La grieta de ayer, hoy y mañana

Jorge Horacio Gentile*


El precipicio entre kirchnerismo y macrismo limitó las posibilidades de diálogo, debate, negociación y consenso necesarias para resolver graves problemas del país.


Jorge Lanata bautizó como “la grieta” al profundo espacio que separa a los dos principales contendientes políticos de las elecciones nacionales de 2015 y 2017: Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Para Jaime Durán Barba -asesor de Macri- esa grieta fue y será imprescindible para que el gobierno triunfe en aquellas y en las próximas elecciones, aunque ese conflicto haya servido también para impedir el diálogo y los debates, no solo entre esos candidatos y sus seguidores, sino también para quebrar o hacer imposible muchas conversaciones o reuniones de amigos o de familiares.

Pero este precipicio no solo impidió la entrega de los símbolos presidenciales cuando Macri se hizo cargo de su despacho en la Casa Rosada, sino que también limitó las posibilidades de diálogo, de debate, de negociación y de consenso que eran y son necesarias para resolver los graves problemas que padecemos los argentinos. Esta actitud, además, sirvió para debilitar el funcionamiento de las instituciones de la república.

El Congreso dejó de sancionar leyes (solo 64 en el 2018), de prestar acuerdo para designar jueces, o al defensor del pueblo -cuyo cargo está vacante hace más de 10 años-, o al fiscal general -que está vacante hace dos-. No actualiza la ley de coparticipación federal.

La confrontación por legalizar el aborto, propuesta por el presidente, abrió una nueva grieta entre celestes y verdes que será difícil de cerrar.

El presidente, como lo hicieron también sus antecesores, dicta leyes, mediante decretos de necesidad y urgencia -50 durante el 2018-, que el Congreso tampoco deroga, o modifica. No reglamenta leyes, que por ese motivo carecen de vigencia.

El Poder Judicial de la Nación tiene un cuarto de sus cargos de jueces vacante. Las sentencias exhortativas de la Corte y de tribunales federales, en las que se les pide al Congreso que sancione leyes o decida políticas públicas, no son respondidas por ninguna de las cámaras -entre el 2005 a 2018 contabilizamos 63-. Además de que ni los jueces, los funcionarios, ni el resto del personal abonan el impuesto a las Ganancias.

Las elecciones que vienen nos muestran que los argentinos estamos cansado de la grieta y por ello se han hecho distintos ensayos desde la clase política para convencer a la mayoría del electorado de que la misma será superada. Hay candidatos presidenciales, como Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, que disputan la ancha franja del electorado que repudia la grieta, y los dos contendientes principales Macri y CFK -que en las dos elecciones anteriores y en la que viene intentan valerse de la polarización- matizaron su fórmula presidencial con dos candidatos, Miguel Ángel Pichetto y Alberto Fernández, que provienen del sector antigrieta y aseguran bregar por su abolición.

Con estas extrañas combinaciones intentan sumar a sus respectivos 30% de electorado cautivo algo del restante 40%, según lo que indican las encuestas, preocupándose más por resaltar la deficiencia del enemigo, que las virtudes de sus propuestas, de la que poco y nada se habla.

Discuten acaloradamente quién es el culpable de la pobreza, el narcotráfico, la inflación y el endeudamiento; de la falta de empleo, educación o de viviendas, pero nadie indica cómo apagarán este incendio.

El panorama que nos muestra el discurso de los candidatos es por demás ambiguo, lo que acentúa nuestra incertidumbre, que nos impide invertir y que asusta a los que lo quieren hacerlo desde fuera del país, postergando ilusiones y frustrando la creatividad de una juventud que sería feliz de enfrentar los grandes desafíos que nos propone el siglo XXI.

Discuten acaloradamente quién es el culpable de la pobreza, el narcotráfico, la inflación y el endeudamiento; de la falta de empleo, educación o de viviendas, pero nadie indica cómo apagarán este incendio.

De la corrupción y de cuál será el futuro de los procesos judiciales que se les siguen a dirigentes políticos o empresarios cada vez se habla menos y no faltan quienes insinúan indultos o amnistías.

La crisis que enfrentamos los argentinos parece no resolverse en las urnas, pero esperamos que la sensatez y el espíritu de solidaridad que muchos practican silenciosamente, ayudando a los que no tienen alimentos, ni vivienda, ni medios para vivir, supere la mediocridad de una dirigencia política insensible que solo aspira a acumular poder.

*Profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba y la UCC; exdiputado de la Nación


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