La odisea de una pareja secuestrada en Bariloche

Ella, cautiva enel Banco Nación, pudo pedir ayuda.

Alfredo Leiva

BARILOCHE (AB).- Mercedes Cristina Sosa tiene el hablar pausado y el tono similar a la artista que lleva su mismo nombre y casualmente era su prima. No se altera su voz ni su relato cuando cuenta en detalle el episodio que vivió al ser secuestrada por tres personas (dos mujeres y un hombre) que pretendían forzarla a retirar dinero de una cuenta bancaria mientras a su esposo lo retenían maniatado en su casa. La odisea terminó bien para ambos, sin heridas, y con los tres delincuentes detenidos.

Mercedes tiene 66 años y su esposo, Ricardo Abel Sánchez, 68. Ambos son jubilados. Ella es estudiosa de la metafísica, él trabajador administrativo en el rubro construcción. Ahora realiza una changa temporaria en el centro, hacia adonde ayer a las 7:30 se dirigía cuando salió de su casa en la avenida Bustillo al 5,300. A unos 50 metros de la vivienda, de manera inesperada, un automóvil lo abordó con tres personas en el interior y uno de ellos, a punta de pistola, lo obligó a subir.

“Me dijeron ‘quedate tranquilo, no te va a pasar nada si hacés las cosas bien’; me ataron las manos y me llevaron al cajero. Todo en tono fuerte pero sin violencia”, contó Ricardo al recibir a “Río Negro” en su casa.

La recorrida en ese Renault Clio color gris comenzó en un cajero ubicado en la base del complejo del cerro Otto, pero allí no pudieron retirar dinero; luego fueron a una sucursal del banco La Pampa, en calle San Martín, donde extrajeron 1.200 pesos, el límite diario de la caja de ahorros, y transfirieron a otra cuenta bancaria 5.000 pesos. Él reconoció a la mujer joven de la banda de asaltantes, quien además lo saludó y se quitó el pasamontañas para advertirle que se conocían. Se trataba de la hija de una peluquera conocida.

Luego, el hombre y sus captores retornaron a su casa, donde su esposa Mercedes aún estaba recostada. Eran cerca de las 8 cuando la sorprendieron y se la llevaron rumbo a un banco con el objetivo de retirar más dinero en efectivo.

El marido quedó “custodiado” en la casa por una de las asaltantes, que tiene 53 años, y ahí comenzó la odisea para Mercedes, quien fue transportada por los otros dos jóvenes –una chica de 27 y un muchacho de 26– bajo amenaza con un arma de fuego. Le exigían que retire del banco 40.000 pesos y luego le pidieron más. A todo la mujer asintió y la condujeron a la sucursal de la calle Mitre del Banco Nación, donde es clienta.

Una vez en el banco, Mercedes pidió a un agente de seguridad pasar al baño y la joven secuestradora la acompañó.

“Cuando salgo lo toco en el brazo al policía, ya algo se dio cuenta… y después me vuelve a mirar y le hice un gesto y lo vuelvo a tocar”, contó la mujer, y de inmediato el policía la hace pasar las mamparas para acceder al sector de cajas y allí, al estar sola, pudo hablar: “Estoy secuestrada, lo tienen a mi marido de rehén”, dijo. Y en cuestión de minutos, no recuerda cuántos pero le pareció poco tiempo, “se armó el revuelo en el banco” y los jóvenes escaparon.

La Policía de Río Negro actuó de inmediato pero los captores huyeron en el vehículo rumbo al oeste de la ciudad, mientras que dieron aviso por teléfono a su cómplice que retenía a Ricardo.

“Ahí (cuando la llamaron) ella se puso nerviosa, preocupada” y antes de que pudiera reaccionar y decidir cómo actuar, un agente policial rompió una ventana pequeña del departamento y atravesó un arma larga.

“Entregame y tratá de salvarme”, le dijo la mujer a su víctima, quitándole la cinta con la que mantenía atadas sus manos. Fue su desesperado intento para que Ricardo no la comprometiera aún más en el episodio.

El matrimonio vinculó el secuestro con un asalto que padecieron en su casa el 26 de agosto pasado, cuando desconocidos ingresaron y, entre lo que se llevaron, cargaron con una copia de un título de propiedad en Buenos Aires y el pasaporte de Ricardo.

A comienzos de septiembre el hombre recibió una extraña llamada que le proponía “devolverle” los papeles y anteayer dos personas se presentaron en su trabajo, avisándole a un compañero que volverían este viernes a las 9. Finalmente al jubilado lo interceptaron antes, cuando iba camino a tomar el colectivo.


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