La Patagónica

María Eva Cayú, la cocinera mapuche de El Cóndor, invita a repensar cómo nos alimentamos

Desde Viedma, esta gastronómica plantea el consumo y la cocina consciente desde su cultura ascentral.

¿Alguna vez reparó en el poco tiempo que invertimos en elaborar las comidas diarias? En una situación de plena disponibilidad y accesibilidad física y económica a los alimentos, ¿cuánto tiempo se necesita para cocinarlas?

María Eva Cayú en la cocina de su casa, en El Cóndor, durante la entrevista con «Río Negro». Foto: Marcelo Ochoa

Según los registros, hasta hace 30 años, el tiempo destinado a la elaboración de las comidas cotidianas era de 2 horas y 20 minutos promedio, sin embargo, hoy se estima que en 18 minutos tranquilamente se logra preparar el almuerzo o la cena para un grupo de personas.

Sin duda, los patrones alimentarios van cambiando en relación a la incorporación de nuevos hábitos, condicionados por la disponibilidad de alimentos, el acceso a los productos industrializados casi elaborados, las preferencias y gustos formateados por la publicidad de los ultraprocesados, las distancias entre el hogar y el trabajo, entre otras variables. Claramente las pautas alimentarias han migrado, del consumo de alimentos frescos y comidas caseras al consumo de ultraprocesados, es decir del evento de cocinar, a resolverlo en apenas algunos minutos.

Charqui, otro de los productos que utiliza Cayo en su cocina. Foto: Marcelo Ochoa

En la costa marina de la provincia de Río Negro, en El Cóndor, se encuentra María Eva Cayú. Contrariamente al modelo de consumo imperante nos interpela explicándonos la importancia del alimento, su elaboración y su consumo consciente.

María Eva pertenece a la comunidad Lof Mongell Mamul, es cocinera ancestral de los pueblos originarios y a través de la alimentación va difundiendo la cultura mapuche. Para ella y su comunidad cocinar tiene una importancia superlativa. Dicho evento incluye una ceremonia de permiso y agradecimiento antes y después de cocinar y comer.

Comida es sinónimo de salud para el cuerpo, el alma y el espíritu, resalta María Eva Cayú.

El curanto es una de esas comidas ancestrales que se traslada con ella y así va trasmitiendo la cosmovisión mapuche. El curanto se elabora en un pozo, donde se rellena en la base con piedras que se calientan. Luego se corren y sobre una tela de arpillera se ubican los alimentos, que van cambiando según el lugar y la temporada. Para elaborar esta comida María Eva comienza el día anterior pidiéndole permiso a la ñuke mapu, la madre tierra y al lafken, el mar.

“Con el curanto el día anterior se hace una ceremonia para pedir y poder trabajar. Al día siguiente se hace el curanto. Cuando se termina todo, se cierra con un rezo también”, comparte María Eva.

Si bien el curanto requiere de cierta organización, las comidas de todos los días son, para María Eva, de suprema importancia. Comida es sinónimo de salud para el cuerpo, el alma y el espíritu.

“La alimentación para los pueblos originarios es muy importante, es el momento de encuentro, y además la comida es la lamién, la mujer, la hermana, la que se encarga de alimentar y organizar a la familia. Para hacerlo hay que estar en armonía, diferenciarlo del resto de lo que se está haciendo. No debe haber aparatos electrónicos cerca porque si no la mente está distraída», comenta.

«El tema de la energía es muy importante porque si uno está nervioso le trasmite eso a los alimentos y eso nos hace daño. Sucede a veces que después hay dolor de estómago y no sabemos qué es, por eso es el respeto a lo que vamos a ingerir y darle a nuestras familias”, explica la cocinera.

María Eva Cayú participó de la Mesa Coordinadora del Parlamento Mapuche, elegida por todas las comunidades de la provincia. También integró el Consejo de la Mujer intercultural y bilingüe de la provincia.

“Siempre me gustó la cocina y me interesó muchísimo la comida de los pueblos originarios. Me enseñó principalmente mi mamá. Después fui viajando en el Consejo Provincial de la Mujer y ahí aprendí mucho más. Pero mi madre y mi abuela fueron las que me enseñaron de historia y comida ancestral”, recuerda María Eva sobre sus primeros vínculos con el alimento.

La comida preferida de la cocinera mapuche es la pancutra, que es un caldo muy sabroso al que se le va agregando trozos de masa. Quizá porque se puede elaborar todo el año, porque va cambiando según los frutos de cada estación o porque tiene como base el agua, que como el aire, es uno de los ingredientes más preciados y agradecidos por María Eva.

“Nosotros cuando cocinamos la verdura, guardamos las semillas, y las atesoramos hasta el momento de la siembra. También lo que hacemos es tirar semillas cerca de la ruta para que crezcan árboles. Es momento de sembrar, sobre este pulmón que estamos respirando”, convence la cocinera Cayú.

Los patrones alimentarios que actualmente rigen a una gran parte de la población, tienen que ver con un momento donde la producción es prioritaria y la conexión con el ritmo natural es casi nulo. La capacidad de ser seres omnívoros, es decir que podemos alimentarnos de diversas fuentes vegetales (frutas, verduras, semillas), animales (carnes, huevos), insectos (miel), hongos (quesos azules), rocas (sal), nos permite variar la alimentación y descansar en aquellos que están culturalmente aceptados.

Con tanta riqueza alrededor, ¿por qué limitar la alimentación a un puñado de paquetes comerciales? A través de la experiencia de María Eva, se promociona reformular otro vínculo con el alimento regido por los ciclos naturales, entendiendo que el acto de alimentarse es un cuidado de la salud, una conexión con la tierra y una celebración de la vida.


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios