La “Quicho” Herrera
“Mi madre enviudó tres veces. Soy la anteúltima de 9 hermanos, hija de su tercer matrimonio. Con mi hermana mayor tenemos un año y medio de diferencia así que cuando éramos chicas, mi mamá le pedía a ella que me vigile y cuando le respondía le decía: ‘está durmiendo la quicho’ que quería decir chico y de ahí me quedó el sobrenombre”, cuenta la protagonista del relato. Muy pocos saben que su nombre es Arsenia, pero si hay que hablar de un personaje de 25 de Mayo, esa es la “Quicho” Una mujer vital y emprendedora que se ganó la admiración de los veinticinqueños a fuerza de tesón. Eligió dedicarse a las tareas solidarias y a las manualidades para vencer la soledad. Cuenta que tras fallecer su esposo y fiel compañero de casi 50 años, sus hijos se turnaban para hacerle compañía; pero eso la “Quicho” lo aceptó un corto tiempo, porque entendía que -aunque dolorosas- las pérdidas también son parte de la vida y a la vida no hay que esquivarle, hay que vivirla nomás. Entonces convirtió a su casa es una gran feria de artesanías cargada de escaparates y recovecos donde almacena los objetos que cobran vida en capillitas modeladas, adornos de hojalata hechos con envases vacíos, semillas de árboles, papeles que se transforman en cestos, agujas de crochet, lana, hilo; todo es útil, todo tiene un fin. En el patio encuentra lo que busca, como las semillas y la materia prima con los que hace los mates. Allí, además, con el correr de los años, un generoso viñedo le proporciona las uvas con las que hace anualmente 300 litros de vino para vender, regalar o repartir a sus amigos; porque además de las artesanías, la “Quicho” hace vinos, licores, conservas, escabeches y cuánta cosa se le ocurra. Los envases se visten de dorado con una etiqueta de su propia creación que dice Milla Kó (agua de oro) en honor a los primeros pobladores del lugar.
Una “joven” de 75 años.
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