Knock out a los Derechos de Exportación

Pese a que el derecho de exportación es un impuesto de mala calidad y con importancia fiscal disminuida, su alto nivel porcentual y la continuidad de su aplicación en el tiempo han afectado seriamente la rentabilidad del agro.

La eliminación total de las retenciones, en el caso de la agricultura, permitiría –aun cuando se mantengan los actuales niveles de precios y rendimientos por hectárea– recuperar la rentabilidad de todos los cultivos y aumentar rápidamente las áreas sembradas, la producción y las exportaciones, generando un flujo adicional de divisas.

Las mejoras en la producción de los tres cultivos principales permitirían, en el transcurso de una sola campaña agrícola, aumentar las exportaciones en el orden de los 3.400 millones de dólares. De ellos el trigo generaría unos 1.300 millones adicionales, el maíz unos 1.600 y la soja, aproximadamente 500 millones de dólares. Si bien una medida de política de ese tipo recién tendría efectos observables para fines del 2016, su concreción a la mayor brevedad resultará estratégica para revertir las tendencias declinantes.

Respecto de la carne, la derogación de las retenciones también permitiría una rápida recomposición de la ecuación económica sectorial y haría viable un veloz mejoramiento de la relación exportación/producción mientras vaya madurando el mejoramiento cuantitativo de la producción. En ese contexto, suponiendo para el 2016 una producción similar a la actual (aproximadamente 2,8 millones de toneladas/año) y un ratio de participación exportación/producción similar al del 2010 (12%) (9), podrían generarse unos 570 millones de dólares adicionales a partir de las exportaciones de carne.

Sin duda sus efectos en el mediano y largo plazos serían aún mucho más contundentes. A ello coadyuvaría el hecho de que, a pesar de que los precios internacionales de estos commodities han caído en el orden del 50% desde sus momentos pico de la última década, aún se mantienen entre un 50 y casi un 80% por encima de los valores de fines del 2001. Por otro lado, las características actuales del productor rural argentino expresadas en la dinámica de sus respuestas a señales de estímulo racionales, su vocación inversora y su auténtico espíritu empresario nacional.

En relación con el financiamiento del sector público, caben las siguientes observaciones. En primer lugar, la recomposición del cuadro de resultados del sector permitirá sustituir al menos parcialmente los derechos de exportación por el impuesto a las Ganancias, que no sólo es más equitativo sino que también es coparticipable.

Además, junto con Ganancias se incrementaría la recaudación de varios impuestos provinciales y tasas municipales.

En segundo lugar, para atenuar una eventual “desfinanciación” del sector público nacional por una caída en la recaudación neta, la eliminación de las retenciones podría perfectamente implementarse mediante la entrega a los productores de un título público cotizable en pesos ligado a la evolución del tipo de cambio y transable en los mercados de valores del país y el exterior. El título no debería tener ninguna característica especial diferente de aquellas de los que están actualmente en circulación, para que no se corra el riesgo de transformarlo en una cuasi moneda.


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