La educación no es prioridad


El brutal recorte presupuestario a la educación para el 2022 alcanza los $34.000 millones de pesos, algo más que un 6.2% y ello sin tomar en cuenta que la inflación proyectada es del 52% para el año próximo.

Es el mayor recorte educativo de la historia argentina.

El gobierno con esta acción acaba de confirmarle a los argentinos algo que ya todos sabíamos: la educación no es prioritaria en la agenda de gobierno.

La situación de la educación argentina sigue siendo crítica. No sólo las pruebas PISA daban cuenta del bajo nivel educativo, básicamente los contenidos de los papeles no tienen correlato con lo que se aprende en el aula.

Estos resultados por demás preocupantes se ven agravados por dos factores importantes: el cierre masivo de escuelas durante toda la pandemia y el alto nivel de deserción escolar, casi un millón de chicos dejaron la escuela en el último año y medio.

Los exámenes PISA y Aprender indicaron que, antes de la pandemia, el 72% de los alumnos terminaba el secundario sin los conocimientos mínimos de lectura y matemáticas.

Básicamente en el sistema educativo argentino solo 3 de cada 10 alumnos pueden comprender textos y resolver problemas matemáticos básicos.

¿Es sólo un problema de inversión?

Por supuesto que no, es un problema de dirección del gasto. Ya lo expliqué en otros análisis sobre el costo de la educación universitaria. El gasto público por alumno en la argentina debería estar arrojando muchos mejores resultados.

Entonces ¿por qué tenemos tan malos resultados?

Básicamente porque los sistemas educativos siguen iguales al 1900, donde rige el modelo aristotélico, donde hay un docente que imparte el conocimiento a alumnos que no les interesa escucharlo porque esa información ya está en sus dispositivos electrónicos.

En este contexto de sobreabundancia de información en Argentina, la incorporación de tecnologías y métodos de enseñanza modernos son de los más bajos del mundo.

Especialistas en políticas educativas recomiendan fortalecer la educación emocional para que los alumnos puedan adaptarse mejor a un mundo que evoluciona tan velozmente que el 85% de los trabajos que van a existir en el 2030 todavía no fueron creados.

Un modelo educativo fuerte no sólo requiere buena inversión estatal y modernización a las eras digitales y de internet, sino que además requiere de inteligencia en uso de esos presupuestos y mayores controles sobre la actividad docente.

Evaluar periódicamente a quien está frente a las aulas es también fundamental para garantizar el resultado del proceso educativo.

El control además en una república es fundamental, porque al fin y al cabo el dinero que se invierte no viene de los políticos, sino de los propios contribuyentes, que son los que hacen el esfuerzo.

* Abogado


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