La muerte de Negrita en Neuquén

Mar del Plata

Cuando un “¿Por qué le habrán puesto caballos?” de alguna añosa publicidad deja de parecernos ingenuo y una esquiva verdad se evidencia en algún forzado silencio, el eco de los mismos cascos de briosos corceles, que gallardos señores hoy ponderan, cuenta otra historia.

Duele escucharla, porque en una rara lengua hablan de miedos, de pánico, de corridas, de seres sensibles obligados a batir una batalla impropia; por el honor de una especie cobarde, por la continuidad de la suprema mentira.

No es de extrañar que a falta de valor se use el del otro para que el propio nombre se acuñe en bronces, y sea alabado heroicamente.

Bayo, ruano, zaino, pardo, gateado o tordillo se nos antojan semidioses cuya voluntad sólo puede doblegar un humano cruelmente, como lo ha hecho y hoy lo hace. Nuestra más gloriosa historia de próceres, batallas y aceros va montada en corceles más veloces que el viento que corren por terror, no por voluntad.

Fuego, estruendo, amenaza o droga, poco importa cuál sea el detonante de ese pánico, ese miedo profundo y ancestral cuya innata respuesta es la carrera a la salvación o la muerte.

Negrita (la yegua que falleció el 1 de mayo en el hipódromo de Neuquén por dopaje- probablemente por ser inyectada con cocaína líquida, mezclada con vitamina B12 como tantos otros caballos del Turf) no buscaba ganar un premio, ni cobrar una apuesta, sólo buscaba huir, y ante la mirada atónita de quienes verían su última y corta carrera, Negrita lo huyó para siempre.

No más dopaje. No más carreras de caballos, No más abuso de equinos en Argentina.

Karina Zerillo Cazzaro

DNI 21.653.863


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