Carolina Kleine Samson, la artista neuquina que cuestiona el mundo digital

Ahora está en Cádiz, pero antes pasó por Miami, Texas,. Milan, Dubai y Kuwait. Todo comenzó por un cuestionamiento a las redes sociales.

¿Qué encierra un código QR? ¿qué simbolizarán en el futuro esos cuadrados en blanco y negro tan únicos como universales?

Naturalizar lo digital y digitalizar lo natural. La frase puede parecer un juego de palabras. Pero es más que eso. Para la neuquina Carolina Kleine Samson es la materia y el significado de sus creaciones. Una expresión que nació de sus cuestionamientos y preocupaciones alrededor de las redes sociales, y que la llevaron a pensar, repensar y darle vuelta a ese mundo virtual que nos rodea y nos impacta.

Sus preocupaciones y pensamientos alrededor del mundo digital terminaron por trasladarla de su Neuquén natal al mundo. Literalmente. Desde hace más de un año lleva una vida nómade, acarreando su instalación artística y sus creaciones de Miami a Milán, de ahí a Dubai, luego a Kuwait, y ahora a Cádiz, España.


En cada lugar ha montado una propuesta que va de la naturalización de los digital, a la digitalización de lo natural y de ahí a la consiguiente descomposición de lo digital. Todo bajo un sugerente título: “Símbolos tribales del futuro”. ¿Son esos, o más bien, serán eso, los códigos QR?
El proceso de la pregunta y las respuestas fue largo.


Nacida en Neuquén capital hace 35 años, Carolina estudió Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y fue entonces que el estudio de la comunicación la hizo replantearse algunas cuestiones propias de su generación.

“Todo comenzó mientras estudiaba. Básicamente, pienso que las redes sociales tienen una estructura determinada de comunicación y por eso condicionan un modo de comunicarse con los demás. Así que, como todo el mundo, tuve primero mi cuenta de Facebook, y la usé como la usamos todos, pero de a poco empecé a cuestionarme”, cuenta en una conversación telefónica con RÍO NEGRO.

Efectivamente, se abrió su perfil en Facebook, un perfil artístico, y desde ese lugar, intentó romper con la lógica de la red social creada por Mark Zuckerberg. Lo que hizo fue compartir su contraseña para que todos las personas que quisieran entrar a su perfil individual, lo hicieran. Lo que ocurrió es que su perfil artístico, tuvo de pronto muchos dueños, “la antítesis de lo que propone el mundo hiper yoico de las redes sociales. Cualquiera se podía loguear ahí, entrar, ser dueño, y crear. Conecté así con montón de artistas digitales de muchos lugares del mundo. Era tuna especie de utopía, un ser que podía ser cualquiera que se logueara en esa cuenta. Todos los usuarios de Facebook podían entrar a ese perfil si querían. La utopía era que todos los usuarios estuvieran en un solo perfil, una manera de contestar al sistema, a la plataforma. ¿Qué pasaría si todos los usuarios fuéramos uno? Quise usar los mismos recursos del sistema para cuestionarlo. Es una crítica con las mismas herramientas que utiliza la red”, dice Carolina, que por estos días está en Cádiz primero como artista residente de julio en el estudio de Desamparados, una de las sedes del Festival de Arte Contemporáneo de Cádiz (FACC), y desde el agosto en el Espacio de Cultura Contemporánea de Cádiz (ECCO).

Pero mucho antes de que se convierta en la muestra y la instalación que es hoy, aquella idea fue un germen. Aquella idea, ese ensayo de comunidad artística bajo un único perfil, ocurrió en 2016. Un concepto que le permitió conectarse y colaborar con artistas digitales anónimos de todo el mundo.
El siguiente paso, fue pasar al plano físico. Entonces, viajó a los Estados Unidos, donde vivían algunos de esos creadores que formaban la comunidad virtual. “Primero estuve en Miami, durante cuatro años y medio. Ahí conocí a muchos artistas digitales. Y quería hacer una muestra con toda esa gente que conocí. Así nació IDAM (www.idamiami.org), una plataforma de arte digital que comencé en 2018, enfocada en la difusión de este tipo de manifestaciones creativas a través de exhibiciones con artistas de todo el mundo, con charlas, talleres, performances entre otras actividades, de manera online y offline”, cuenta Carolina.
Mientras tanto, mientras vivía allá, hizo eventos, actividades en hoteles y galerías, todas relacionadas con el arte. Por ejemplo, organizaba sesiones de dibujo con un modelo que hacía poses mientras usaba el celular.


“En los eventos artísticos, combinaba cuerpo con celular, lo físico y lo virtual. Con eso gané una beca para que me den un espacio por seis meses para hacer muestras. Era un local enorme para hacer cosas enormes, y ahí hice performances, exposiciones, de todo. Miami me dio un espacio de creatividad muy bueno. La ciudad me dio una soltura que no sabía que tenía. El pudor que podía sentir lo olvidé. Acá a nadie le importa lo que hacés. Y la verdad es que me solté y encontré ese espacio que es medio underground, y me dio muchas ganas de hacer cosas”, recuerda Carolina sobre aquellos días en la ciudad de la Florida.


Una de las vistosas actividades que realizó en Miami fue pintar sobre sus patines, a veces al aire libre, a veces en ese enorme espacio que dirigió durante seis meses.


Fue luego de esas experiencias que llegó al concepto que domina sus actuales instalaciones, sobre todo “Infinite QR Code”, una instalación que simula una habitación repleta de códigos QR y que invita a contemplarlos, de manera casi hipnótica, pero también a escanearlos para llegar, a través de ellos a las obras de otros artistas, como si aquella comunidad orginal, la de todos unidos en un único perfil de la red social, buscara manifestarse ahora de otra manera.


En sus palabras: “La instalación consiste en una sala llena de códigos QR y cada código, si uno lo escanea con su celular, te lleva a su vez a una pieza digital de un artista distinto. Uno está inmerso en ese mundo de códigos, ytodo está maximizado al punto de volverse un recurso estético. Te remite al mundo digital, y a la vez estás inmerso en otros mundos artísticos, en el de cada uno de esos artistas”.
Esta instalación la expuso en Texas, también en Milán, luego en Dubai y en Kuwait, antes de recalar en Cádiz, donde está ahora.


Son, como ella los llama, “símbolos tribales del futuro”, maneras de cuestionar lo digital, o de apropiarse de ese mundo sin dejar que diluya de ningún modo lo colectivo, la creación, el arte.


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