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Aymara Rovera, la actriz que se enamoró del cine en una pantalla de Plaza Huincul y no paró más

Nació en Plaza Huincul, descubrió su vocación en la pantalla del famoso Ruca Lighuen, se fue a Buenos Aires a estudiar con maestros de actuación; la primera película en la que actuó se estrenó en Cannes y ahora está al frente de un festival. Un camino de película.

En la década del 70, cuando Aymara Rovera era chica, en Plaza Huincul había un cine. Se llamaba Ruca Lighuen y era uno de esos cines de antes, con escalinata de ingreso, con un hall majestuoso. Ir a ver películas, con su mamá, era un ritual. Se arreglaban, se preparaban para cada función. Ahí vio cine de Hollywood, cine europeo, cine nacional. Vio actrices que contaban historias, todas distintas.


Con los años, el cine Ruca Lighuen se transformó en un boliche, después en un casino, después cerró. Y ahora, desde hace dos años, se anuncia -en cada campaña y en cada aniversario- que será recuperado.
Aymara Rovera logró tomar lo mejor del espíritu de aquella sala, el germen de lo que es hoy: actriz, directora de cine, productora, gestora cultural, responsable del Festival de cine Independiente de Cipolletti Lorenzo Kelly, que se realiza este mes (ver aparte). “Yo era muy chica cuando íbamos con mi mamá a esa sala maravillosa y pensaba: qué lindo ser actriz porque se pueden contar muchos universos. Y cuando decía que quería ser actriz parecía medio raro por aquella época. No había tanta gente que quisiera ser actriz. Pero el deseo se me despertó ahí, en ese lugar. Por eso me parece tan importante y tan fundamental recuperar los espacios de los cines, de los centros culturales, porque esos espacios terminan dando la posibilidad a muchos jóvenes de encontrar un camino. Yo lo encontré viendo ahí, viendo cine. Ahí se me despertó el deseo y no paré más. Y fue un deseo tan grande que me hizo darme cuenta de que el guión y la producción también eran una rama dentro de lo que había estudiado y que el camino es infinito. Uno puede seguir contando historias siempre, de distintas maneras. Y es hermoso porque uno cuenta el mundo, cuenta el universo”, dice Aymara Rovera.


Quizás ninguna sala, ninguna proyección sepa lo que despierta entre los que están sentados ahí, a oscuras, magnetizados por las imágenes. Pero a ella la animó no sólo a irse a Buenos Aires, sino a rebuscárselas durante un año, en un trabajo poco artístico (en una compañía de seguros), para poder pagarse los estudios que tanto anhelaba.


“Después de un año en el que me acomodé, empecé a estudiar con Julio Chávez, con Agustín Alezzo, con Luis Agustoni, en el Teatro San Martín, en el Rojas. Un maestro que me marcó mucho fue Julio Chávez, actor y director. Me dio herramientas muy claras que hoy yo misma doy a mis alumnos de la Patagonia, donde doy talleres. A mí me hizo darme cuenta de la fuerza que uno tiene como actor, porque en ese momento estudiaban ahí muchos actores de Buenos Aires y de alguna manera yo era siempre la chica del interior, entre comillas. Pero de ahí salté a filmar la película “Nordeste”, en Formosa, en Chaco, porque querían justamente una actriz que no sea tan porteña, así que mal o bien, venir de una provincia me abrió una puerta, ganar premios internacionales como el de mejor actriz en Estocolmo”, enumera Aymara.
La puerta que le abrió fue enorme. Esa primera película que protagonizó, “Nordeste”, de Juan Solanas, se estrenó en Cannes. Y ella, que sólo había viajado a Buenos Aires y a Rosario a visitar a sus abuelos, estaba de pronto en un avión rumbo a París primero y luego en otro más pequeño, con destino a Cannes. Estaba en el mismo avión en el que viajaban Juan y Pino Solanas, Héctor Olivera, Javier Bardem, Salma Hayek.

“Era increíble estar ahí, representando a la Patagonia, con la mirada de una actriz que estaba contando una historia y representando a la Argentina en Francia. Esto me abrió la posibilidad de hacer veinte películas más como actriz y ahora tres como directora. Fue hermosísimo este camino que me dio el cine”, se emociona.

Con el equipo de «Nordeste», en Cannes.


– ¿Por qué decidiste pasar de actriz a guionista y directora?
-La verdad es que yo estaba muy enamorada de la actuación, pero de a poco me fui dando cuenta de que la única manera de tener cierto control de las cosas que se contaban, era contándolas yo misma. Y sabía, por ejemplo, que la historia de Aimé Painé era una historia que no iba a contar alguien con una mirada porteña. No quiero desprestigiar la mirada de ningún director pero me parecía que para contarlo, era algo que te tenía que atravesar y había que pertenecer. Eso me hizo darme cuenta de que también debía escribir el guión. Había investigado mucho, así que comencé la carrera de guión, con una beca, y eso me permitió volcar mi investigación en un guión. Como soy disléxica lo cuento con mucho orgullo, porque francamente me costó mucho, daba vueltas muchas palabras. Pero finalmente, después de tres años, pude convertir la historia en un guión de cine y junto a Nicolás Rodríguez Blanco, que me acompaña, lo presentamos en el Incaa y ganó como mejor guión patagónico. Eso me permitió poder producir la película. Y estudié producción porque a demás de hacer el guión me parecía importante poder llevar adelante la producción general. No quería que viniera alguien de Buenos Aires y tome decisiones de producción porque las decisiones las quería tomar desde el territorio.

