La piel, cara visible de las emociones
Desde el punto de vista biológico, piel y sistema nervioso tienen mucho en común.Los sentimientos "positivos", así como el nerviosismo, pueden ser "somatizados".
Durante mucho tiempo (y aún ahora) fue un lugar común discutir si las enfermedades llamadas psicosomáticas se originan «en el cuerpo o en la mente». La visión actual es que el sistema nervioso, el corazón, la piel, son parte del organismo y funcionan sujetos a las generales de la ley biológica, en un medio ambiente, una sociedad, una cultura y relaciones humanas mediadas por el lenguaje. Pero siglos de división conceptual entre cuerpo y mente hacen que aún hoy, incluso entre científicos, siga reeditándose la polémica entre huevo y gallina, mente y cuerpo, psique y soma.
Por si con historia y filosofía no alcanza, para las enfermedades psicosomáticas que se expresan en la piel la ciencia moderna tiene una explicación. Aunque una sea lo más superficial y el otro, lo más profundo, la piel y el sistema nervioso -que regula desde la conciencia hasta el ritmo biológico- se forman del mismo grupo de células embrionarias. De hecho existe una línea de investigación en genética que busca obtener células nerviosas a partir de células cutáneas.
Hasta hace algunos años se pensaba a la piel simplemente como barrera de protección frente a las agresiones del medio ambiente; hoy se sabe que los tejidos de la piel pueden producir las mismas hormonas y neurotransmisores que hay en el cerebro. Por eso no debe sorprender la relación entre ambos, que se hace tan visible, por ejemplo, en los bebés, que al no poseer lenguaje muchas veces no tienen otro medio de expresar una malestar emocional que no sea a través de eczema o urticaria.
Más adelante, estados de mucha exigencia emocional pueden expresarse en la piel tanto en niños como en adultos. Psoriasis, dermatitis atópica, pérdida de pigmentación de un área (vitíligo), pérdida del pelo cuando el sistema inmunológico ataca los folículos pilosos (alopecia, o alopecia areata cuando es por áreas determinadas), herpes, enrojecimiento (eczemas), urticaria, acné, angioedema, son algunas de las expresiones frecuentemente desencadenadas por las emociones, ya sea como detonante o como factor agregado una vez que la patología se manifestó.
El gatillo del organismo
El mecanismo, explica la dermatóloga Rita García Díaz, médica principal del servicio de Dermatología del Hospital de Pediatría «Juan P. Garrahan» de Buenos Aires, está bien documentado en la literatura científica: los neurotransmisores (sustancias químicas que transmiten los impulsos nerviosos entre las neuronas) tienen algún tipo de acción sobre el sistema inmunológico, y ante una situación de mucha exigencia psíquica, y a cualquier edad, eso puede actuar como «gatillo» de mecanismos inmunológicos.
Así pueden aparecer manifestaciones en la piel si es que la persona está genéticamente predispuesta. Algunas, como la psoriasis, suponen un fuerte compromiso del sistema inmunológico, por lo cual los tratamientos específicos se abocan a él.
Otras veces es mucho más difícil localizar el problema. «En general las patologías son todas conocidas, salvo algunas como el liquen plano o la alopecia areata -comenta la médica, que es además miembro del Consejo Directivo de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD)-. El vitiligo hoy tiene muchas posibilidades de tratamiento, y aunque se considera una enfermedad crónica, la piel se puede repigmentar y las lesiones pueden remitir».
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