El soldado Córdoba no tenía que estar de guardia el día que murió en Zapala

Según contó su familia, Pablo reemplazó el 31 de mayo a una compañera. “Él se ofreció para cubrirla”, afirmó su papá.

El 1 de julio, a las 6, el soldado voluntario Pablo Córdoba fue encontrado en el fondo del cuartel de Zapala, con dos disparos en la cabeza. Ese día no le tocaba hacer guardia y sin embargo estaba ahí.

La guarnición tiene la entrada principal sobre calle Roca y Ejército Argentino. Funcionan dos unidades: el Grupo de Artillería 16, al que pertenecía Pablo, y la Base de Apoyo Logístico en la que presta servicio su papá, Juan José, un militar de jerarquía.

Dentro del predio está la sede administrativa, el casino de oficiales, una pequeña plaza, el barrio donde vive el personal. Las viviendas se dividen por rangos: las de los oficiales están a la entrada, a la derecha. Las de los suboficiales, atrás y con techo de chapa, sin divisiones entre los patios de una y otra. Tampoco calles: solo casa y el número. Las hojas abandonaron a la mayoría de los árboles. Un poco por la estación y otro poco por el viento: las ráfagas en Zapala pueden superar los 100 kilómetros por hora. El verde lo traen los pinos.

Para llegar al cuartel hay que pasar una barrera custodiada que tiene un cartel blanco y negro: «identifíquese».

Ese jueves, a la madrugada, Pablo no debió haber estado ahí.

A la mañana le mandó un mensaje a Juan José preguntándole quiénes iban a estar de guardia en su unidad, porque siempre eran mixtas: artillería y logística. «Che pa, ¿quién entra?», escribió.

-Ese día no le correspondía la guardia porque entró a cubrir a una compañera, un soldado que tenía que llevar su hijo al médico. Él se ofreció para cubrir, porque él no tenía problema y le gustaba. Él amaba lo que hacía y ya anteriormente también había hecho una guardia, no cuando le tocaba, sino para cubrir a otro.

Juan José no quería que lo agarraran «de gil», Pablo tampoco le pedía ayuda.

-Tengo una jerarquía que si quiero agarro, llamo y digo: «no, a mi hijo sacalo». Él nunca quiso que yo interviniera en nada.

El 31 de mayo, a las 21 horas aproximadamente, su papá le preguntó: «¿qué tal tu guardia hijo?». Conversaron, se rieron. Descansá pa, descansá hijo. Te amo.

-Yo le decía que tenía que ser mejor que yo, él se iba a recibir antes que me retire.

Está convencido que el Ejército no es el mismo que el de 1994, cuando en este cuartel asesinaron a Omar Carrasco y lo ocultaron.

-Era muy diferente, se mantenía un hermetismo, quizás una cola de ese hermetismo está quedando, digamos en el pensamiento, ¿no? Un jefe no puede impedir la entrada de la Justicia.

En la casa de Juan José, una de las de techo de chapa, hay una estampita de la virgen de Guadalupe al lado de la foto de Pablo.

-No tengo duda de que a mi hijo lo mataron.


Soldado muerto en Zapala: Se trata de Daiana


Daiana es la única hermana de Pablo. La mayor, por 1 año y 9 meses. Nació en este predio. Juan José estaba de guardia. Natalia, la mamá, lo llamó cuando comenzó con las contracciones. Tuvo el parto en el hospital militar.

A Pablo lo tuvieron en la clínica Zapala. En el cuartel se crió, se convirtió en soldado y lo encontraron herido.

Cuando la llamó su mamá desde el hospital, el 1 de junio, Daiana pensó que su hermano había tenido un accidente con la bicicleta en la que iba a la guarnición.

Afirmó que no ha podido «llorar como se debe». Tiene lentes con medio marco negro, un flequillo espeso y dos piercings: en la nariz y en la boca. Ceba mates y escucha. Cuando se enteró que el arma no estaba en automático, se llenó de culpa por haber velado a su hermano con la idea de que se había suicidado.

-Me lo imaginaba bardeándome, diciéndome cómo iba a pensar eso.

Daiana es 1 año y 9 meses más grande que Pablo. Foto Matías Subat.

Soldado muerto en Zapala: «Qué le hicieron a mi hijo»


Natalia aseguró que conoce el lugar donde mataron a Pablo. Vivió en el barrio militar, antes de separarse de Juan José pero no lo recuerda. Por eso quiere ir. Cuando él la llamó el 1 de junio, a las 6, confundió el sonido con la alarma. Atendió y se levantó urgente.

-Pablo era muy arrebatado, se me cruzó que hizo un mal movimiento con el FAL. Nunca se me cruzó que él hubiese tenido la intención de matarse, porque yo conozco lo que era mi hijo.

Vivían juntos. Él la despedía con un beso en la frente, a las 5. Así lo hizo el 31 de mayo. Chau mamita, te amo.

Al enterarse que tenía dos disparos en el hospital, lo agarró de la ropa a Juan José. Repite ese gesto ahora con su propia polera. La agarra, la estruja con bronca, porque todavía la conserva. Y le dijo:

-Qué le hicieron a mi hijo.

Planteó que el Ejército siempre sostuvo que Pablo se había querido quitar la vida. «Minimizaron la situación, todos», agregó. Está convencida de que su hijo conocía a quienes lo atacaron porque no trató de defenderse.

-Lo traicionaron, porque tampoco creo que haya sido una persona.

La guardia rota su posición. Entre las 4.30 y las 6.30 Pablo tenía asignado un sector. Sus compañeros oyeron los disparos. Foto: Matías Subat.

Manifestó que para hacer el duelo necesita juntar todas las piezas. Todo, todo, todo, todo, todo, todo.

-A mí, por ejemplo, no me deja dormir la idea de pensar que mi hijo me necesitó y yo no estuve, yo tendría que haberlo protegido. No sé si él tuvo miedo, si se resignó, si se entregó, no lo sé.

Atiende una despensa y prepara las milanesas de pollo. Ya no sabe en cuántas radios ha salido. Mira fijo y usa una cruz, que parece pesada.

-Uno al no haber muerto nunca, no sabemos qué carajo pasa después, entonces yo no sé, no sé, hay tantas religiones y tantas creencias. No sé si mi hijo está descansando, o si está en un paraíso, o si está flojeando. Lo único que me mantiene en pie ahora es poder pensar que en algún momento voy a conseguir que se haga justicia, y que mi hijo esté donde esté se saque esa cruz de encima.

No quiere que caiga «ningún perejil», sino que cada uno asuma su lugar.

-Que hagan las cosas como la tienen que hacer: la Policía Federal, el Ejército, cada uno de nosotros tiene un rol en esta investigación. Yo soy la mamá y mi rol hoy es exigir que todo el mundo haga lo que tiene que hacer, eso.

Natalia Uribe, la mamá de Pablo Córdoba. Foto Matías Subat.

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