La revolución “Gloriosa”

Neuquén

Sin tanta fama como la francesa, que dejó una ringlera de crímenes y nació y finalizó con los Borbones, la revolución inglesa de 1688 fue una rebelión del pueblo y el parlamento contra el rey Jacobo II, católico, que no encontró el apoyo para restablecer la monarquía absoluta ni para cambiar la religión (la nobleza no era católica y además sabía que la mayor parte de la sociedad no quería volver al sistema absolutista).

Se desencadenó cuando los líderes del parlamento y de la Iglesia de Inglaterra (la anglicana) recurrieron a Guillermo de Orange, príncipe holandés, marido de la hija mayor de Jacobo II, protestante, que luchaba por la libertad religiosa de Europa (y por lo tanto en contra de la expansión de Luis XIV) para destronar al rey y ser heredero de la corona. Jacobo, abandonado por sus tropas y pocos apoyos, huyó del país y se refugió en Francia, donde Luis XIV lo recibió como soberano.

Así triunfó la Revolución Gloriosa, sin grandes batallas. Gloriosa porque fue pacífica y produjo cambios históricos como la Declaración de los Derechos de 1689, estableciendo que el rey no tenía derecho a: imponer tributo, mantener un ejército, variar la religión, dictar leyes.

Fijó además los derechos que pertenecen a los ingleses y que el rey no debe quitarles, de elección libre (religiosa), derechos de ser juzgados por los tribunales. Para impedir abusos del rey “el parlamento debe reunirse con frecuencia”. Todo rey o reina, antes de asumir el poder, debería prestar juramento de respetarlos.

Joaquín Bertrán

DNI 5.433.822


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