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Universo Villalba: vuelta por los mundos creativos del niño que dibujaba a la hora de la siesta

Nacido en Cipolletti y criado en Neuquén, Martín Villalba es uno de los artistas más inquietos y prolíficos de la Patagonia. Sus mundos habitados por una serie de simpáticos personajes antropomorfos embellecen cada rincón de su ciudad y de tantas otras de aquí y del país.

Las de la siesta siempre eran horas complicadas en la Patagonia. Si no era por el frío o el calor, era por el viento. La cuestión era que no se salía a la calle. Porque además del frío, el calor, el viento o lo que sea estuviera sucediendo allí afuera, a esa hora nuestros viejos dormían ¿Y qué se podía hacer entonces durante ese puñado de horas sin cable, compu, celu ni internet? A mediados de los 70, en una casa del alto neuquino con la barda en el umbral, Martín elegía dibujar.


Año 2023, no muy lejos de aquella casa Martín, sigue dibujando, aunque ya no necesita de aquellas misteriosas horas de la siesta para hacerlo. Entusiasmado, cuenta que está por viajar a Buenos Aires para pintar un edificio a punto ser estrenado. Le imprimirá su colorido universo gráfico, el mismo que desde hace años embellece la ciudad que lo vio crecer.


Asterix, los normandos y la barda neuquina


Martín Villalba (Cipolletti, 1972) es un artista formado, “un bicho de galería que (se) ganó la calle”, dirá de sí mismo en un extenso diálogo con Río Negro. Un artista curtido, acá, allá y más allá también. Y, por qué no decirlo así, también un artista consagrado, en una de las acepciones del término: dedicar con suma eficacia y ardor algo a determinado fin. Pero el arte es para Martín un fin, un medio, todo.

El universo pictórico de Martín Villalba. (Foto: Flor Salto)


De la escuela 125 del alto neuquino a la ENET y de ahí a la carrera de Diseño Gráfico de la UBA, pero solo un rato porque cuando descubrió -literalmente- Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón supo que allí estaba todo lo buscaba. Cuando terminó se fue a Londres donde cursó un seminario de escultura en bronce en la Central Saint Martins, la escuela de arte de la que egresaron Stella McCartney (sí, la hija de Paul), el músico Jarvis Cocker y el diseñador John Galliano. Sin embargo, Martín Villalba se considera un proyecto secreto de su tía Ali.

Soy fruto de un poco de talento y de un esfuerzo enorme. Soy el resultado de mi tía y de las siestas».

Martín Villalba


La tía Alicia vivía en una casona céntrica de la ciudad de Cipolletti que, como casi todas las casonas céntricas, ya no existe más. Allí, a los 5, 6 años, Martín descubrió el arte: Picasso, Dalí y Miró, también Goya y Velázquez, Soldi, Castagnino, Berni, Spilimbergo y la Nueva Figuración Argentina. Todo eso estaba en aquella casa. “No era formada pero sí muy curiosa. Viajaba mucho, sobre todo a México, y me traía colores, mucho turquesa, que a mí siempre me fascinó, por eso lo uso mucho. Acá no había esos colores”.


“Siempre tuve mucho conocimiento de arte. Mi tía tenía muebles estilo Bauhaus, ella me explicaba todo eso. Era un lujo, la verdad. No hacía arte, pero le gustaba mucho. me contaba de sus viajes y de lo que veía, de haber ido a Florencia y haber visto un Miguel Ángel… se ve que yo era el único que la escuchaba (risas). Ella me formó mucho. Yo era un pibe de la calle como todos en esa época, jugaba todo el tiempo a la pelota, pero tenía ese extra que era mi tía Ali, su casa y todo el arte que había allí. Soy fruto de un poco de talento y de un esfuerzo enorme. Soy el resultado de mi tía y de las siestas”. (risas)

“Creo personajes que existen en mi universo, todo el tiempo ando bocetando mis personajes. Los Tipit@s, que han ganado tanta empatía en el público, yo los tenía relegados».

Martín Villalba


“A la siesta, como no nos dejaban salir a jugar porque mi mamá quería descansar, yo dibujaba”, recuerda Martín. “Ahí comencé a trazar algunas líneas que llegan hasta hoy, empecé haciendo un hombre medio cara de papa como el de la Pantera Rosa, copiaba Patoruzú, Asterix… Mi papá me había regalado ‘Asterix y los normandos’ y cuando vi el primer cuadro dije ¡guau! Es un cuadro divino, muestra toda la aldea, el cartero con las cartas de mármol, es buenísimo. Y yo me pasaba las siestas copiando y dibujando”.
Martín descubrió que existía una carrera que se llamaba Diseño Gráfico de casualidad, cuando vio a un compañero de inglés dibujar un conejo. ¿Cómo lo hiciste?, le preguntó. Soy diseñador gráfico, le respondió. Eso mismo les dijo a sus padres que quería ser o al menos estudiar. Su padre ingeniero estaba convencido de que, si hijo también lo sería, pero no. En 1991 viajó a Buenos Aires para cursar Diseño Gráfico en la UBA. Un par de años después, e la habitación de la novia de un amigo, descubrió que existía algo llamado Bellas Artes.

