La lección del profesor Jaspers
Un excomisario imputado de la comisión de crímenes contra la humanidad en el marco de la última dictadura cívico-militar fue detenido días atrás en la ruta de entrada a Bariloche. Se trata de César Heriberto Peralta, prófugo de la Justicia Federal de Rosario, a quien se le atribuye la participación en varios hechos de homicidios, violaciones y torturas. Para evitar ser detenido lesionó a un policía que quiso neutralizarlo y se dio a la fuga a bordo de un vehículo por espacio de 30 kilómetros hasta ser finalmente alcanzado en las cercanías de Confluencia Traful. Luego de descender del automóvil comenzó a correr por entre medio de un tupido bosque en donde pretendió sin éxito esconderse. En su carrera, sin siquiera imaginarlo, evocó el recuerdo del filósofo alemán Karl Jaspers, quien nació en 1883 y murió en 1969, alentando hasta el final de sus días la esperanza de que la reflexión filosófica pudiera contribuir a la realización de formas de vida humanamente dignas. César Heriberto Peralta simboliza la ausencia de culpa, remordimiento y autocrítica que caracteriza a los perpetradores, cómplices e instigadores de los crímenes cometidos desde la estructura estatal durante la Argentina dictatorial. Puesto que no ha existido ni existe de su parte una aproximación subjetiva a los daños producidos y a todo el dolor causado. En contraposición, durante los meses de enero y febrero del semestre de invierno 1945-1946, Karl Jaspers dictó en la Universidad de Heidelberg un curso sobre “la cuestión de la culpa y la responsabilidad política en Alemania”. La vivencia personal de la dictadura habría sido el origen del vuelco del filósofo hacia lo político. En 1933 Jaspers fue excluido de la administración universitaria, en 1937 se le prohibió ejercer la docencia y, en 1938, publicar sus escritos. La experiencia fundamental, afirmó, fue entonces “la pérdida de la garantía jurídica en el propio Estado”. Consideró que durante la dictadura nazi se había producido una perversión entre impulsos naturales y máximas morales, a la vez que un abandono de la ética de la convicción. Tanto es así que lo que se necesitaba para superar esa crisis era llevar a cabo una “conversión”, una recuperación de la fe en la razón. El punto de partida para asumir la propia responsabilidad por lo sucedido en los doce años de dominación nacionalsocialista no podía ser, desde luego, el escapismo de la reacción psicológica sino el restablecimiento de la disposición a reflexionar. Planteó que más importante aún que las acusaciones que entonces se le formulaban a Alemania desde del mundo entero resultaba la manera en que “nos analicemos, enjuiciemos y purifiquemos a nosotros mismos”. A punto tal que consideró como un imperativo ético insoslayable el hecho de esclarecer el asunto de la culpa. El mensaje que Jaspers nos transmite desde entonces puede ser resumido en algunas ideas básicas: asunción de la responsabilidad personal versus abdicación de elección; solidaridad universal versus lealtad parroquial; acentuación de lo personal individual versus concepciones totales de un pueblo o una nación; conversión versus perversión; vigilia moral versus indiferencia prudencial. Según él, forma parte del destino de cada persona encontrarse envuelto en las relaciones de poder por medio de las cuales vive. Ésta es la inevitable culpa de todos, la culpa de ser hombre. Contra ella, al menos, se puede reaccionar empleándose en favor del poder que pone en práctica el derecho, los derechos del hombre. La autoelucidación como pueblo en una reflexión histórica y la autoelucidación personal del individuo parecen ser dos cosas distintas. Sin embargo, sostuvo que la primera sólo puede tener lugar en el curso de la segunda. Lo que los individuos realizan en mutua comunicación puede, cuando es verdadero, convertirse en la extensa conciencia de muchos y vale entonces como autoconciencia de un pueblo. A más de tres décadas desde sus crímenes, los perpetradores argentinos, como Peralta, siguen corriendo tras los bosques de la impunidad. Lo hacen con prisa para escapar de cualquier reflexión posible, de todo arrepentimiento, sentimiento de culpa y justicia. (*) Juez Penal. Catedrático Unesco
MARTÍN LOZADA (*)
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