tanto que la propia salud de Stanislaus comenzó a deteriorarse hasta que murió en Trieste, a los 70 años, dejando esta obra inconclusa.

«Stanislaus mismo, en este libro, nos interesa tanto como James; los hermanos son muy parecidos y sin embargo muy diferentes. James Joyce es un devoto de su padre y reverencia su memoria; la actitud de Stanislaus es muy distinta, y lo comprobamos cuando nos refiere la escena terrible en el lecho de la muerte de su madre», asegura el poeta inglés T. S. Eliot en el prólogo del libro.

«Donde James, en asuntos políticos o religiosos, era indiferente o simplemente irónico, Stanislaus manifiesta una violencia a veces aterradora. He leído este libro dos veces y me he sentido fascinado y sorprendido por la personalidad de este hombre seguro, valiente y severo, que fue una víctima de emociones encontradas de cariño, admiración y rivalidad, una lucha en el curso de la cual, vio a su hermano, en ciertos momentos, con una mirada de asombrosa lucidez», indica.

El libro presenta un cuadro de la carrera del autor del «Ulises» y de la vida familiar hasta sus 22 años, pero el período en que Stanislaus fue el guardián de su hermano comienza un poco más tarde. Según Ellmann, si hubiera vivido para terminar su libro, habría relatado cómo en Trieste, entre los años 1905 y 1915, salvó a su hermano de amigos dudosos, de disipaciones y de un peligro mayo: la inercia. (Télam).


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