La educación de Mercedes de San Martín

Por Mauricio Arabarco

El 12 de noviembre de 1812 se celebraba en Buenos Aires el matrimonio del coronel José de San Martín con Remedios de Escalada. Fueron sus testigos Carlos María de Alvear y Mercedes Quintanilla. Tres meses después, el joven coronel recogía su primer laurel en San Lorenzo. Posteriormente asumió el comando del Ejército del Norte, procediendo a su reorganización total. Luego fue designado gobernador intendente de Cuyo. Allí en Mendoza nace, en 1816, Mercedes de San Martín. Al partir el 'Libertador' hacia Chile y Perú, envía a su esposa y a su pequeña hija nuevamente a Buenos Aires, a la casa de sus suegros. Allí falleció, en ausencia de su esposo, Remedios de Escalada el 3 de agosto de 1823. San Martín se hallaba en Mendoza, postrado por sus conocidas dolencias y amenazado por sus enemigos. Al volver a Buenos Aires definitivamente tuvo la piadosa noticia, de parte de su sobrina Trinidad Demaría de Almeida, de que «Remedios había muerto como una santa, llamándolo en sus últimos momentos…..». De inmediato hizo construir en la tumba de su esposa, en el cementerio de la Recoleta, un monumento en el que mandó a gravar el siguiente epitafio: «Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín». Mujer de temple, Remedios de Escalada fue una apasionada patriota y entre sus actitudes descollantes se recuerda su asistencia activa al «complot de los fusiles», en el que las damas Patricias propusieron armar un contingente con sus peculios personales. Desconcertado por la actitud de muchos hacia él, que lo había dado todo por la Patria, y en desacuerdo con su suegra Tomasa de la Quintana, por la educación harto regalona que recibía Mercedes, toma su tremenda decisión: la del ostracismo y parte a Europa con su pequeña, el 19 de febrero de 1824, en el navío Francés «Le Bayonnais». La educación de su hija se convirtió en una obsesión para el 'Libertador'. En confesión a Manuel de Olazábal le dice: «Qué diablos. La chicuela era muy insubordinada, ya se ve, educada por la abuela». Mientras navegaban, comenzaron las correcciones y éstas fueron tan severas, que Merceditas pasó la mayoría del tiempo del viaje arrestada en su camarote. Ya en Europa la internó en un colegio inglés. San Martín destinó la mayor parte de sus ingresos a la educación de su hija. Pero no solamente le dedicó dinero, sino también tiempo y pensamientos. Para mejor forma, a Mercedes redactó en 1825 las célebres doce máximas, esas que él tendrá como objetivos y cuya lectura recurrirá con frecuencia para hacerlas realidad. En carta a Tomás de Guido le dice: «Cada día me felicito más de mi determinación de haber conducido mi chiquilla a Europa y arrancarla de al lado de doña Tomasa. Esta amable señora, con el excesivo cariño que le tenía, me la había resabiado -como dicen los paisanos- en términos que era un diablotín. La mutación que se ha operado en ella es tan marcada como la que ha experimentado su figura. El inglés y el francés le son tan familiares como su propio idioma, y su adelanto en el dibujo y la música son sorprendentes. Usted me dirá que un padre es un juez muy parcial para dar su opinión. Sin embargo, mis observaciones son hechas con todo el desprendimiento de un extraño, porque conozco que de un juicio equivocado depende el mal éxito de su educación». En 1831 San Martín y su hija se instalaron a vivir a dos leguas y media de París en una casa de campo.

En esa casa Mercedes conoció a su futuro esposo, Mariano Balcarce, hijo del vencedor de Suipacha. El encuentro derivó en noviazgo. El 7 de diciembre de 1831 el héroe escribía a Dominga Buchardo de Balcarce, madre de Mariano: «Antes del nacimiento de mi Mercedes, mis votos eran que fuese varón. Contrariado en mis deseos, mis esperanzas se dirigieron a que algún día se uniese a un americano, hombre de bien, si fuera posible, que fuese hijo de un militar que hubiese rendido servicios señalados a la independencia de nuestra Patria. Dios ha escuchado mis votos, no sólo encontrado reunidas estas cualidades en su virtuoso hijo don Mariano, sino también coincidir en serlo de un amigo y compañero de armas. Si como espero, este enlace es de aprobación de usted, sería para mí la más completa satisfacción. La educación que Mercedes ha recibido bajo mi vista, no ha tenido por objeto lo que se dice formar de ella una dama de gran tono, pero sí el de hacer de ella una tierna madre y una buena esposa. Con esta base y las condiciones que adornan al hijo de usted, podemos comprometernos a que estos jóvenes sean felices, que es lo que aspiro». Casada Mercedes con Mariano Balcarce, vivió el libertador con ellos en Gran Bourg, donde Balcarce atendía sus funciones diplomáticas. La vida de San Martín se iba alejando, y sin perjuicio de su ancianidad atendía la conservación de sus armas, escribía, leía y concedía audiencias.

En sus últimos tiempos escribió: «Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de ésta y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, recompensa con usura todos mis esmeros haciendo mi vejez feliz».

Recordamos hoy las máximas que oportunamente redactó San Martín para orientar su conducta y la formación humana de su hija:

1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole una ventana para que saliese: «Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos».

2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.

3. Inspirarle gran confianza y amistad, pero uniendo el respeto.

4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.

5. Respeto sobre la propiedad ajena.

6. Acostumbrarla a guardar un secreto.

7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.

8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.

9. Que hable poco y lo preciso.

10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.

11. Amor al aseo y desprecio al lujo.

12. Inspirarle amor por la Patria y por la libertad.

Mercedes de San Martín murió el 28 de febrero de 1875 y el 20 de febrero de 1885 su esposo Mariano Balcarce. Desde 1951 los restos de ambos, y la hija María Mercedes, descansan en un mausoleo en la basílica de San Francisco, en la ciudad de Mendoza.


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