«La risa reivindica, cura y une»
Mañana, el sábado y el domingo presentará "Alita de Posca", en Casino Magic de Neuquén.
EDUARDO ROUILLET
Favio Posca es movedizo. Desde siempre. Nació en Mar del Plata, se mudó a Córdoba y luego volvió para instalarse más tarde en Buenos Aires. Estudió danza, clown, acrobacia y teatro. Fue el Capitán Garfio en la puesta de «Peter Pan»; en tele, estuvo con Alfredo Casero en «De la cabeza» y «Del tomate»; actuó en «Poliladron», «El sodero de mi vida», y «Sin códigos; hizo cine y hasta le puso la voz al personaje de Edna Moda de «los Increíbles».
Favio tiene dos hijos, Manuela y Rocco, vive en San Isidro, sale diariamente a correr con su perro y practica jet-ski, snowboard y parapente. Escribe, arma la puesta, compone la música, y protagoniza con sello propio sus unipersonales «El perro que los parió», «Mamá está presa», «Boster Kirlok», «Lagarto blanco» y «Alita de Posca», que mañana lo tarerá a Neuquén. Sus personajes gustan a unos, pueden disgustar a otros, pero no le son indiferentes a nadie.
«Eso se relaciona con lo que soy como artista. Mi forma de crear, de componer, hace que le pase algo a la gente; ya sea risa, conmoción, impresión… En la mayoría de los casos, por suerte, es amor, afecto, lo que siento del público en «Alita…» o con Ezequiel (su rol en «Son de Fierro»). Eze es un tipo muy querible por todos, niños, grandes, abuelos. El show, mi quinto unipersonal, es absolutamente reidero, disfrutable y divertido al estilo Posca; un estilo no relacionado con algo tan popular como la tele. Pero no es como los anteriores, donde hubo gente que se impresionaba y se levantaba de las butacas, eyectada, viste? No todos, pero algunos lo hicieron. Por fortuna, en este espectáculo no me ha sucedido. No digo que no pueda ocurrir, pero tiene que ser alguien demasiado desinformado. Porque, de última soy un artista arriba del escenario y nada más que eso.», le dice a «Río Negro», poco antes de viajar a Neuquén, donde se presentará, mañana, el sábado y el domingo, a las 21, en el casino Magic.
– Hay algo desmesurado en tus personajes. Imagino que vivís a la velocidad que suceden tus obras…
-Sí. Pero la velocidad tiene que ver con la data, con como yo considero que debe ser el teatro en este nuevo siglo. Un nuevo lenguaje, diferente al que se viene haciendo, cuya velocidad se relaciona con la síntesis, con que se entienda todo. La rapidez está dada en la forma de recortar, de sintetizar y de editar las palabras que yo tengo, más vinculada con el cine que con el viejo teatro. Mi modo de narrar dispara al espectador a un viaje, ya sea cuando habla el perro o cuando aparece un travesti… En «Alita de Posca», todos son personajes deformes de la noche; por eso lo de una sola ala. «Alita» es un vuelo bajo, deforme, fallado, pero vuelo al fin…
Hay mucha gente en el escenario. Digo, yo represento a muchos seres, entonces la velocidad también pasa por ahí, y por un propósito original mío que es no tener apagón en momento alguno. Con la desmesura, por ahí, no estoy tan de acuerdo. Están todos muy controlados y muy afeitados. Ninguno es extremadamente nada… O sea, son como son; pero, a la vez, son bien perfectos todos, desde lo que dicen. La desmesura la veo como algo más sacado, sin pensar lo que se dice. En todos mis unipersonales todo está acotado, desde el tiempo que dura cada personaje.
– Son tipos que vemos en la realidad, pero también fuera de ella; en el borde entre cordura y locura.
-Absolutamente. De hecho, este show tiene algunos personajes psicóticos; hay uno en particular que vive internado hace dieciocho años… Como artista, me interesa hablar de esa clase de personas que existen, por eso son tan creíbles, pero se les tiene miedo o no, o son medio censuradas, no vistas, no habladas por parte de la sociedad. Y conviven con nosotros, lamentablemente para los que no quieren verlas… Están ahí, entonces, me gusta darles cierto power a quienes no lo tienen, desde los textos y desde la risa. Yo creo que la risa reivindica, cura y une.
De repente, yo me veo hablando con un ser socialmente discriminado, pero el público se ríe no de él sino con él. Esa reunión sólo se puede lograr en el arte. Es más, si analizás a Ezequiel, un marginal absoluto sacado de una villa donde hay tanta violencia, es un paso casi imposible de dar en estos tiempos que a las nueve de la noche, tenga éxito con los niños, las señoras mayores. El pibe se hizo querible porque justamente muestro la humanidad que tiene… No todos salen de fierro a tirar tiros, no todos afanan. Pero, ¿cómo demostrarlo? Desde un lugar creíble, con mucho respeto y que produzca una sonrisa en el público. Ezequiel es todo mío…
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