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Ulderico Angelaccio: el patrono de los remedios en los años de la antigua Cipolletti

Trabajó por 40 años al frente de una emblemática farmacia, que funcionó cerca de la Estación de tren. Solidario y de buen humor, se ganó el aprecio de sus vecinos. Hoy una sobrina nieta es la que atesora sus recuerdos y pide que no lo olviden. ¡No te pierdas las fotos históricas!  

Farmacia Angelaccio, atendida permanentemente por su farmacéutico, continúa siendo la única farmacia del pueblo por su escrupulosidad, por su atención y por sus precios. Los 500 pesos que gana mensualmente un farmacéutico usted deberá ayudar a pagarlos, si no compra en la farmacia Angelaccio. Cipolletti, Ferrocarril del Sud”. Con este gracioso texto, Ulderico promocionaba su comercio y profesión en las páginas de la prensa regional. Se había mudado al pueblo en 1920, cuando éste todavía era llamado Estación Limay, de la Colonia Lucinda.

No fue el primero en llegar, es cierto, pero sí lo reconocen como el primero en quedarse a largo plazo, en tiempos donde muchos no aguantaban el desafío de la primera urbanización. «En Cipolletti primero hubo boticas y tiempo después, farmacias. El primer boticario que se instaló fue Ernesto Garis, un colono que puso un almacén de ramos generales en 1905, en Fernández Oro y Belgrano, y que trajo remedios para vender porque aquí no había más que yuyos y preparados que daban las curanderas, autorizadas por el Ejército», recordó el historiador Roberto Abel.

Sonriente, Ulderico también fue socio fundador del Club Cipolletti.

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Desde su local frente a la Colonia ferroviaria, Ulderico vio cómo la rebautizada Cipolletti (1927) fue creciendo, entre vecinos y clientes. Nacido en 1892 en Capraccota, Italia, 218 kilómetros al Este de Roma, venía de una familia de químicos farmacéuticos que se habían radicado en Argentina, primero en el pueblo bonaerense de Lobería.

Recién recibido en la Universidad de Buenos Aires, inició su profesión en Mar del Plata, hasta que surgió la posibilidad de venir al territorio de Río Negro, a ese caserío que llevaba apenas 20 años de vida institucional. «Fue para cubrir una regencia por tres meses y se quedó toda una vida», dijo su sobrina nieta Ana Horgan Angelaccio, en diálogo con los investigadores del Proyecto “Fundando pueblos: Farmacéuticos pioneros…”, que publicó el Laboratorio Monserrat y Eclair a principios de los 2000. En esa Mar del Plata del 1900, también Américo, hermano de Ulderico, había abierto al público “La Nueva”, una de las farmacias más antiguas.

Américo, otro farmacéutico en la familia. Foto: Facebook Ana Horgan.

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A partir de esos primeros años de experiencia de este lado del río Colorado, Ulderico se animó a apostar al sur. Dos versiones encontradas pugnan por explicar esos comienzos, aunque siempre lo ubican en las inmediaciones de la esquina de calles Villegas y Fernández Oro, frente a las viviendas de la Colonia Ferroviaria: hay quienes afirman que le compró el fondo de comercio al farmacéutico idóneo José Narváez, de origen español, que en 1915 abrió su local en Villegas 50 y que de allí se trasladó al legendario local de calle Fernández Oro 346.

Otros, entre ellos su sobrina nieta Ana, sostienen que fue Genaro Fernández quien le vendió el fondo de comercio en el emblemático segundo local, en 1923, y que Angelaccio, antes de bautizarlo con su apellido, lo mantuvo por un tiempo con el nombre anterior, que ya figuraba en el letrero a metros de la “Diente de Oro”. Así quedó ilustrado en la histórica foto que publicó el municipio en su sitio web, para recordar los orígenes de la transitada arteria.

Junto al auto estacionado, la Farmacia Fernández que luego se denominó «Angelaccio». Foto Archivo Municipio.

