La pirámide de Ranses

Carta de Lector

Por Carta de lector

VIEDMA

En enero de 1976 la empresa donde trabajaba hizo mi primer aporte jubilatorio. Hoy, después de 45 años, el Anses me pagó mi primera jubilación, cuyo importe es un 60% menos de lo que percibía como trabajador activo.


Si tuviera la oportunidad de preguntarle a cualquier autoridad del Anses sobre esta decisión, justificaría esta situación con una explicación geométrico-social, recurriría a la famosa “pirámide achatada” (la pirámide de Ranses, no la de Ramsés), para convencernos de que todos debemos cobrar lo mismo, sin importar si hicimos aportes jubilatorios, trabajamos en negro o nunca lo hicimos.


Si dibujáramos la pirámide Ranses, tendría una gran base pero con un pequeño vértice en los que, agarrados con uñas y dientes, para no caerse, estarían los que quieren cobrar una jubilación como si estuvieran trabajando y sin pagar el impuesto a las Ganancias. Todos sabemos a quiénes me refiero.


Cuando la pirámide de Ranses sea totalmente plana y de mármol (sin asperezas) creeré en la tan mentada “justicia social”, la que hoy se realiza a través de lo que me han sacado a mí y a millones de jubilados. El término “solidaridad” implica que debe hacerse voluntariamente y no violentamente como lo ha impuesto el Estado Nacional, que hace asistencia social con mis aportes. Considero que este mecanismo responde a un robo, a un hurto, a una malversación, a una defraudación.


Pero todo no es tan trágico, porque el gobierno, siguiendo las instrucciones del FMI, nos aumentó el 5%, lo que anunció con bombos y platillos. Este porcentaje sería adecuado en los países de Europa, pero no en el nuestro, donde la inflación anual es de un 35%. Para determinar este ridículo incremento, los congresistas estuvieron reunidos durante dos días.


Para calcular el próximo incremento, les recomiendo hacer lo siguiente: ir a la verdulería más próxima al Congreso y preguntar cuánto costaba el quilo de papas o de tomate perita en enero del 2019 y cuánto valía en diciembre del mismo año. También pueden ir a una veterinaria y preguntar por el precio de la comida para perros o ir a la carnicería de “Don José” y preguntarle cuánto costaba el quilo de mondongo en el período que ya cité. El porcentaje de incremento de estos productos individualmente o promediados sería una forma justa de aumentar nuestras jubilaciones.


En otros países un jubilado puede planear lo que le queda de vida sin preocuparse por su situación económica. Lamentablemente en el nuestro sucede todo lo contrario, el jubilado se transforma en una persona que transita todo tipo de incertidumbres: está enfermo, posiblemente viudo/a y, como no tenemos importancia “económica o política”, a nadie le interesamos. Si los jubilados hiciéramos un paro, ¿a quién le preocuparía? A nadie.

Humberto Gustavo Zappalá
DNI 11.372.473


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