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La imperiosa necesidad de reconvertir la fruticultura

Recientemente se publicó una interesante nota, entre otros temas, sobre “Lógicas que solo son aplicables en la economía argentina”, cuya lectura induce a estimulantes reflexiones. Veamos algunas.


Allí aparece como un dato clave que la retirada de las empresas extranjeras como Expofrut, Salentein y San Miguel, entre otras, profundizó la crisis de la fruticultura valletana arrojando los conocidos y preocupantes números que conocemos, que pueden resumirse con el denominador común de la falta de inversión en la actividad.


La crisis de la actividad proviene de años anteriores, allá por la década del 80 (no fue simultánea), cuando estas empresas se fueron instalado en nuestra economía regional, inicialmente con una fuerte inversión en producción primaria, además de infraestructura de empaques y frío, pero que no impidió, como veremos, llegar a este preocupante desenlace.


A medida que pasaron los años, la inexistencia de políticas públicas nacionales, y fundamentalmente provinciales, diseñadas en consonancia con las necesidades regionales que incentivaran a la inversión de esos capitales además de el fortalecimiento del productor, ayudó a que dichas empresas dejaran de invertir en producción primaria y comenzaran a aumentar la compra de fruta a terceros, fundamentalmente a productores primarios, que rondaban los 7.000 hace 35 años.


La razón fundamental de ese desplazamiento de política interna de dichas empresas estaba en que el costo de producción de 1 kg de manzana o pera era no menor a U$D 0,05, siendo no obstante más que lo que gastaba el productor primario llamado independiente.


Así, a través de los años, y con la ayuda de la volatilidad de la economía argentina, se fue deteriorando en el precio pagado al proveedor primario, tanto por los plazos utilizados en el pago, como por el tipo de moneda, el monto y modalidad de compra de los insumos, entre otros factores. La posición dominante se apoyó en la producción propia y ello llevó a la concentración en manos de pocos compradores en desmedro del precio pagado al productor. Este fenómeno se fue profundizando, llegando a introducir en las estructuras propias para su acondicionamiento y venta hasta el 70% de fruta comprada. Teniendo en consecuencia cada vez un mejor balance en dichas empresas.


Como resultado final, el productor primario llamado “independiente” no pudo cumplir normalmente su ciclo productivo anual, comenzando a tener como consecuencia de ello mucha menor calidad, e incluso cantidad de fruta embalable, por lo que el comprador le pagaba aún menos por su cosecha, estableciéndose un círculo vicioso al vender, hasta llegar a la situación en la que se encontró obligado por las circunstancias a abandonar su plantación, hasta desaparecer como productor frutícola.


Una vez disminuida en forma importante la cantidad de productores primarios no integrados, que actualmente se estima en 1.200, de los cuales 600 ofrecen fruta en la primera venta, para las empresas procesadoras carecía de sentido permanecer en la actividad, salvo que tomaran la decisión de volver a invertir en la producción primaria. La política de dichas empresas, por el contrario, fue vender o alquilar sus bienes y retirarse e irse de la actividad y en algunos casos del país.


Los gobiernos no han sabido plantear políticas públicas para el desarrollo sustentable de la fruticultura, basado en la diversificación productiva, tecnología y el cuidado del ambiente.



Lo sucedido, entonces, no fue solo por el cambio de política de las empresas extranjeras, entre otras, sino que además seguían faltando políticas públicas que protegieran al productor primario integrándolo horizontal y verticalmente hasta llegar a los canales finales de venta, e induciendo al empresario extranjero, entre otros estímulos, a profundizar sus inversiones bajo determinadas reglas de juego favorables a su expansión y a esta economía regional.


A través de los años, seguimos viendo que los gobiernos no han sabido plantear políticas públicas para el desarrollo sustentable de la fruticultura, que hoy debería estar basada en la diversificación productiva, la tecnología y el cuidado del medio ambiente, asomándose como interesante la agroecología.


Frente a la imperiosa necesidad de revertir esta situación, agravada por la pandemia, las autoridades políticas debieran plantearse con urgencia la reconversión de la situación sobre bases distintas para no cometer los mismos errores del pasado, teniendo en cuenta la infraestructura existente con la que han dejado de producir y que, con menor esfuerzo, se puede volver a poner en valor la producción diversificada y sustentable para el mercado interno, la exportación y la importante ocupación de mano de obra.

* Ingeniero y asesor frutícola


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