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Como prueba de esos tiempos, “Fundando pueblos…” citó al médico historiador Augusto Ciruzzi, autor del libro “Los médicos de la Colonia Lucinda”, que guardó recibos de junio de 1924, donde se leía: «Farmacia Fernández, de U. H. Angelaccio, químico farmacéutico». “Allí se detallaron los medicamentos, como morfina, cocaína, Antibacter, crin de Florencia y licopodio, que Angelaccio proveía periódicamente a la Comisión de Fomento para los entonces llamados ‘pobres de solemnidad’”, afirmaron.

Desde entonces, de camisa, corbata y guardapolvo blanco, como lo inmortalizaron las fotos, Ulderico se fue haciendo un lugar en el aprecio de sus vecinos, por su solidaridad. Más de una vez entregó remedios a cambio del caritativo «paga Dios».

«Era un gran hombre que ayudaba muchísimo a la gente. Nadie se iba de la farmacia sin el remedio, y se pagaba con la cosecha, si se podía»,

afirmó Abel, fundador del museo Carlos Ameghino.

Ante la dificultad para recibir los medicamentos desde Buenos Aires, cuentan que detrás del negocio y la vivienda, este italiano también cultivaba plantas medicinales, para trabajarlas en el laboratorio. La coupé Ford que tenía estaba a disposición de quien se la pidiera prestada y como retribución, los chacareros le agradecían con frutas y verduras. Tantas concesiones, sin embargo, le trajeron problemas económicos, al punto de que le terminaron rematando la farmacia. La pudo recuperar con el apoyo de un vecino polaco, que la compró usando sus ahorros y le devolvió las llaves para que le devolviera el dinero cuando pudiera.

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Ulderico junto a vecinitos de la Colonia Ferroviaria.

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En su vida personal, las cosas no salieron bien. Se casó con Trinidad Dell’anna, hija de Celestino Dell’Anna y de Trinidad Carro, según pudo reconstruir la historiadora neuquina Vicky Chávez. “El padre de Trinidad, don Celestino, estuvo a cargo de la balsa que cruzaba el río Neuquén cuando aún no estaba construido el puente carretero”, contó en una de sus publicaciones. El casamiento fue todo un acontecimiento, que se celebró en el Hotel Confluencia. Pero la repentina muerte en 1930 de Elsa, la niña que nació de ese amor, quebró el vínculo. La pequeña tenía apenas dos años.

Separado, Ulderico pasó un tiempo solo hasta que su sobrina Ester vino con su esposo e hijos a vivir con él, en 1943. Allí es donde Ana, la sobrina nieta que hoy lo recuerda, compartió con él. «Yo era chica en ese entonces, pero me acuerdo que en la entrada de la farmacia estaba la típica cabeza de Geniol y que Ulderico pasaba mucho tiempo preparando recetas (…) La farmacia era toda una institución en Cipolletti, siempre llena”, la describió. En su memoria de niña aún guarda los confites que él repartía a los más chicos que pasaban por el local.

«Una querida foto, de Mamá con él [su hermano César], frente a Nuestra Farmacia en Cipolletti», posteó Ana en Facebook.

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La trayectoria de este profesional se extendió por 40 años en la ciudad, donde también fue socio fundador del Club Cipolletti, hasta que tuvo que mudarse a La Plata y vender una vez más el fondo de comercio. Falleció el 20 de julio de 1962. La farmacia terminó demolida, años después, para la construcción del actual edificio.

Para honrarlo, Ana publicó varias cartas de lectores en diario RÍO NEGRO y asegura que producto de eso, se lo reconoció en una de las plazoletas de calle Alem, entre calles Río Negro y Río Limay.

«Lo que quiero es que lo conozcan, recuerden (…) a quien desde el alma y su botica ejerció un verdadero apostolado, con la humildad de los grandes”,

recalcó.
La emblemática farmacia de Angelaccio funcionó en calle Fernández Oro 346. El edificio fue demolido. Foto: Facebook Vicky Chávez.

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Con humor, el farmacéutico convocaba a sus clientes – Foto: Proyecto “Fundando pueblos: Farmacéuticos pioneros…”, que publicó el Laboratorio Monserrat y Eclair.

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