Charo Bogarin, Aymará y Marité Berbel, en la filmación Soy Aimé.


Aymará dirigió, produjo y escribió el guión de la película ”Soy Aimé”, protagonizada por Charo Bogarin, que cuenta la historia de la activista y cantante mapuche, desde su infancia, cuando fue arrancada de sus lugar de origen (Río Negro, 1943), para ser llevada a un hogar de monjas en Mar del Plata, hasta que descubre el canto y su propia voz, busca a su familia de origen y en plena dictadura, reconoce sus raíces y cambia su nombre a Aimé Painé.


“Lo hice con muchísimo esfuerzo, en 2017. En 2017 las mujeres estábamos bastante al costado, ahora hay reglamentos, pero en aquel momento, no. Para mí, fue un gran cambio darme cuenta de que podía hacerlo. Me costó mucho ganármelo, pero agradezco haberlo hecho porque valió la pena. La película es muy exitosa, y en este momento está en Europa, en festivales. Estoy muy contenta con este cambio que me permitió crecer en mi profesión, y que tenía chances de hacer muchas más cosas. En los sets de rodaje uno aprende mucho viendo. La observación hace que uno vea cómo funciona la producción, la dirección”, dice.


-¿Por qué resolviste, teniendo esta carrera y después de 23 años en Buenos Aires, volver?
-Yo pienso que Aimé, el proceso de buscar cada locación y grabar la serie (también hay una serie sobre la cantante), hizo que me diera cuenta de que no iba a poder seguir contando historias que no me atraviesen a mi. Tenía que ver con eso. Filmando acá, volví a encontrarme con mi raíz. Sentí que mucho de lo que se hace en Buenos Aires, en el cine, en el teatro, ya no tenía que ver con las miradas de las provincias. Acá encontré un espacio de lucha que quizás allá lo estaba perdiendo. Acá sentí que tenía el poder de tomar decisiones y tomé la decisión de no sólo dirigir sino llevar adelante un festival. Eso me permitió poder encontrarme con lo que soy, con proponer volver a mirarnos y reconocernos entre nosotros. Me parece que los espacios se ganan desde el territorio. Desde Buenos Aires, no podía saber lo que realmente pasaba acá. Y al principio me costó, claro. Se me hizo difícil porque en definitiva yo siego independiente y hay que gestionar cada paso.Pero me gusta la idea de abrir espacios. Y hoy pienso que lo mejor que pude hacer fue volver.


-¿Cuáles son las historias que querés contar desde acá?
-Muchísimas. Me interesa muchísimo documentar lo que pasa acá y me encanta contagiar a los chicos, a los jóvenes a que se animen a contar historias que les pertenecen, que cuenten historias que tienen que ver con sus familias, con su tierra, con sus abuelos. La cultura atraviesa todo. La posibilidad que tenemos como patagónicos es aprovechar estos escenarios naturales que también cuentan una cultura. Y la gente que ocupa estos espacios tiene que ser contada desde acá. Es diferente a cuando se cuentan esas historias que siempre tienen el ombligo puesto en la Capital Federal, historias que por supuesto nos construyen a todos los artistas en general, pero creo que es importante cuando hablamos del federalismo, federalizar de verdad, para poder respetar estas miradas de los jóvenes de acá.


-Hablás mucho de los jóvenes, resaltando que hay un movimiento en la región, y que te gustaría impulsarlos a contar historias de acá. ¿Con qué te encontrás cuando traen su experiencia al festival?
-Cuentan mucho. Hace un tiempo que vienen hablando de cuestiones de diversidad, de inclusión, de interculturalidad. Me encuentro con mucho material, tanto de cortos como de videoclips, que hablan de historias nuestras, de nuestras comunidade , mucho de las comunidades mapuches. Me interesa mucho esa mirada. También la violencia está muy presente, y ese deseo de dar voz a lo que pasa con las mujeres. Me parece interesante esta apuesta que hacen los jóvenes para dar voz a cuestiones sociales.

-Si tuvieras que definir el cine patagónico, ¿qué dirías?
-La Patagonia es tan amplia, tan distinta toda. Sé que es un poco egoísta lo que voy a decir pero creo que el cine patagónico se puede contar desde los patagónicos , desde los que realmente nacimos y nos criamos acá. Yo pasé todos mis veranos Las Grutas, conozco ese mar, las algas, las mareas; conozco Aluminé y vuelvo a encontrarme con esas araucarias milenarias… No hay muchas películas que reflejen nuestra cultura así.Cuando uno viene de afuera puede mostrarnos la belleza de los escenarios naturales, que son magníficos, pero si el actor o la actriz es porteña hay algo que no es totalmente patagónico. Yo admiro a muchos actores de Buenos Aires, pero sigo pensando que nosotros tenemos que tener a nuestros actores y eso también es parte de respetar nuestro territorio, para contarlo desde alguien que habla, mira y respira este aire, el aire patagónico.


Hace cuatro años y medio que Ayme Rovera decidió regresar a la Patagonia para buscar aquello que sintió que estaba perdiendo en Buenos Aires, su aire, su voz. “Eso tiene que ver con esa niña que fui, nacida en una ciudad como Cutral Co, que me marcó. Volver ahora la provincia y reconstruir desde acá, fue lo mejor que me pasó”.

Fotos: Flor salto y Gentileza Aymara Rovera




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