El universo creativo de Martín Villalba se expande a los peluches. (Fotos: gentileza Martín Villalba)


Una tarde, Martín acompañó a su amigo hasta la casa de su novia. Cuando entraron a la habitación de la chica, vio el lugar todo intervenido y se fascinó. ¿A qué te dedicás?, le preguntó. Estudio Bellas Artes, le respondió ella. “Nadie me había ducho que existía, ni mi tía Ali”, ríe Martín.

Me encanta estar trabajando ahí en vivo, la gente pasa y te ve trabajar, hay un diálogo muy lindo con el transeúnte que no lo tiene el atelier ni una galería de arte”.

Martín Villalba


A mediados de los 90, se pasó al Prilidiano Pueyrredón, hoy Universidad Nacional de las Artes, y completó su formación. Allí comenzó a crear su universo creativo y estético que continuó en Londres hasta que, a comienzos de los 2000 volvió a Buenos Aires primero y a Neuquén, después. De regreso a la ciudad que lo vio crecer y con un hijo en camino, Martín Villalba se reinventó.

La obra escultórica de Martín Villalba se encuentra dispersa por toda la ciudad de Neuquén. (Foto: Flor Salto)


Para entonces, ya era un artista prolífico que había a prendido a vivir del arte. “Soy bueno gestionando”, reconoce. Su obra circula por el mundo, sobre todo a partir de su estadía en Londres. Pero al artista tal como lo conocemos comenzó aquí, en Neuquén. Su obra está hecha de personajes que habitan universos gráficos desplegados por toda la ciudad de Neuquén, en espacios públicos y privados, comercios y casas particulares, en la vía pública, escuelas, hospitales, bibliotecas y centros de salud. También en ciudades del Alto Valle, San Martín de los Andes, Zapala, Cutral Co, Bahía Blanca, Ciudad de Buenos Aires y ciudades de la provincia de Buenos Aires.


Las criaturas del Universo Villalba


“Creo personajes que existen en mi universo, todo el tiempo ando bocetando mis personajes. Los Tipit@s, que han ganado tanta empatía en el público, yo los tenía relegados. Hay muchos que nacen y la pelean desde el fondo hasta que se ganan un lugar, muchas veces por el público que los descubren y lo empiezan a pedir. Pero yo dialogo mucho con mis personajes”. Esos universos a los que se refiere suelen ser los murales, su espacio preferido. Allí, múltiples personajes conviven, algunos más grandes otros más chicos, a eso se refiere cuando dice que algunos la pelean desde el fondo.


El Conejo Forajido, Arlequino, los ya célebres Tipit@s, Sombrerudo, Zorriperricone, el Tirao, el Detonado, Centauro, Herr Pinocchio, Superhéroes Pop y los Sun Birds son algunos de los personajes que habitan sus universos, que no siempre son bidimensionales. También se ganaron la tridimensión en forma de esculturas y de peluches. También trabaja una línea de ropa, accesorios y zapatillas, pinta autos y todo lo que le pidan, por ejemplo, los cascos de un equipo de hockey.
El soporte plano preferido para su arte es la calle, sostiene Martín. “Yo hago street art, no hago grafitis. Me llaman para embellecer paredes y hace siete u ocho años ya que estoy en la calle. Tardo menos en hacer un mural que un cuadro. Es otro nivel de detalle. También me encanta estar trabajando ahí en vivo, la gente pasa y te ve trabajar, hay un diálogo muy lindo con el transeúnte que no lo tiene el atelier ni una galería de arte”.

Martín Villalba, rodeado de sus criaturas: Arlequino, Herr Pinocchio y el célebre Conejo Forajido.


Hace un tiempo, no mucho, Martín asumió que tenía un problema que debía abordar urgente: el alcohol. “Tenía un fusible muy raro con el alcohol y me interné”, cuenta. “Bajé la guardia, avisé a mis sponsors, a mis hijos e hice una internación de cuatro meses. Fue muy importante para mí. No era que vivía todo el día tomando, pero era un fusible que se me activaba. Estaba bien, me iba bien con lo que hacía, pero como que no sabía cómo celebrarlo y me iba para ese lado, era muy loco eso. Hoy ya lo puedo contar más libremente, pero me daba pánico. Fue super necesario, estoy muy agradecido con el lugar y con quienes trabajan allí. Voy a quedar conectado para siempre con ellos. Hoy sigo ligado con taller que doy todos los martes y me quedo a las charlas grupales Es el lugar que me hizo renacer. A ver… yo podía vivir así porque soy artista y es esperable que un artista se la ponga (risas), está entre los cánones de aceptación. Pero estar fuera de eje me hacía no ser Martín, no ser papá, no ser buen artista. Me hacía no ser yo. Y me podía morir, esa es la posta también. Lo pude entender, lo sigo trabajando, encontré herramientas. No es fácil, pero es muy lindo, yo estoy feliz”.
Durante su internación, escribió muchos, ideas, textos, en una bitácora que le había regalado su hijo, el mayor de los tres. Escribió un montón y cuando preguntó si podía pintar le dijeron que un poco y solo en horas de la siesta. El Martín adulto volvía a encontrar(se) dibujando a la hora de la siesta como aquel Martín de la infancia en los márgenes de la barda. En abril pasado, cuando salió de la rehabilitación, organizó la muestra “Rock Art Roll” en homenaje a sus héroes rockeros en la que predominó el amarillo: “Solté mucho con esa muestra. Me sentí más Villalba que nunca”.


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